AÑO 1081 DS


Partida #1 "El Archimago"

Corría el año 1081 DS y las tierras de Draak atravesaban tiempos difíciles tras la reciente caída del Imperio. Se escuchaban noticias desoladoras aquí y allá. La destrucción del Reino de Áquila por engendros del Caos, la peste que diezmaba Gladius, el dragón de Mérilon, los rumores acerca de la reciente caída de la ciudad élfica de Iliya a manos de las tropas del Rey Demonio Oonegith, que había bajado con un ejército desde el norte para atacar el reino de Yvonesse, así como numerosos vórtices del Caos aquí y allá, en Azken Muga, en Hutton, en Arhan, Phaelor, Echester, Yrmitana, Cartari... mucha gente estaba nerviosa porque los profetas decían que el Fin del Mundo podía estar cerca... los caminos habían dejado de ser seguros y ya nadie confiaba en nadie... fue en estos momentos difíciles cuando nuestros héroes empezaron sus aventuras; podría decirse que todo empezó un día como otro cualquiera, siendo 13 de Octubre, en la Torre del Dominio, en las cercanías de Kayholt, en las Montañas de Glades, un lugar solitario y yermo que había sido elegido por el Archimago Ranh Merion precisamente por eso, la mitad del año las nieves aislaban los valles y se cortaban los pasos montañosos, y al mismo tiempo muchos viajeros habían de pasar por allí porque en cientos de millas era el único camino que unía los reinos del norte, Lundor, Erk, las Tierras Alures, incluso el lejano Hemdaim o Svardia, con las tierras del sur, Irelia, Westerre y Carcaigh. Por lo tanto las noticias solían llegar a aquel lugar perdido de la mano de Gah, y no eran pocas ni infrecuentes las rarezas que se veían en aquel cruce de caminos. Fue allí pues donde se conocieron Enoch, acompañado de Diana de Targos, y los dos svardos Jon y Taulak, primos y viajeros llegados de las remotas tierras de los Ilotes, un pueblo svardo que vive al sur del legendario Bosque de las Nornas...

El día 13 de Octubre, tras unos días en la Torre del Dominio, el Archimago Ranh Merion hizo llamar a Enoch Denfiere a la sus estancias privadas. Tenía una misión que encomendarle y muy malas noticias al respecto de su futuro en la Torre y de la propia Torre. Según le contó -y se probaría rápidamente como cierto- un ejército de criaturas del Caos había sido invocado en las inmediaciones de la Torre y se disponían a atacar aquella misma noche.

El aprendiz debía salir con vida de allí y puso a su servicio a uno de sus Guardianes, un enano mudo llamado Ukka. Al parecer también pagó a un svardo llamado Jon para que ayudase al joven arcano y pidió a una vieja amiga del aprendiz, una paladina de Pelor llamada Diana de Targos, que le mantuviese vivo. Les dio pocas instrucciones salvo un mapa viejo de las catacumbas de la torre y instrucciones concretas de no portar nada mágico con ellos pues algunas criaturas del Caos pueden percibir con facilidad las auras mágicas, por lo que será más fácil que les detectasen en la huida. Tras eso, cuando estaba acompañado de sus Guardianes más famosos, Erike y Allanah, todos vieron una extraña luz en las estancias del Archimago y a través de ella un tenebroso hechicero con una túnica hecha de sombras.

 

 No hizo falta añadir mucho mas para que se apresurasen a salir de allí. La salida secreta estaba en el fondo de un pozo de uno de los muchísimos patios de la inmensa Torre del Dominio. Se dispusieron a bajar. 

 

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Partida #2 "Los subsuelos de la Torre del Dominio"

Según bajaron por las escaleras que llevaban a los subsuelos, tuvieron que mirar el viejo pergamino con el mapa que el Archimago Ranh Merion les había dado para decidir una ruta según lo que les pareciese más seguro. Empezaron a encontrar estancias polvorientas en las que había algunos signos de paso bastante reciente aquí y allí, aparte de una inquietante nota firmada por el gran mago Tenser en la entrada que decía:

"Viejo lugar al que has llegado, amigo.
Mejor será que vuelvas por donde has venido"

Nota que Enoch tuvo a bien coger para guardar la firma del famoso mago. Ignorando el aviso, entraron en las estancias sin estar libres de peligros mortales, fueron atacados primero por ratas, luego por un extraño y letal cubo gelatinoso e incluso por una cocatriz, una criatura realmente legendaria y terrible que convertía a quien picaba a piedra. Por los signos en las estancias, los signos de fuego aquí y allá, y sobre todo por una estancia llena de jaulas de criaturas petrificadas, dedujeron que algún mago había tenido allí guardado un bestiario completo y que por algún motivo uno de los monstruos -la cocatriz- se había escapado y había acabado con todos los demás. En el viejo Templo de Moradín, por cierto, encontraron un valioso medallón mágico que Enoch decidió esconder en una de las estatuas, por si algún día tenía la oportunidad de regresar a por él.

En la parte superior, en la Torre, se escuchaban incesantes explosiones y todos se temían lo peor.

 

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Partida #3 "El aprendiz muerto"

Después de cruzar los subterráneos y ser atacados por murciélagos, finalmente llegaron a la salida donde se veían unas escaleras y cierta claridad proveniente del cielo nocturno. Les había entrado mucha prisa por salir de allí puesto que habían escuchado ecos en las estancias que les hicieron pensar que alguien o algo había encontrado las catacumbas y que seguramente les estaban siguiendo. En la salida se encontraron una trampa mágica y una nota, de nuevo de Tenser, que decía:

"Mago, si intentas pasar, morirás.
Búscame abajo y yo o mi aprendiz te daremos permiso"

Muy contrariados por aquella desagradable sorpresa se pusieron a buscar el significado del "abajo" de la nota del mago. Cerraron puertas tras de si y quizás eso les salvó la vida puesto que en efecto cortaron el paso a lo que fuese; según el mapa había una gran vuelta por otros caminos pero debían darse prisa porque sus horas estaban contadas. Al poco, en las ruinas de un fortín enano subterráneo, encontraron unas escaleras que bajaban y así accedieron a un área más profunda donde descubrieron las estancias del aprendiz de Tenser. Todos los indicios eran nefastos. Quizás conectado con lo que sucedía en la Torre, quizás no, los que habitaban aquellas estancias habían muerto un par de semanas atrás. Varios monstruos se habían liberado y tuvieron que luchar con más de uno, una bestia desplazadora (con la que la duida tuvo que haces los máximos esfuerzos para que su lobo Drak no se lanzase al ataque) y arañas tuneladoras entre ellos. También vieron un demonio salamandra por allí suelto pero éste no les atacó. Y una sala en la que había indicios de algún tipo de ritual relacionado con el Caos...

El lugar, como ya habían visto en las estancias superiores, estaba plagado de trampas y Diana y Jon estuvieron a punto de morir en trampillas con estacas. Sólo la magia de Enoch les pudo salvar de lo peor.

Encontraron finalmente la estancia donde vivía -y había muerto- el aprendiz de Tenser, cuyo nombre desconocían. La habitación estaba colmada de objetos mágicos que tuvieron que dejar allí, entre ellos un cuadro de factura impresionante con la cara del mago Tenser. Para sorpresa de todos, el cuadro se puso a hablar.

Conversaron con el mago, que según entendieron estaba en Akenar. Le contaron lo que había sucedido y éste se interesó por el trato que Enoch tenía con el Archimago, pero el joven arcano no reveló nada. Finalmente Tenser les ayudó dándoles la palabra secreta que les permitía pasar por la trampa "Zrekarion". Le pidió a Enoch que le llevase una caja dorada que estaba escondida bajo la cama y cuyo contenido debía permanecer en secreto, y que se la llevase a Akenar. Enoch y Jon cogieron algún libro de la nutrida biblioteca y además Tenser les reveló que bajo la alfombra encontrarían un mapa pintado con tinta invisible. Como muestra de buena voluntad se lo regaló. Tras eso decidieron salir de allí a toda prisa, a pesar de estar muy heridos por los diversos combates. Cruzaron la trampa mágica y salieron al frío amanecer de las Montañas de Glades.

Notas de juego: Los dos libros que se cogieron al azar resultaron ser un anónimo "Historia de Gondomar" y el segundo un libro del mago Mérilon, "De Astrología y Cielos". El primero da 1d100 XPs y el segundo 2d100 XPs al que lo lea. Os recuerdo que Astrónomo es un Oficio, por si alguien está interesado en eso.

 

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Partida #4 "Llegada a Kayholt"

Salieron de los subterráneos a unas ruinas abandonadas de unas casas montañesas junto al pequeño lago que estaba a los pies de la Torre del Dominio, pero no estaban solos. Se encontraron de frente con un trolloc, aunque ellos no habían visto eso en su vida y no sabían qué demonios era. El monstruo los atacó y entre todos consiguieron matarlo sin que destrozase a nadie, como suelen hacer. Tras eso les pareció prudente rodear el lago por el sur y continuar campo a través evitando la cercanía a la Torre puesto que no sabían hasta donde había criaturas del Caos. Así hicieron y se pasaron caminando gran parte del día. Fue entonces cuando la druida empezó a sentirse mal y al poco se dieron cuenta de que quizás uno de los cadáveres que habían examinado le había pasado el soplo, una enfermedad infecciosa mortal. Debía reposar con rapidez y tomar hierbas o medicinas alquímicas o moriría. Por suerte, Diana conocía bien los cuidados y estuvo pendiente de ella toda la jornada hasta que hicieron noche cerca de un cruce de caminos -donde había jaulas con esqueletos de malhechores condenados-.

A la mañana siguiente se encontraron con tropas del conde de Kayholt que, alertadas por las terribles explosiones, se acercaban para ver qué había sucedido. Fue entonces cuando tuvieron un encontronazo con un tal Cardone, uno de los capitanes de los montañeses cuyas ideas sobre los magos básicamente pasaban por la hoguera. Enoch discutió airadamente y tuvieron que sacarlo de allí. Más tarde se cruzaron con más caballeros que iban en dirección a la torre. Tras eso, el mago decidió invocar unos caballos para sorpresa de todos, sobre todo de Taulak y de su lobo Drak. Así fue como llegaron con rapidez a Kayholt.

La ciudad de Kayholt era conocida por su altísimo portazgo, nada más y nada menos que cinco monedas de plata que un enano de la guardia tuvo a bien cobrarles. En el último instante, la todavía enferma Taulak decidió no entrar en la ciudad y darse una vuelta por los alrededores para conocer un poco el entorno, pues no estaba acostumbrada a los lugares de alta montaña. Eran fríos, pero no era el mismo frío que las planicies de Svardia a las que ella y su lobo estaban acostumbrados. Las aguas de nieve de cimas altas, montículos de líquenes y musgo, los bosquejos de coníferas en las caras sur de las montañas, las rocas gastadas por los vientos cortantes, las aves de altura, las cabras lanudas, todavía la asombraban pues eran una cara de Ao que no había descubierto hasta hace poco. Hasta el anochecer se paseó por allí, hasta que volvió a sentirse mal y entró en la ciudad en busca de su primo y los demás. El lobo los encontró.

El resto del grupo había pasado la tarde en la única posada del sitio, llamada el Montañés Errante, un gran caserón casi en el centro de la villa regentado por un tal Renato, que pronto trató de presentar a su hijo a la bella Diana. Pasaron allí la tarde, mientras Enoch empezaba a hacer amigos -o enemigos- entre los locales a través de los dados. En unas horas se sacó lo mismo que en una semana en Akenar, sin duda se trataba de una ciudad de gente pudiente. Entre los de allí conoció a un hombre llamado Deimos que decía ser mago, gordo y campechano, a todas luces más listo que los demás allí. Les preguntó si pasarían el invierno allí, puesto que estaban en Octubre y muy pronto los pasos estarían cerrados por las nieves invernales... dio a entender que estaba buscando a alguien que fuese al no muy lejano Monasterio del Lago a investigar qué había sucedido. Se decía que todos los clérigos habían desparecido de un día a otro e incluso escucharon en boca del posadero que un par de grupos de aventureros se habían acercado allí en busca de algún botín y no habían regresado.

Sucedió que un extraño escudero confundió a Diana con otra persona. Al principio no pareció más que una tonta coincidencia pero pronto pareció que el tipo planeaba algo siniestro. Se hacía llamar Dâniel. La paladina, ayudada por el mago, sonsacó al escudero: al parecer había un plan para que un grupo de siervos del Caos entrasen en la ciudad por la noche para asaltar el monasterio y robar la reliquia de San Sebastus, el cráneo de un santo sillenita muy famoso en las montañas.

Mientras Dâniel les contaba eso a los dos, Jon y Taulak se habían acercado a casa de Matilda y Jonás. Él era el curandero de la ciudad y al ver a la druida supo que ésta necesitaba cuidados para librarse del soplo o moriría. Se enteraron, de paso, que apenas tres años antes la ciudad había sido diezmada por una extraña peste que raras veces azota en lugares tan altos. 

Diana y Enoch fueron a buscarles.

 

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Partida #5 "La apuesta con el Conde"

Cuando Diana y Enoch llegaron a casa de Jonás, el curandero, ya era bastante tarde. Tuvieron que despertar a todos en la casa para avisar a Jon (que dormía en el suelo de la sala) y Taulak de que los necesitaban. La druída, a pesar de
su falta de color en la cara, se aprestó a ayudarlos.

Se suponía que habría un ataque en la Torre del Carnicero, de modo que decidieron avisar a la guardia para que ellos solucionasen el problema. Entretanto Jon corrió al Monasterio para avisar del peligro de robo sobre la reliquia de San Sebastus, pero no le hicieron mucho caso...

Al parecer el peligro era real y la guardia, en efecto, tuvo que combatir con unos atacantes que no podían imaginar la celada. Por eso, y pensando que la noche estaba salvada, regresaron a la posada del Montañés Errante tan sólo para descubrir que allí estaba Daniel, el escudero que había confundido a Diana con una tal Ylena. Trataron de capturarlo -y lo hicieron- pero una serie de sucesos extraños llevaron a aquel hombre a incendiar la posada consigo dentro. Al menos ellos lograron escapar e incluso el posadero Renato salvó la vida, pero no así el escudero. La posada ardió hasta las cecizas... un lugareño que había entablado conversación con Enoch y que todos tenían por mago, de nombre Deimos, les dejó dormir en su casa.

Todos los eventos nocturnos levantaron rumores de brujería en Kayholt y el propio conde, llamado Sire Wallace, les hizo llamar al día siguiente. No tardaron en escuchar la lamentable fama del conde que en sus años mozos había luchado en las guerras del norte con Svardia. Decían de él que era mujeriego, violento, injusto, arbitrario y cruel. Hacía más de veinte años que tenía a su mujer, la Condesa Alandra, encerrada en una torre por una discusión en la que ella se había negado a pedirle perdón.

El único que soportó la compañía de Ser Wallace en el castillo del Señor fue el joven Enoch, los demás decidieron salir de allí por su propio bien. El caso es que el mago no pudo reprimirse y acabó apostando con el conde nada más y nada menos que cien piezas de oro a que era capaz de convencer a Lady Alandra, para que se disculpase. El mago, confiando en sus artes, aceptó. Si perdía le despojarían de sus ropas y le arrojarían a patadas fuera de la ciudad. Mientras sucedía esto, Taulak se acercó a la casa del curandero Jonás a agradecerle el haberla curado del soplo. El curandero, o más bien su mujer Matilda, le pidió un favor a cambio. Su hijo Olaf se había hecho ermitaño casi dos años atrás y vivía en las montañas al noreste de Kayholt. Les gustaría comunicarse con él para decirle que no sabían si estaba vivo o no. Ofrecieron pagar a la druida por ir allí, y ella aceptó -Matilda le regaló un anillo como pago del favor- y casi lloran juntas.

Enoch conoció a la duquesa en la torre y tuvieron una conversación agradable al principio. Más tarde, el mago trató de encantarla con su magia, pero no funcionó. Lo intentó varias veces pero la fortuna no estuvo con él. Cuando la mujer se dio cuenta de que estaba siendo atacada con brujería, gritó y mucho.

El resultado final, Enoch desnudo en las puertas de Kayholt.

 

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Partida #6 "La visita a las montañas"

El resto del grupo socorrió al mago en las cercanías de la ciudad. Enoch quería, de todos modos, regresar a casa de Deimos a estudiar alguno de los libros de esa biblioteca, y puso tal empeño que finalmente los demás accedieron. Le acompañó Diana hasta la puerta oeste donde se encontraba la torre del supuesto mago. Entraron pagando el altísimo portazgo y en efecto el hombre les recibió contento. Pasaron allí la noche, aunque Enoch apenas pegó ojo puesto que no paró de leer.

Al día siguiente se despidieron de Deimos que les dijo que esperaba volver a verlos. Jon, Taulak y el lobo les esperaban algo más al norte. Salieron entonces del camino con cierta prisa puesto que Deimos les había recordado que estaban en Octubre y que en pocas semanas llegarían las nevadas a las Montañas de Hades, lo cual seguramente cerraría los pasos hasta la primavera. Ya durante el día Taulak fue percibiendo la presencia de una manada de lobos en las lomas en la distancia y empezó a temerse lo que, de hecho, sucedió por la noche: fueron atacados por los lobos. Por suerte nadie murió salvo animales.

Por la mañana fueron encontrados -más que al revés- por el joven Olaf, el hijo del curandero y su esposa. El jovenzuelo estaba en los huesos pero a pesar de su vida de hermitaño parecía gozar de buena salud. Sin embargo les contó una historia extraña y le pidió ayuda: hacía un tiempo que a veces veía una mujer paseando por los alrededores de una grieta entre las montañas, no muy lejos de allí. Fueron a mirar y el lugar era ciertamente extraño.

 Sin embargo se hacía tarde y decidieron descansar antes de ir a echar un vistazo. Olaf conocía una cueva cercana, y decidieron pasar allí la noche. Así fue como, horas más tarde, el svardo Jon, que hacía guardia en la entrada de la cueva, avistó una extraña luz en el hueco entre las montañas. Despertó a todos y fueron allí con cara de sueño, pero la luz ya no estaba y no había rastros.

Por la mañana subieron todos por la gran pendiente. Para sorpresa del grupo, a medio camino encontraron el cadáver de un hombre con una armadura de mallas y aspecto de guerrero. El desgraciado tenía pinta de haberse despeñado. Consigo traía, además, una extraña bolsa de cuero que parecía nueva. Dejaron el esqueleto allí y siguieron subiendo a pesar de que Olaf ya había cambiado de opinión y ya no le interesaba ni buscar a la chica que había dicho ver ni saber qué era aquello. No le escucharon y siguieron subiendo.

Arriba les esperaba un extraño edificio cuyo estilo no reconoció nadie. Dos pilones de piedra coronaban la construcción y sobre ellos un extraño efecto de magia o energía flotaba sin cesar. Una gran estatua de un dragón coronaba el arco de la puerta. A esto se accedía por un puente de piedra.

 

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Partida #7 "Entrada en la antigua morada de Kayn el Ilusionista"

Cuando trataron de cruzar el puente de piedra que daba paso al extraño templo, Diana estuvo a punto de despeñarse. Resultó que el puente no era tal sino un truco de magia. Una ilusión. Dedujeron que el guerrero despeñado abajo en las cuestas había encontrado su fin en aquella trampa. Con la ayuda del enano Ukka, la sortearon con cuerdas. Pronto estuvieron en el otro lado. Al acercarse al enorme arco que daba paso al interior descubrieron que no había ninguna estancia sino unas interminables escaleras que se hundían en las profundidades de la montaña.

Empezaron a bajar a pesar de las quejas de Olaf. Un buen rato llevaban cuando de repente escucharon un ruido fuerte en la parte superior y vieron una bola gigante de piedra que se abalanzaba sobre ellos. Se tumbaron a ambos lados del pasillo y la ropa pasó muy cerca sin dañar a nadie, por muy poco. Empezaban a temerse que aquel lugar fuese una trampa mortal.

Cuando llegaron a la parte de abajo de las escaleras, éstas acababan en una estatua de piedra donde la enorme bola había reventado. La estatua tan sólo tenía un nombre en la basen "Kayn", y mostraba a un señor con túnica y media melena, arcano. Enoch le reconoció como un viejo ilusionista que había vivido hacía unos tres siglos y que estaba enterrado en Akenar.

El lugar daba paso a numerosas estancias de piedra gris clara, tallada de forma extraña. Daba la sensación de que el lugar era mucho más antiguo que las puertas y marcos que había por doquier. En la primera sala, de hecho, Enoch encontró una trampa de fuego y estuvo cerca de no sobrevivir para contarlo, a pesar de los esfuerzos de Ukka y Jon para mantenerle con vida... (y de Diana, para qué engañarse).

Fue entonces cuando se les apareció una mujer joven, como un espíritu, y les dijo que se encontraba prisionera allí y les pidió que la rescatasen. De alguna forma les pareció una ilusión pero diferente a las que Kayn había sembrado en aquellas ruinas, así que decidieron -contrariamente a lo que Olaf quería- continuar explorando el lugar. 

 

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Partida #8 "Avanzando por las ruinas de Kayn"

Las estancias estaban repletas de trampas por doquier, ilusiones, pozos ocultos y juegos de un loco. En más de una vez alguno casi se cae por un agujero camuflado con magia... y lo peor no era eso sino unos grandes monstruos de barro que defendían el lugar, a los que el mago llamó golems, unas creaciones mágicas que seguramente el ilusionista Kayn dejó allí para defender el lugar. Tuvieron más de un combate con estos monstruos mágicos que tenían brazos con forma de cuchilla, muy peligrosos.

 Encontraron alguna puerta de hierro que no se atrevieron a pasar y, entre muchas otras, una estancia con una especie de arcón lleno de ceniza, entre la cual había medallones de plata labrados con ópalos blancos incrustados. De nuevo el mago conocía el nombre de aquellas piedras, a las que los alquimistas llamaban "piedra de la desgracia". Decidió ponerse uno.

 

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Partida #9 "La muerte del lobo"

Avanzaron pues hasta una estancia donde había un báculo clavado en el suelo de losas de piedra y, sobre él, pendulando, una bola de piedra gigante, y una puerta de bronce oxidada en verde tras unas escaleras. Cuando con una cuerda trataron de hacerse con el báculo, activaron una trampa en la bola que cayó desde lo alto y, al dar contra el suelo, explotó. El fuego hirió a muchos de ellos y mató a Drac, el lobo que había acompañado a Taulak desde la mismísima Svardia.

Estaban tan malheridos que encontraron otra estancia con una trampa de petrificación y una estatua sospechosamente realista, y decidieron hacer noche allí. Taulak se pasó la noche llorando por la pérdida de su compañero animal. Olaf, a pesar de ser un quejica, ayudó a todos sobremanera con su magia divina, curando heridas y aliviando quemaduras.

Por la mañana -o lo que ellos pensaron que era la mañana- pensaron que podían abrir aquella puerta de bronce, y eso hicieron. Se encontraron entonces con otro golem pero de otro tipo, como mecánico.

 

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Partida #10 "El ser invisible"

Para matar al "golem de vapor o mecánico", como más tarde le llamaría Enoch, intentaron valerse de la propia trampa del báculo, sin demasiada suerte. La druída invocó animales que les ayudaron en el combate y Jon tuvo la mala fortuna de abrir otra puerta mientras luchaban y se encontró con una baba viscosa, un cieno, que trató de comérselo. La situación fue dura y hubo un momento en el que no estaba claro que todos saliesen vivos de ella, como finalmente sucedió. Tras derrotar al golem de vapor, accedieron por fin a la sala protegida por la puerta verde donde, de nuevo, había varias trampas, un pozo ilusorio, en el que casi se mata Diana, y unas runas eléctricas, que por poco fríen a la druida.

En la estancia había una especie de baldaquino metálico muy raro que parecía albergar un pequeño altar. Fuese lo que fuese no se atrevieron a entrar allí ni tocar nada. Avanzaron por otro pasillo para encontrarse de frente con un gigantesco golem de piedra que vigilaba un cruce de caminos.

Este oponente era mucho más formidable que todos los que habían encontrado hasta el momento, de un par de ataques dejó inconsciente al enano Ukka, que junto a Diana trataba de guardar la retirada de todo el grupo. Fue entonces cuando la paladina, a riesgo de su propia vida, se quedó para salvar al enano caído. Sucedió además que de la nada empezaron a salir relámpagos y rayos que atacaban al golem de piedra, y el grupo -a pesar de no saber lo que eran- lo interpretó como algo bueno o de un aliado oculto. Finalmente Enoch usó una ilusión para engañar al poderoso golem y conducirlo a una de las propias trampas de Kayn, que acabó con el constructo con fuertes descargas de electricidad que iluminaron las estancias subterráneas.

Tras eso estaban tan maltrechos que decidieron volver a hacer noche en la sala de la estatua y la trampa petrificadora. Sin embargo Taulak había descubierto un nuevo amigo que, dedujeron, era quien había lanzado rayos al golem. Se trataba de un animal volador de forma indeterminada, escurridizo y evidentemente invisible. Varias veces se posó en la druida y se mostró amistoso. Enoch percibió que su poder mágico aumentaba considerablemente con la proximidad de la criatura...

Se pasaron pues varias horas descansando en la estancia con la esperanza de que Olaf pudiese curar a todos y pudiesen seguir buscando a la joven prisionera en las ruinas que había empezado todo aquello. Enoch seguía jugando con la bolsa mágica cuyos poderes había desvelado el día anterior: se trataba de un saco mágico en cuyo interior podía meter todo lo que le cupiese por la apertura. No sabía explicar dónde se guardaba todo lo que entraba pero tan sólo tenía que meter la mano y pensar en ello y le aparecía entre los dedos. Lo interesante es que el anterior dueño, el pobre desgraciado despeñado que encontraron en las cuestas de las ruinas, tenía ya muchas cosas dentro. Así era como el mago, de la nada, parecía sacarse cuerdas, cascos, espadas y todo tipo de cosas.

Tras reflexionar un poco en ello, Taulak se decidió a hacer un ritual para vincularse con el animal invisible, ya que éste parecía, de alguna forma, haberla elegido a ella para seguirla. Se pasó la noche cantando y bailando.

Ukka tenía cara seria y pareció que quería agradecer a Diana el haberle salvado la vida. Los enanos generalmente no tomaban estas cosas a la ligera. Quizás por eso, quizás no, se acercó al mago y le pidió con señas que le diese la gema que el Archimago le había dado, semanas atrás. Cuando el mago se la dejó ver, más que nada por ver qué quería el enano, éste trató de lanzarla a la trampa petrificadora. La cosa se puso tensa y Enoch salvó el medallón de ser petrificado, por los pelos. Entonces el enano, con señas, le explicó que en realidad había sido engañado por el Archimago Merion y que el ritual que se suponía debía hacer en realidad le costaría la vida. De alguna forma el Archimago había metido su esencia mágica en la joya y el hechizo que el aprendiz debía realizar en solitario liberaría esta energía que, sin duda, se apoderaría de su cuerpo. Entender que había sido engañado a traición por el Archimago fue un shock importante para Enoch, que guardó el medallón en la bolsa mágica y se pasó el resto de la noche deprimido sin pegar ojo. Diana trató de consolarlo sin mucho éxito, mientras Olaf roncaba.

Por la mañana vieron que empezaban a escasearles los víveres, pero querían seguir explorando el lugar. Empezaron a avanzar hacia el norte cuando unos golems de barro les atacaron y tuvieron que combatir con ellos junto a unos puentes de piedra. Derrotaron a los monstruos y luego pensaban continuar al norte cuando la imagen de la chica joven se les apareció de nuevo y les indicó que estaban errando el camino... luego se desvaneció. Así que, aún a riesgo de que se tratase de una trampa, desandaron el camino y llegaron a un lugar con unas puertas protegidas mágicamente. Las tiraron abajo, en contra de los consejos de Olaf.

Las puertas daban a una estancia que apenas pudieron ver porque de repente salió un grupo de fuertes golems guardianes, muy feroces y con placas de hierro que les protegían. En la puerta el grupo apenas podía combatir, pero el mago, usando todo el poder que era capaz de extraer de su propia fuerza vital, conjuró numerosas bolas de fuego que cambiaron el cariz del combate -e incluso hirieron por error al compañero invisible de Taulak-. Tras numerosas explosiones, el grupo derrotó a los constructos.

 

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Partida #11 "Milanah, la hechicera"

Tras derrotar a los terribles golem guardianes, el grupo consiguió acceder a una sala alargada de suelo pulido, con dos enormes balcones a cada lado. En el centro de la sala había una semiesfera de agua flotante que aprisionaba a una mujer anciana de pelo blanco, túnica dorada y mirada intensa. Dentro de la burbuja tenía un catre para dormir, una silla y un libro.

Trataron de comunicarse con ella pero no era posible escuchar lo que decía la anciana ni hacerse escuchar. La mujer se arrodilló y al concentrarse brevemente apareció fuera de la burbuja una imagen de una joven bonita y lozana, que recordaba sospechosamente a la anciana. Les dijo que estaba agotada por realizar este truco pero que podía hablar con ellos unos instantes apenas. Les previno contra el guardián que se invocaba en caso de romper el conjuro de la esfera, un elemental de agua. Cuando iba a seguir hablando, la imagen se cortó.

Inspeccionaron la sala, sobre todo Taulak, que acababa de descubrir que cuando estaba en contacto con su compañero animal veía mucho mejor y escuchaba todo con mucha más nitidez, si se concentraba en ello. Enoch estuvo investigando el lugar mientras Olaf hablabla sin parar de salir de allí y Ukka guardaba silencio, como siempre.

Estuvieron valorando un rato sus posibilidades contra un elemental de agua. Por lo que sabía el mago, se trataba de un monstruo poderoso y habían visto en aquella ruina que el ilusionista loco Kayn no se había andado con bromas a la hora de proteger el lugar, por lo que había de ser prudente. Decidieron, antes de enfrentarse a nada, explorar un poco más aquellos balcones de la sala. Parecía que Enoch no parecía muy confiando en la anciana desde que había visto que era una hechicera...

Caminaron de regreso por varios de los pasadizos que les habían conducido hasta allí y encontraron el acceso a una de las cornisas, con trampas ilusorias incluidas. Allí se encontraron con un pilón que tenía una runa escrita en la parte superior (la equivalente a "L", es decir, "agua" o "lago"). El mago estuvo estudiando el funcionamiento mágico de aquello -puesto que lo había- y acabó por deducir que en algún otro lugar (¿quizás la otra cornisa?) debía de haber otro pilón como aquel: pulsando ambos a la vez, la burbuja de agua se vendría abajo sin invocar al elemental de agua que guardaba a la prisionera.

Regresaron a la estancia para tratar de entenderse con ella a base de señas. Llegaron a entender que ella podía usar algo de magia pero que se encontraba bajo el efecto de una poderosa maldición que haría que le pasase algo malo temporalmente, así que aunque disipase la cúpula no podría ayudarles contra el elemental...

No importaba, ellos creían posible encontrar el otro pilón pero antes de nada debían descansar. Todos estaban algo heridos tras el fiero combate de la mañana y el mago, para más inri, no podría usar su magia en dos semanas. Se refugiaron en la sala de la estatua de piedra. Olaf se durmió pronto mientras Enoch buscaba en su bolsa mágica si había alguna armadura que valiese a Diana. Encontró varias, y la paladina encontró una armadura de placas y mallas con unos leones inscritos en las hombreras. A Diana estos le recordaron a cuando era niña y se aprendió los escudos de las grandes casas vilonias, era el mismo blasón que el del Rey León el Traidor, Rey de Borundia, que había traicionado a Akenar en la I Guerra de Akgard. O al menos se le parecían, los tres leones.

Entretanto Jon se pasó gran parte del tiempo distraído con la lectura de la Historia de Gondomar y Enoch aprendiendo cosas sobre los astros. Resultó que el mago había recordado que días atrás, en la Torre del Dominio, habían encontrado algunos libros en las estancias de los aprendices de Tenser, y los sacó para leerlos. El svardo, contra todo pronóstico, sabía leer común, lo cual sorprendió al mago.

La druida aún seguía investigando acerca de la naturaleza escurridiza de su compañero animal invisible... descubrió, por prueba y error, que el bicho era carnívoro. Por cierto, la comida se les estaba acabando.

Por la mañana regresaron a la estancia donde se encontraba la anciana, a la cual despertaron al llegar. Querían estar bien preparados ante un posible combate, pero también evitarlo si era posible. Jon trató de fijar un gancho en el otro balcón que se veía en uno de los muros de la estancia pero no lo consiguió. El animal de Taulak fue el que se encargó de ello, para regocijo de la druída. Al subir encontraron que tras una reja se encontraba otro pilón como el que habían visto el día anterior. La runa de este pilón era la correspondiente a la "i", cuyo sigfificado es "hielo". Se pusieron de acuerdo para que Diana, Jon y Olaf estuviesen abajo esperando al elemental de agua. Enoch y Ukka en uno de los balcones. Taulak, en el otro. Al contar hasta tres activaron el mecanismo mágico.

Lo que el mago no había deducido en su estudio mágico es que la esfera de agua lanzaba un rayo protector al apagarse, de modo que toda la estancia se iluminó de azul y se vieron varios rayos cruzados. Jon y Diana se vieron protegidos por la magia divina de Olaf, pero no así el propio clérigo, la druída o Ukka, que estuvo cerca de morir con el ataque. Extrañamente, el mago Enoch no fue atacado, lo cual le hizo deducir que los medallones de los sirvientes -él llevaba uno puesto- le salvaguardaban de las trampas en aquel lugar... Tras el susto pudieron por fin hablar con la anciana.

La mujer se llamaba Milanah y era una poderosa hechicera nacida siglos atrás. Su historia se remontaba a tiempos en los que el ilusionista Kayn estaba vivo. El hombre se había enamorado de ella y la pretendió hasta recibir una negativa por parte de ella. Insistió y la negativa fue doble y llegó un momento en que el mago trató de conquistar a Milanah por la fuerza, sin conseguirlo. Así que la hizo prisionera y pensó que el tiempo doblegaría lo que el corazón no había podido... pero al parecer se equivocó pues se había muerto antes de que la mujer se rindiese. La hechicera permaneció capturada en aquel extraño lugar durante décadas y décadas, que se tornaron en siglos, unos trescientos años más o menos, según los cálculos de Enoch.

Ahora, libre, sólo quería regresar a su morada donde trataría de quitarse de encima la terrible maldición que Kayn había lanzado sobre ella... pensaba, por supuesto, recompensarles por haberla liberado, aunque el hermitaño Olaf no parecía especialmente ilusionado con ello así que les pidió que le acompañasen a la puerta de las ruinas y se iría a las montañas. Ukka dio a entender que él haría lo mismo, aunque antes de despedirse le regaló a Diana un anillo con tres yunques labrados en él. Obviamente no puedo explicar qué era aquello. Tras eso, el enano y el joven hermitaño se fueron por las escaleras que llevaban a la entrada de las ruinas.

Milanah les contó que tenía poder para regresar a su morada y llevarles con ella. Sin embargo se temía que la maldición sería dura con ella y que era posible que se quedase desvalida un tiempo; les pidió que la cuidasen mientras esto sucediese. Ella se lo agradecería en su momento. Les pidió que se acercasen para realizar un conjuro. La hechicera, por cierto, notó la presencia del animal de Taulak. Llegarían a un cromlech de piedras al lado de un lago. Allí, en el agua, se encontraba una pequeña isla donde estaba escondido el refugio de la hechicera. Habría que ir hasta el islote y esperar al amanecer o al atardecer, que eran los dos únicos momentos del día en los que se podía ver la puerta.

Se formó un círculo blanco alrededor de ellos y el mundo de ruinas y subterráneos desapareció para dar paso a una colina junto a un lago. Un círculo de cinco piedras grandes les rodeaba, a un lado un bosque otoñal, al otro un lago... con un castillo enorme conscruído donde ellos esperaban encontrar un pequeño islote. La hechicera, además, se había convertido en cabra. Beeee. Hacía fresco pero Taulak no quería salir de allí pues se trataba de una colina faérica, aunque finalmente decidieron acercarse al castillo. Sobre las torres altas de la fortaleza se podía ver un pendón dividido en dos y dos, una de las enseñas era la Estrella Vilonia, plateada sobre fondo negro. En el otro escudo se veía la Dama del Lago.

La Dama del Lago era el escudo de armas de la ciudad vilonia de Artoin. Según la leyenda, durante la Guerra de las Coronas, entre los reinos de Cirannia, Nevesy y Haldheim, el que sería futuro rey de Vilonia, llamado Osthildar, se enfrentaba
junto al lago a Doror Tresmanos, monarca de los Acos del norte de la isla. Los acos superaban en cinco a uno a los vilonios del sur liderados por Osthildar. Se dice que una campesina del lugar, enamorada del joven semielfo Osthildar, se tiró al lago para hacerse con la magia élfica del lugar y sacó de él al amanecer una espada mágica con la que Osthildar derrotó a los acos. Tras la batalla, el rey lanzó la espada al lago. Otros creen que la espada se guarda en la cercana ciudad de Artoin. Otros que la muchacha no era una campesina sino una mujer que llevó un regalo al rey... otros dicen incluso que ni siquiera hubo espada... el caso es que se formó una orden de Caballeros de la Dama del Lago desde ese momento, y fue una de las órdenes más importantes en tiempos del Imperio Vilonio... dice la leyenda, también, que en un momento de extrema necesidad el Rey podrá venir al lago y reclamar la espada para si de nuevo...

Con esta historia en mente se acercaron al castillo, junto a la cabra. Escucharon el tañido de campanas, probablemente había muerto alguien allí. Se cruzaron con un cazador que les habló en vilonio, efectivamente durante la noche el señor del castillo había muerto en cama, de extrema vejez...

 

Tintagael


Luna

Seluna


Partida #12 "El Encantamiento de Sueño"

Entraron en el castillo de Tintagael el lunes día 22 de Octubre, apenas un par de semanas después de que la Torre del Dominio fuese atacada por las fuerzas del Caos. En la puerta tuvieron que dar algunas explicaciones pero tampoco les costó demasiado entrar en la impresionante fortaleza vilonia que era, posiblemente, el castillo más alto que habían visto en su vida. Enormes torres de piedra gris con decoraciones en las cornisas, arcos de piedra apuntados y banderas y estandartes en las alturas. Al otro lado de las murallas sonaba el tañido de una campana que anunciaba, según supieron más tarde, que Lord Antony había fallecido.

Fueron a la posada del castillo, un lugar bastante limpio para ser lo que era. Allí conocieron a Igrán, un arcano de Akenar que regentaba el negocio. Les dijo que las costumbres vilonias con los muertos eran que durante tres días la comida y bebida del castillo fuese gratis, no así las habitaciones. Alquilaron dos de las tres que había y supieron que en la otra dormía un viajero llamado Kurz. De hecho más tarde Enoch se encontró con él y le pareció un hombre insistente y algo falto de educación, quizás porque, como él le mencionó, estaba demasiado acostumbrado a tratar con enfermos. Por fin pudieron comer tranquilos en un lugar seco y civilizado y la promesa de unas camas de paja limpia prometía una noche increíble, la primera en mucho tiempo. Así que se relajaron un poco, comieron algo de queso e hidromiel y pan negro vilonio. Luego cada uno se dedicó a sus cosas por un rato.

Diana, tras descansar y asearse un rato dándose un baño de agua caliente que la sirvienta Mircea le preparó, fue a dar una vuelta y encontró que casi enfrente de la posada estaba la iglesia del castillo. Allí le habló un caballero entrado en años, cojo, de pelo cano, que le dijo que le habían llegado rumores de que había entrado en la fortaleza una mujer guerrera ataviada con una armadura con los Tres Leones de León I el Traidor. Si bien al principio ella no sabía de qué le hablaba aquel señor, llamado Sire Randon, Castellano de Tintagael, luego se percató de que su armadura, sacada del zurrón mágico de Enoch, efectivamente tenía labrados esos Tres Leones en las hombreras. Al parecer el guardia de la puerta -un tal Mark- se había dado buena prisa en hablar de ello. La paladina aclaró que no era su Casa ni nada por el estilo y el Castellano pareció creerla. De hecho la invitó a pasar, aquella misma noche, por el banquete que el nuevo Conde daría en honor a su fallecido progenitor. Tras eso, Diana se fue a la que llaman la Torre de los Caballeros, donde se enteró que en toda la comarca hay un exabrupto de trasgos, en incluso algún troll, y que pagan a cinco piezas de plata la cabeza de cada humanoide. Salen, de hecho, batidas de soldados diariamente del castillo para tratar de cazar a estos seres bandidos y ladrones, pero hay por doquier. Diana llegó a hablar con Sire Wace, el capitán al mando de las tropas del Conde, aunque éste fue un poco rudo.

Por su parte, Taulak estuvo alimentando a su familiar invisible con carne fresca y luego salió a dar una vuelta y darse un baño. Mircea, la criada, le dijo que los baños estaban en la Torre Chica, pero ella se perdió un poco por el camino y acabó en el Bosque de Dioses del castillo. Estos lugares son, generalmente, lugares antiguos que las fortalezas tienen donde se puede adorar a viejos dioses paganos, no era raro que un castillo vilonio contase con uno. Había robles viejos, centenarios. Allí la chica se cruzó con un muchacho noble que resultó ser el Conde Revery, el hijo primogénito del fallecido Lord Antoni. Si bien al principio fue un muchacho amable con ella, pronto hizo valer su condición de noble y despachó a Taulak del lugar. Antes de irse, la svarda encontró en el sitio una estela de piedra de unos dos metros de alto, con una pintura de una mujer sorprendentemente parecida a Milanah (la cabra); dándole mil vueltas en la cabeza, se fue y, tras perderse nuevamente por pasillos y algún patio, acabó encontrando los baños vilonios.

Jon bajó a la posada a charlar un poco con la gente de allí y tratar de averiguar algunas cosas. En realidad ellos tenían en mente encontrar el viejo refugio de la mujer Milanah, convertida en cabra desafortunadamente, de la cual el svardo sospechaba podía ser la mujer de las leyendas de la Dama del Lago. O de algunas de ellas, puesto que en muchas historias se trataba de una bruja malvada y en otras, sencillamente, moría de amor por el Rey Osthiladar el Magno, el fundador de Vilonia, dos milenios atrás. Un viejo le contó, de paso, que en las Colinas de los Duendes el mítico Rey había sido asesinado por un doppleganger y que éste le había suplantado el resto de su vida. La tumba del Rey se podía encontrar escondida en un túmulo, quizás. También le contaron que la espada del Rey, la que le dio la Dama del Lago, era malvada. Pero bueno, eso eran viejas historias y leyendas, de lo que era el presente Jon se enteró de que en la villa de Corben había un brote de peste que era poco recomendable pasar por allí, al menos hasta que llegase el invierno y la enfermedad se durmiese, como solía hacer. Trasgos por doquier en el Bosque del Arciano. Bandidos en el Bosque de Canda. Y lo más importante, que la moza Mircea, la guapa doncella de la posada, era bastante accesible si se le hacían regalos de forma conveniente...

 

Enoch estuvo un rato estudiando la maldición que atacaba a la pobre cabra, Milanah, y tras ver los fujos de magia que rodeaban al animal llegó a la conclusión de que el conjuro duraría entre una y cuatro semanas. En realidad no eran tan malas noticias teniendo en cuenta que él se encontraba exhausto tras su uso desesperado de la magia el día anterior... tras eso se pasó un buen rato examinando el mapa que habían encontrado en los aposentos de Tenser, bajo la Torre del Dominio, un mapa de tinta invisible. Por fortuna sus conocimientos de alquimia no eran pocos y en las cocinas de la taberna, delante de la muchacha Mircea, consiguió hacer un preparado de limón que haría aparecer la tinta en una jornada. Durante la tarde el mago vio que una cantidad fuerte de energía mágica de encantamiento flotaba en el aire. Decidió investigar aquello más tarde, desconocedor de las consecuencias que tendría para él en el futuro aquella decisión.

Ya empezaba a caer la noche cuando se encontraron de nuevo en la posada. Estando así tranquilos tuvieron un rato para aclarar que los tratos con el Archimago ya no estaban vigentes y que si iban juntos es porque a los cuatro les gustaba. Todos se sintieron bien con aquel acuerdo que, en realidad, llevaba ya muchos días en práctica.

Diana había sido invitada al banquete y así fueron todos. Allí conocieron a Gogodin, un bardo vilonio que les distrajo un rato hasta que el amigo invisible de Taulak se hartó de él y lo asustó de forma harto contundente. También pudieron ver que la viuda de Lord Antoni, una mujer mayor llamada Morgase, estaba en el banquete, así como sus dos hijos, el Conde Revery y Lady Enna, la menor (que tenía fama de pasarse el día leyendo en la Torre del Bajel). Aparte de eso había algunos condes de los alrededores, el propio señor de Corben, el Castellano de Guiamor, el Conde de Lot Erelle y el hijo mayor del Conde de Artoin, es decir casi todos los señores feudales de los alrededores con sus damas y sirvientes cercanos. Sin duda la región debía tener buen respeto por el fallecido.

El Castellano Sire Randon fue a hablar con ellos y se mostró amable con Diana.

Les explicó que en tiempos del Emperador Glaumar de Praia, el que había sido Rey Vasallo de Vilonia, León, había sido obligado por el Emperador a dejar la corona de la isla a su hijo y enviado a pacificar el sur de Borundia en numerosas campañas militares contra los pictos y los alinos. Seguramente el vilonio se sentía traicionado, pues había sido un vital aliado del Emperador durante la guerra civil contra su primo. Precisamente ese debió ser el motivo de su exilio, lo bien parado que había salido, lo que podía llegar a resultar una amenaza para el Emperador Glaumar, unido a la oculta afición de León por los rituales de Magia Negra, que el Emperador quizás trataba de ocultar a la Inquición. Fuese cual fuese el motivo, llevaba demasiados años embarrado en guerras menores como para que la oferta de Akgard no le resultase tentadora. A cambio de una cantidad de riquezas sin igual, e incluso la corona de la isla de Borundia, facilitaría el desdembarco de las tropas de Akgard en Vilonia. Desde ahí, los orcos de Amón podrían preparar la invasión del resto del Imperio si fuese necesario. En el mes de Marzo del año 1016 DS las tropas de Akgard desembarcaron en la costa oriental de Borundia. León rindió las plazas pues contaba en ellas con hombres leales y de las seis legiones que se encontraban en la isla, cuatro le juraron fidelidad. Las otras dos fueron asediadas en las ciudades de Guria y el puerto imperial de Somor. En aquellos tiempos lejanos, Lord Antony había heredado el castillo de su padre y se negó a jurar fidelidad al Rey Traidor, lo cual le acarreó grandes desgracias por aquel entonces, el castillo sufrió asedio y más de la mitad de sus vasallos murieron en aquellos días. Un año antes de la Paz de Hierro, el castillo fue liberado por el legendario caballero arcano Angus de Praia. El conde, de hecho, le acompañaría en la guerra al sur contra los gardios y las tropas del Rey Traidor. La paz (la primera de varias, de hecho) llegó con la tregua del año 1023 DS. Obviamente Lord Antony jamás olvidó los Tres Leones, el emblema heráldico de Leon I, ni sus vasallos, a pesar de que aquello había sucedido más de cincuenta años atrás y ahora se encontraban en el año 1081 DS...

Diana, tras escuchar la historia, decidió que visitaría la herrería al día siguiente para que cambiasen los Tres Leones quizás por el Sol de Pelor... tras eso, Sire Randon le habló a Taulak, al enterarse de que era druida, del Arciano de Hoo, que al parecer él mismo lo había visto con sus propios ojos, y de la Puerta Verde, un lugar faérico que los campesinos situaban en las lomas al norte, llamadas Colinas de los Duendes. 

Fue entonces cuando Kurz entró en el banquete. Enoch, que le había conocido antes, se fijó en él, quizás porque le había tomado cierta antipatía. El hombre, vestido con una túnica gris parecida a la que usaban los monjes por aquel entonces, traía consigo una caja de madera sencilla. La llevó al Conde Revery y la presentó con todos sus respetos. Fue entonces, cuando el joven noble abrió la caja, cuando sucedió una magia terrible.

Casi todo el castillo fue presa de un poderoso encantamiento que durmió a todos los que lo habitaban. No sólo los comensales, nobles y criados de la cena, sino todos. Independientemente de lo que estuviesen haciendo, se durmieron. Algunos vigías se mataron al caer de las murallas. Se produjo algún fuego. Una muchacha que recogía agua del pozo se cayó por él y se ahogó. Numerosos accidentes sucedieron, aunque muchos tuvieron más suerte y simplemente se quedaron tumbados sin peligro. No se sabe cómo, Enoch, quizás porque estaba especialmente atento, consiguió aguantarse el sueño mordiéndose los labios. A pesar de eso intuyó que no era mala idea no llamar la atención así que se hizo el dormido.

Kurz y un grupo de hombres armados irrumpieron en la sala portando sacos. Al parecer venían a robar todo lo que se les antojase. Joyas, oro, bolsas, collares y objetos mágicos, si es que había alguno. Enoch vio que el hombre lanzaba un conjuro para detectar magia y daba órdenes a sus esbirros. Al menos apartaron a los que estaban junto al fuego para que no les prendiese la ropa.

El mago consiguió dominar su miedo y se arrastró entre los durmientes. Por fortuna la banda de ladrones estaba demasiado ocupada para fijarse en nadie, y más importante, quizás no esperaban que alguien hubiese resistido el poderoso encantamiento. Sin embargo cuando Enoch llegó a la puerta y se paró en el parteluz, vio que cuatro hombres más esperaban con un par de carretas lo cual dificultaba enormemente su huída, a pesar de que ya era noche cerrada. Por eso decidió arriesgarse a lanzar un conjuro y encantar a Kurz, sabiendo que si el villano resistía su magia tendría un problema muy serio. Desde las sombras, conjuró su hechizo, que funcionó.

Kurz se convirtió en su amigo bruscamente, así que Enoch salió a la luz para sorpresa de los bandidos. De todos modos como su jefe parecía conocer a Enoch, nadie sospechó nada raro pasado el primer instante. El mago llevó la conversación para enterarse de algunas cosas, como que los bandidos iban a una isla, que pensaban robar una Reliquia de la iglesia que en realidad no era lo que parecía, y que Kurz pretendía ir a la biblioteca de la Torre del Bajel porque tenía entendido que era donde el viejo mago Ordinus -un nombre que Enoch nunca había escuchado- guardaba sus libros de conjuros años antes de morir. Eso y todo lo que encontrasen de valor en la fortaleza. Enoch consiguió evitar que robasen a Jon, Diana y Taulak cualquier cosa mágica que tuviesen*. También se las apañó para engañarle diciéndole que poderosos aliados del Conde habían previsto el encantamiento y que estaban por llegar. Kurz, como se fiaba de él, se lo creyó. El mago les dio a los esbirros el medallón de ópalo blanco que había conseguido en las estancias del loco mago Kayn.

Los bandidos, guiados por el amedrentado Kurz, decidieron irse de allí lo antes posible.

No fue hasta un par de horas después que la gente empezó a despertarse. Fue el caos absoluto. Casi todos habían sido robados en mayor o menor medida. Mucho oro, alguna que otra arma mágica incluso, anillos, collares, y lo más importante, raptaron al Conde. En medio de todo eso el Castellano ofreció una recompensa de 200 piezas de oro al que capturase al culpable.

De todos modos Jon, Diana y Taulak no sabían que Enoch había salvado sus cosas y se pusieron bastante nerviosos al ver que les habían robado como a todo el mundo. Cuando el castellano Sire Randon pidió que todos los que no fuesen nobles se fuesen a sus estancias, regresaron a la posada para armarse y ponerse las armaduras. Entretanto Enoch fue a la iglesia a mirar qué demonios era aquella Reliquia para descubrir que, en efecto, había una urna cristalina en la que se guardaba lo que llamaban el Pie Santo, que en realidad no era de hueso...

Volvió con ellos y hablaron en la posada. Allí les desveló que había salvado sus cosas, lo cual le valió un fuerte abrazo de Diana. Hablaron de cómo ayudar a la gente del castillo sin desvelar realmente que Enoch era mago y, a pesar de que Diana no gustaba de ello, decidieron escribir una carta falsa y "encontrarla" en la habitación de Kurz, diciendo que habían raptado al Conde y que esperaban un cuantioso rescate en la Isla de los Leprosos, un lugar al sur de allí, en el lago Nym'ue. Como nadie que supiese leer encontraría eso, lo llevaron abajo y se lo enseñaron al posadero arcano Igrán, cuya prima había muerto en las brasas de la posada y se encontraba llorando abajo con casi toda la gente de la taberna.

Igrán montó en cólera al leer la carta falsa de Kurz y corrió como un loco a avisar al Castellano. Enoch y Jon le acompañaron para apoyar la historia si hacía falta. En dos minutos una turba de gente entraba por la puerta de la Torre del Homenaje.

La hermana del Conde, Enna, estaba al mando, como le correspondía por línea de linaje. La muchacha leyó la nota falsa y no dudó ni un instante acerca de su autenticidad. Corrieron con presteza órdenes para juntar una partida de soldados y caballeros que partiesen esa misma noche en busca del raptado Conde Revery. Igrán y Enoch fueron recompensados con 10 piezas de oro.

Entretanto Diana y Taulak habían ido al Patio de la Justicia a ayudar a los heridos por el sortilegio de sueño. Su ayuda no pasó desapercibida al padre Umberto, un sillenita, que les fue a agradecer sus cuidados, más a Diana que a Taulak. La druida, tras eso, pasó por el Bosque de Dioses por si veía algo raro. Llevaba con ella a Milanah, la cabra.

*Nota para Diana: Os recuerdo que una espada sagrada no sale como mágica con un Detectar magia. Para eso hay que lanzar un Detectar sagrado. Quizás, a fin de cuentas, su espada hubiese pasado desapercibida a ojos de Kurz. Aunque tampoco sería raro que tuviese un Detectar sagrado...

 

Tintagael


Luna

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Partida #13 "Lady Enna"

Después de todo el revuelo causado por la brujería y las muertes varias en accidentes, la cosa empezó a calmarse. Fue entonces cuando Enoch se acercó a la Torre del Homenaje a echar un vistazo a ver si había forma de cruzar a la biblioteca de la Torre del Bajel, pero no encontró forma posible de sortear a los guardias. Cuando se dio por vencido y salía de allí le llamó una de las criadas de la hija del conde, lady Enna. La doncella, de nombre Muriel, había sido enviada por su señora para buscarle en la posada del castillo y le había visto allí por casualidad. Le condujo hasta su señora, que estaba en un salón en el segundo piso de la Torre del Homenaje.

Lady Enna parecía una chica perspicaz y observadora. Se preguntaba cómo era que Enoch sabía leer, pues era el que había "descubierto" la supuesta nota de Kurz. Tras preguntarle por los objetos mágicos que portaba (Enoch le enseñó el zurrón mágico) y escuchar la historia de cómo habían llegado de Akenar desde la Cruz de Mortimer, en el sur, y su oficio de escriba, la noble le hizo saber que pensaba que era un mago y que tenía que dilucidar si había tomado parte en la brujería acontecida aquella misma noche en el castillo. Enoch le dijo que viajaba con una paladina de Pelor, lo cual pareció darle cierto crédito, de forma que la noble le pidió que regresasen por la mañana a hablar con ella. Al irse de allí, la doncella Muriel pareció interesada en ciertos favores carnales que el mago no tuvo objeción en otorgarle.

Mientras Jon dormía en la posada el sueño de los justos, su prima regresó del Bosque de Dioses pensando que la cabra no mostraba ningún tipo de reacción especial a nada, actuaba como un verdadero animal y no como una bruja encantada. Su compañero invisible la acompañaba, eso si. Al entrar en la posada se encontró con Diana, que se preguntaba por el paradero de Enoch. fueron a preguntar a la iglesia por si alguien le había visto pero nada. Finalmente la druida se fue a dormir y la paladina se quedó pensativa en el salón común. Así pasó la noche en vela.

El mago regresó temprano a la posada, con el sonido de los gallos en el castillo y el sol que salía por el lago, al Este. Para disgusto de Diana, le contó que había pasado la noche con una doncella de Lady Enna, pero no se percató del sofocón que provocó en la chica.

Cuando todos se levantaron, Enoch les explicó lo que había hablado con Lady Enna y que deberían desayunar con ella. Fueron por separado, pues la paladina parecía encontrase mal y se rezagó, así como Taulak, pero finalmente se juntaron allí y subieron a hablar con la noble.

Al parecer el padre de Lady Enna había adorado a Pelor en su juventud, luego se había convertido a la religión sillenita; la chica, pese a eso, tenía buenos recuerdos y se mostró especialmente amable con Diana, una vez comprobó que realmente era paladina. Eso prácticamente despejó las dudas sobre su posible implicación en la brujería de sueño. Tras eso, Lady Enna les ofreció la posiblidad de quedarse en Tintagael a su servicio puesto que su hermano Revery contaba con todo el feudo, pero ella -una vez regresase liberado por Sire Wace, el Maestre de Armas que había partido conduciendo un numeroso grupo de hombres persiguiendo a Kurz- apenas tenía personas a su servicio. El viejo mago Ordinus había muerto hace dos años y nadie había ocupado ni su puesto ni sus estancias, que permanecían cerradas. Lady Enna les dio unas horas para pensárselo. Pareció, de todos modos, que a todos les gustaba la idea, de forma que decidieron aceptar.

Durante el resto de la jornada tanto Diana como Jon conocieron a Gabriel, la hija del herrero, que de alguna manera se había quedado prendada del svardo nada más verle entrar en el castillo el día anterior. Diana acordó con Adric, el herrero y padre de Gabriel, que trabajaría gratis en la forja para seguir aprendiendo el complicado arte de la herrería. Como la paladina parecía disgustada Taulak estuvo haciendo compras para conseguirle un vestido y que se sintiese mejor. Enoch, que había conseguido permiso para subir a la biblioteca de la Torre del Bajel, se pasó unas buenas horas curioseando allí.

En una de estas Diana se encontró conque llevaba en el bolsillo una tela que ella no recordaba de antes. Se trataba de un paño blanco con un círculo negro en su interior. Como no sabía qué podía ser aquello se le ocurrió ir a preguntarle al Padre Umberto, que como estaba muy atareado con los enterramientos no pudo prestarle demasiada atención y se guardó el objeto para mirarlo más tarde.

Pasó así la tarde y Taulak, Jon y Diana se encontraban en la posada descansando y bebiendo algo cuando de repente se escucharon gritos en el patio. Al salir, uno de los enterradores ensangrentado estaba dando la alarma: un monstruo de pesadilla había atacado a la gente que estaba enterrando a los muertos de la noche anterior. La brujería se había apoderado del castillo. Corrieron al lugar y entraron en el Bosque de Dioses. Tras él, por un camino de piedras, se llegaba al cementerio, al que se accedía por una puerta de reja que se encontraba abierta. De allí, de repente, surgió un perro gigante negro como la noche cuyo cuerpo estaba rodeado de sombras y humo. Sus fauces parecían bien reales y atacó al grupo de hombres y mujeres del castillo que se habían acercado. Fue entonces cuando Diana y uno de los soldados del conde se atrevieron a hacerle frente a la bestia. El compañero invisible de Taulak atudó con su magia de relámpagos, aunque los lugareños se vieron aún más asustados por ello. Diana luchó con bravura pero fue finalmente Sire Brian el que remató a la bestia, para alivio de todos. Tras eso entraron en el cementerio para descubrir que todos estaban muertos, incluido el Padre Umberto. En sus ropajes Diana encontró la tela que ella misma le había dado horas antes pero ésta ya no tenía la mancha oscura...

Tanto Sire Randon, el castellano, como Lady Enna, se personaron en el lugar con un nutrido grupo de soldados. Incluso Enoch, que había escuchado campanadas, había acudido. Fue entonces cuando tuvo oportunidad de hablar con Lady Enna unos instantes y darle la noticia de que aceptaban ponerse a su servicio. La noble le indicó que si bien tenía en mente varias tareas, entre ellas descubrir qué ocultaba una puerta en el piso bajo de la Torre del Bajel, su primera misión sería averiguar qué había sucedido allí aquella noche y si tenía alguna relación con la brujería acaecida la jornada anterior. Sire Randon, en cualquier caso, ordenó que cerrasen las puertas del castillo y que se revisasen todas las estancias de la fortaleza como medida de precaución. Se rezarían varias misas para librar al castillo de su embrujo.

Muriel, la criada, se encargó de buscarles uno a uno y darles un anillo de bronce con un cisne labrado en él, marca de los vasallos de Lady Enna y cuya posesión daba permiso especial para rondar por el castillo sin tener que dar explicaciones a nadie. Con el anillo le dio un libro de magia a Enoch. Lady Enna le había dicho que poseía tres libros del viejo mago y que según fuese confiando en él se los dejaría copiar. Muriel tuvo que buscar a Diana en los altos de la Torre de los Caballeros donde la paladina había ido para que Sire Jeremy la curase.

Jon y Taulak tomaron posesión de sus nuevos aposentos en la Torre del Bajel, donde además tenían un criado de nombre Pedrus, un joven alegre y nervioso al mismo tiempo. En la estancia superior Enoch encontró las viejas estancias del mago Ordinus, que había dejado allí algunos objetos mágicos: tres Velas de Luz, un Pergamino de Copia, una Varita de Proyectil Mágico (con 12 cargas), y una bola y una alfombra cuyos poderes Enoch no pudo determinar en aquel momento. Jon se fue a las perreras donde el sirviente Jayme le ayudó a encontrar un buen perro lobo, al que llamaron Rok.

Empezó a llover con fuerza justo al caer la noche. El día había sido largo y todos se fueron rendidos a dormir.

 

Biblioteca del Castillo de Tintagael: +6 Arcano, +4 Arquitectura, +2 Dungeons, +5 Geografía, +1 Guerra, +7 Historia, +2 Local, +3 Naturaleza, +7 Nobleza y Realeza, +5 Religión, +4 Alquimia. Si no se habla Vilonio, -2 a estas tiradas. 1d100XPs por partida.

 

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Partida #14 "Lady Enna"

Siendo finales de Octubre en el norte de Vilonia, era normal que hiciese frío y mal tiempo, incluso que nevase. Si el día anterior había estado bastante nublado, el mércades llovería todo el día copiosamente, lo cual oscureció visiblemente el humor de muchos en el castillo.

Milanah continuaba transformada en cabra, pero eso no impisió que Taulak vagase por los patios con el animal tras ella empapado. Visitó el Bosque de Dioses y decidió reunir a su primo y a Diana para inspeccionar la imagen en el muro de la Torre del Lobo. Enoch, entretanto, estaba enfrascado en los libros de la biblioteca tratando de indagar qué demonios había pasado con el perro de sombra la noche anterior; y algo encontró: existía un raro conjuro divino ritual llamado la Marca del Caos, que invocaba una criatura caótica en las cercanías de donde se encontraba el objetivo del hechizo. El sortilegio era poderoso pues había de ser realizado por nada menos que trece clérigos. Recordó entonces que Diana había sido confundida por los seguidores del Caos, que habían pensado que se trataba de una de ellos. Quizás alguien trataba de aclarar el malentendido definitivamente...

En el Bosque de Dioses parecía que la losa no podía moverse. Jon tuvo que ir a la herrería y pedirle a Gabriel -que le ayudó encantada- una barra de hierro para ser capaces de mover aquello. Regresó y, empapados, lograron en efecto mover la losa y descubrir que sus deseos más ocultos se tornaban realidad: había un pasadizo secreto. La felicidad no duró mucho pues un conjuro azul se desencadenó de inmediato y unos relámpagos gélidos les destrozaron los pulmones a todos salvo a la inconsciente cabra, que ni se enteró. Regresaron ateridos, casi muertos, a la herrería, a entrar en calor y agradecer a los dioses el no haber perdido la vida en aquel lugar.

 

Al menos Jon acabó de percatarse que Gabriel no le quitaba el ojo de encima.

Pedrus, el criado, estuvo a punto de matarse en la torre. Limpiaba las estancias de arriba cuando de repente se escuchó una explosión. Coincidió que Diana estaba allí y fue corriendo a ver qué pasaba. El muchacho, limpiando, había tirado una de las pociones sin querer y ésta había causado una enorme bola de fuego que milagrosamente no quemó la torre entera. Enoch, cuando se enteró, prohibió la entrada de la servidumbre en las estancias y decidió ordenar aquello un poco. Así, rebuscando en las estancias del viejo mago, en la Torre del Bajel, Enoch encontró un manojo de mapas que no supo de dónde eran exactamente. Luego estuvo examinando los objetos cuyos poderes aún no conocía y varias pociones mágicas polvorientas que descansaban sobre las atestadas mesas, olvidadas hace años. Necesitó, eso si, ayuda para tirar una puerta abajo que daba al estudio y que guardaba una extraña habitación vacía con dos ventanucos con rejas, suelo de piedra, y unas marcas en la pared como de arañazos, aunque sólo en una de las paredes.

Fue entonces que Jon empezó a verse con Gabriel a escondidas.

Pasaron los días y la lluvia dio paso a la nieve. Pronto el lago se congeló, al menos las orillas, y se podían ver patos en el agua caminando por los bordes de hielo.

Llegó el fin de mes y cambió la luna a nueva, de forma que las noches eran aún más oscuras. Fue el jueves 4 de Noviembre cuando el escucharon una gran algarabía en los patios de armas de la fortaleza: el señor Conde había regresado junto a Sire Wace. Para sorpresa de alguno, se decía que el joven Revery había escapado él sólo, haciéndose con una espada había dado muerte a más de diez enemigos, Kurz entre ellos, y había escapado del refugio de los bandidos en la Isla de los Leprosos. Sire Wace, al mando de los hombres que buscaban al Conde, lo había encontrado al día siguiente y habían regresado a toda prisa mientras algunos de los hombres de confianza se habían quedado para recuperar los bienes robados a los nobles.

Habría un banquete esa noche y una jornada de fiesta en Tintagael. Por fin sucedía algo bueno.

Entretanto Enoch acabó por poder echar un vistazo al mapa "invisible" que había conseguido en los subterráneos de la Torre del Dominio. Resultó ser lo siguiente:

Jon hizo una de sus visitas a Gabriel y con la excusa de que debían arreglar la puerta rota en el estudio del mago, se la llevó a la torre. Se cruzó en las escaleras con Lady Morgase, la madre del conde, llorando y no de felicidad precisamente. La que sí parecía alagre era Lady Enna, la hermana. En la Torre del Bajel la hija del herrero, Gabriel, y Jon, entraron en el estudio del mago y cuando ella vio todos los trastos se emocionó y empezó a manosear cosas aquí y allá. Al parecer el viejo mago era amigo de su padre Aldric y habían forjado algunas cosas en la herrería, en especial una bola de hierro con numerosos artilugios colgando allí y acá. De hecho cuando estaba tratando de montarla y encajar una bola metálica que encontraron sobre la mesa, sucedió el desastre. Vieron como una luz fuerte y perdieron el sentido.

Cuando se despertaron había sucedido algo extrañísimo, el svardo Jon se había "duplicado", es decir, que había dos hombres con idéntico aspecto y no se sabía quién era quien, la copia o el original.

Gabriel se asustó mucho por la extraña magia que había duplicado a Jon y Petrus llegó a perder el sentido al ver a ambos. No fue hasta que Diana y Enoch quitaron la bola metálica del artilugio -con un gran chispazo con el que perdieron el sentido- que Jon no volvió a ser uno. A pesar del aparente regreso a la normalidad todos se quedaron un poco raros.

El conde daba un banquete para celebrar su regreso. Jon, que quería que la hija del herrero fuese con él, no escuchó las repetidas advertencias que le habían sido hechas acerca de la furia de Aldric, que acabó por enterarse por boca del svardo en su interés por la chica. El herrero se enfadó mucho, en especial por la condición de pagano de Jon, que en los días venideros sobornaría al nuevo párroco, un tal Eustaquio de Artois, aficionado al vino, para que hablase bien de él.

Taulak había comprado un vestido a Diana para que lo luciese en el banquete pero la paladina acabó por negarse. La druida opinaba que quizás así encandilaría a Enoch, o quien sabe.

El mago, por su parte, se había preocupado el misterioso regreso del conde y fue a hablar con su señora, Lady Enna, de la cual había recibido ya grandes favores. Le comunicó su intención de ir a la isla de los Leprosos a investigar qué había sucedido realmente. Partirían al día siguiente, el sabbat día 6. Enoch había ocultado a la dama que en realidad sus poderes estaban mermados desde sus aventuras en los subterráneos de las montañas y que faltaba poco para que los recuperase plenamente. Una alfombra mágica que había encontrado le ayudaba en tal menester.

Todos sospechaban que el Conde había hecho algo raro para huir de la isla pero no sabían decir el qué. La paladina, en el banquete nocturno, se acercó a hablar con el Conde Rivery y preguntarle por ello directamente, como tenía costumbre. El Conde presumió de espadachín, aunque Lady Enna había dicho a Enoch que su hermano estaba cambiado de unos años atrás al presente... Diana se las arregló para retar al Conde en un duelo de entrenamiento. Pareció divertirle al noble que aceptó y todo el banquete se paró para ver qué sucedía. El castellano, Sire Randon, no parecía muy feliz con la idea, pero todo el resto de la gente si. El conde derrotó con sencillez a la chica, de un par de golpes certeros y fortísimos que tumbaron a la paladina en medio del Gran Salón. Al menos así Diana empezó a creerse que aquel hombre efectivamente había derrotado a diez bandidos.

Lady Enna les hizo llegar un mapa de la abadía perdida que pertenecía a su difunto padre y puso al servicio de ellos a un barquero llamado Nathel que los podría llevar al sur en dos o tres días, pues a pesar del hielo de las orillas el lago aún podía transitarse en barca. Salieron bien temprano con un frío considerable, dejando la cabra al cargo de Petrus en la Torre del Bajel. Gabriel, antes de que Jon se fuese, había estado buscando los planos de las máquinas de Ordinus, el mago, pero no había encontrado nada. En vez de eso le dio una espada que tenían guardada en la herrería desde hace tiempo -que más tarde, en la barca, Jon vio que era una espada larga élfica de formidable exquisitez-.

Hicieron noche de sabbat a dóminus en una punta de tierra al oeste de los frondosos bosques. No lo sabían aún, pero la noche sería larga.

 

Tintagael


Luna

Seluna


Partida #15 "La isla de los leprosos"

El ataque llegó en plena noche. Se trató de un grupo de trasgos que no venían solos sino acompañados de wargos, muy peligrosos y más en grupo. Jon y Taulak estaban de guardia y avisaron a todos gracias a que el pobre Rok les alertó a tiempo. Incluso así, Diana no pudo ponerse la armadura a tiempo y tuvo que combatir con el casco y la espada. Enoch, que aún no había recuperado su poder por completo, se lió a ballestazos y Nathel, el barquero, no llegó a salir de la tienda.

A pesar de que perdieron el perro en el ataque, la cosa no fue más lejos de ahí. Además el compañero de Taulak fue matando a los goblins arqueros uno a uno y dejaron de hostigarles desde la distancia. Finalmente se impusieron y sólo un trasgo y un wargo escaparon con vida. Les sorprendió lo fiero del ataque pues, como dijo Nathel, generalmente los trasgos son más cobardes.

Al día siguiente continuaron en la barca por el lago a medio congelar. El viento soplaba frío y con ganas, así que tuvieron que cubrirse con las pieles que Nathel tenía en la barca o morir en ello. A mediodía divisaron, en la costa, un grupo de soldados que por sus blasones les pareció que eran vasallos del Conde de Tintagael, así que se acercaron. En efecto se trataba de tropas amigas lideradas por un caballero segundón llamado Sire Dave, un hombre rubio un poco regordete de ojos saltones que los trató con el respeto que merecía el anillo de Lady Enna. De hecho los soldados viajaban con una carreta, y como días antes les había dicho el propio conde se había quedado allí para recuperar lo robado por Kurz y sus hombres el día del encantamiento de sueño. Permitieron que Enoch revisase las cosas de los arcones para asegurarse de que la caja de sueño no estaba allí, aunque curiosamente encontró un medallón de la Hermandad de la Mano, una sociedad de magos no secreta pero casi que proviene de las lejanas tierras de Westerre, al oeste de Draak. También estaba su ópalo blanco que se había dejado robar a drede. Y no. Los soldados, de paso, les contaron que algún animal había devorado los restos de los bandidos y que habían tenido que tirarlos al lago. Aparte, uno de los bandidos estaba vivo y había prendido fuego al campamento, pero no habían conseguido capturarle. Empezaron a temerse que el conde Rivery no había conseguido matar a Kurz, así que decidieron despedirse de los soldados y del barquero y acercarse andando a la isla puesto que toda la manga oeste de la misma estaba congelada y era por donde habían pasado los soldados con la carreta.

Por si acaso el bandido estaba vivo y podía verlos desde algún lugar de la isla, esperaron a que anocheciese en las inmediaciones del Bosque del Arciano. Al caer el sol cruzaron las casi dos millas de hielo que separaban ambas costas y fue en ese momento en el que Enoch empezó a encontrarse mal a causa del frío. Hicieron noche en la isla y tuvieron que encender un fuego o el mago se les moría. Por la mañana, algo después del alba, divisaron una figura que les espiaba desde la colina. Corrieron a ver quién era y descubrieron horrorizados que se trataba de una mujer leprosa. Al parecer quedaban muchos en la isla que se morían de hambre. Algunos años atrás los clérigos de la abadía les llevaban comida y los cuidaban pero ahora tenían que sobrevivir por ellos mismos y a veces era difícil. La mujer, tímidamente, les contó que había un hombre en las ruinas y que con él vivía un oso, que tuviesen cuidado. Por la descripción pareció que efectivamente era Kurz. Cuando mencionaron al conde la mujer se asustó y se fue, y ya no volvió a hablar con ellos. Diana, eso si, le dio toda la comida que llevaba encima.

Caminaron al norte hasta las cercanías de la abadía. Había un poco de niebla en el lago a ras del hielo, pero se podía ver y caminar. Se acercaron Taulak y Jon primero, tratando de llegar rápido, pero se distrajeron al encontrar el agujero donde los soldados habían tirado los cadáveres de los bandidos. Había muchas marcas de pasos y la propia carreta. Luego Diana y Enoch se les acercaron corriendo y por fin los cuatro entraron en la abadía abandonada.

El lugar era inhóspito y solitario, bien construido pero abandonado, quizás de forma prematura. Los techos de piedra eran altos y hacía bastante frío dentro aunque menos que fuera. Empezaron a explorar el lugar guiados por el misterioso mapa cuyo autor ignoraban. De hecho empezaban a preguntarse quién y en qué momento era el autor de dicho mapa. Encontraron los restos del campamento de los hombres de Sire Dave y luego, cuando entraron en uno de los atrios, el familiar de Taulak desapareció de repente.

Escucharon de repente a Kurz que les gritó que se marchasen de allí. No le hicieron mucho caso y cuando avanzaron el bandido empezó a usar magia contra ellos, esferas de fuego principalmente, que hirieron a varios. Con él, además, había un gran oso que les atacó. Lucharon en el atrio y Kurz no tuvo demasiada fortuna y acabó perdiendo la vida junto a su oso.

Al lado de donde estaban había un raro pozo con signos zodiacales escritos en losas de piedra. Dio la impresión de que el familiar de Taulak había entrado por allí. Al morir Kurz dio la impresión de que algún tipo de encantamiento llegó a su fin y el pozo en cuestión de unos pestañeos desapareció. Las piedras y alrededores tenían el aspecto de que el pozo no había estado allí jamás. La druida se puso muy nerviosa en ese momento y empezó a gritar e incluso culpó al mago de lo sucedido con su familiar. Diana y Jon miraron en la iglesia y en el patio en busca de algo, sin la menor fortuna. El cuerpo de Kurz quedó muerto en el patio con la mirada muerta en el techo pero su oso, curiosamente, desapareció junto al pozo. En el cadáver encontraron un medallón y la mismísima Caja del Sueño que estaban buscando. Además, el bandido llevaba unas monedas y una llave vieja.

Mientras la druida se quedaba tratando de asimilar lo que había pasado, fueron a explorar el resto de la abadía. En otro patio encontraron el que había sido el campamento de los bandidos, destrozado y lleno de sangre seca y congelada. Jon, con sus conocimientos de rastreo, dedujo que alguien que estaba atado había roto las cuerdas con una gran fuerza y había destrozado a los bandidos. Esa misma persona, descalza, había huido por el lago congelado, donde se perdían las huellas. Aparte de eso, no encontraron más.

Enoch se sentó un rato a observar el mapa y tratar de deducir dónde podía haberse escondido Kurz mientras los soldados estaban allí y, de paso, de dónde podía ser la llave. Buscaron, y acabaron por encontrar un pozo en la cocina que tenía una portezuela en la que, felizmente, encajaba la llave. Dentro encontraron un cubículo donde bien podía caber una persona y, además, había un cofre. En dicho cofre un libro -que parecía de conjuros-, un manojo de cartas, una bolsa de monedas y varias pociones en botes de cerámica polvorientos. Enoch lo metió todo en su zurrón mágico para examinarlo una vez regresados al castillo.

Para volver pensaron que sería buena idea apurar el paso y alcanzar a los hombres de Sire Dave. Para llegar antes Enoch conjuró unos corceles y cabalgaron hasta las colinas costeras donde debían estar los soldados. Los encontraron al atardecer y se sumaron al campamento, mucho más seguros que viajando solos. La travesía fue lenta, eso si, y fría. De hecho se perdieron el Día del Cerdo, el 11 de Noviembre, lo cual desanimó un poco a los soldados. Casi una semana después, el martes 16 a mediodía, llegaron al castillo de Tintagael donde les esperaban algunas noticias.

 

Tintagael


Luna

Seluna


Partida #16 "La misteriosa nota de Inman"

Pese a que aquel martes habían llegado a salvo al castillo, eso no significaba que el camino no hubiese tenido sus percances. Aparte de que el mago tenía una pulmonía y Jon un fuerte dolor en la mandíbula, cuatro o cinco días atrás Enoch se encontraba en la carreta inspeccionando las cosas de Kurz cuando se puso a leer el contenido del libro que, para su horror, parecía forrado en piel humana. Le llevó un rato entender que el grimorio entero se trataba de un sólo conjuro de archimagia. El mago, desconocedor de los peligros que ésta albergaba, curioseó las propiedades del conjuro para descubrir que se trataba de un conjuro que abría un portal a Otro Mundo. Sin embargo el conocimiento le pudo salir caro puesto que tras la lectura perdió el sentido y empezó a sangrar por la boca y las orejas. El grupo se asustó mucho, sobre todo Diana. El mago tardaría un día entero en despertarse.

Cuando llegaron a Tintagael por fin pudieron calentarse. Los recibió Gabriel y su padre Aldric, que pareció no alegrarse especialmente por la vuelta del svardo Jon. Los soldados y el caballero Sire Dave se despidieron de ellos y se escucharon campanadas en el castillo que anunciaba a los escuderos y segundones de otros feudos que el botín robado había regresado sano y salvo. El castellano, Sire Random, anunció que a última hora de la tarde se procedería al reparto de lo perdido. En la Torre del Homenaje se encontraron con Lady Enna, que se alegró también por el regreso del grupo al completo y porque le adelantaron que la visita a la Isla de los Leprosos había sido un éxito. Les citó para más tarde para darles tiempo de asearse, pero en cuanto llegaron a la Torre del Bajel la primera noticia les sorprendió: la cabra Milanah se había convertido de nuevo en persona justo delante del pobre Pedrus, que se asustó mucho. Todos salvo Enoch (que se encontraba fatal) se fueron al Bosque de Dioses a ver qué pasaba con la losa grabada. El mago, a pesar de su malestar, pudo bajar a la habitación que estaba bajo la biblioteca. Encontró con facilidad la puerta que Lady Enna le había encargado investigar, una puerta bañada en pan de oro y decoraciones vegetales variadas. Sobre la puerta podía leerse con claridad "Ati hellas Nubis baalza" que significa, traducido del Vilonio Antiguo: "Todo infierno nació en este mundo".

El castillo estaba medio nevado por aquel entonces y aunque los mozos mantenían los patios limpios de hielo, no era tan fácil caminar por el empedrado frío. Llegaron al Bosque en el que caían pequeños copos de nieve levantados por el viento, reinaba un gran silencio en el lugar. Estuvieron un rato inspeccionando la piedra que parecía haber sido movida. Taulak, que había llegado la primera, incluso había estado dando espadazos a la puerta. También gritaron e hicieron ruido de forma que acabaron por llamar la atención de las criadas de la Torre del Lobo y del propio señor, el Conde Rivery, que según parece les estuvo observando desde lo frondoso del Bosque de Dioses tratando de averiguar qué hacían. Parecía que el Conde se encontraba de buen humor aquel día, de forma que no les insistió mucho para que le constasen lo que hacían. Es más, les invitó a sentarse con él en la cena. Después de haberse ido, Diana estuvo hablando con la jefa de las cocinas, una mujerona llamada Clara, que le regaló un canasto de pasteles de lamprea como agradecimiento por haber acabado con el perro de sombra, días atrás.

Como habían quedado en hablar con Lady Enna regresaron Jon y Diana. Por el camino, el párroco Eustaquio les vio pasar y pidió un nuevo donativo a Jon, algo como lo que había dado días atrás -una fortuna-. El svardo le ignoró y aún les dio tiempo de asearse un poco y bajar con Enoch a hablar con la hermana del conde. Cuando hablaron con ella le contaron en detalle lo que habían visto en la isla. De hecho Diana aprovechó para mencionarle la situación de los leprosos que estaban muriendo de hambre y Lady Enna prometió enviar algo de ayuda. La chica, quizás al ver que podía confiar más en ellos, les contó algo más acerca de su hermano. El mago Ordinus había sido traído al castillo para tratar de curarle y había estado largo tiempo haciendo pruebas. Se enteraron entonces que el mago había sido asesinado accidentalmente por Rivery. No se sabía mucho de lo sucedido salvo que el mago había sido descuartizado. Cuando la joven contó que su hermano sufría cambios en las noches de Seluna llena todos pensaron que podía tratarse de un hombre lobo. La noble les encargó pues la misión de que curasen a su hermano de lo que fuese que tenía. Sin embargo tras esas revelaciones (también se enteraron que la habitación del estudio del mago estaba pensada para encerrarle en "esas noches") Lady Enna les contó que, de todos modos, había algo urgente que había llegado por paloma mensajera al castillo el día anterior. La nota decía:

"Es de importancia capital que hable con Diana de Targos lo antes posible. Esperaré en la posada del Lobo Blanco en Artoin" Firmado: Inman

Inman, según sabían Enoch y Diana, era el Consejero Real de Akenar. Enoch también lo conocía por su renombrada fama de mago e incluso pocos años antes había hablado con él en alguna ocasión, en alguna fortuita visita a la Torre de las Tormentas en la ciudad. El mago pertenecía a la Orden de la Estrella (comúnmente conocida como Orden de Magia, cuyos miembros hacen el Juramento que les impide mentir). Lady Enna les dijo que su difunto padre, Lord Anthony, tenía una deuda de sangre con el mago de forma que cualquier cosa que necesitasen para acercarse a Artois -dinero, víveres, caballos- sería provisto por ella. Aceptaron el generoso ofrecimiento. Tras eso se volvieron a la Torre del Bajel.

Entretanto Taulak seguía en el Bosque de Dioses tratando de llamar la atención de Milanah. Se pasó más de una hora dando golpecitos en la puerta de piedra y cuando parecía que eran en vano la anciana apareció entre las hojas pidiéndole que por dios parase que no la dejaba dormir tranquila. Hablaron un rato y Milanah se mostró arisca y le contó a la druida que pensaba dedicarse a hacer el mal en el castillo y que, en realidad, ella era una bruja. Discutieron un poco, en especial cuando Taulak le preguntó por su familiar perdido y la bruja le dijo que se trataba de un diablo invisible, un peligroso compañero que la acabaría matando tarde o temprano. Taulak no la creyó demasiado. Tras eso la bruja le recomendó que se olvidara de ella y la dejase en paz. Cuando Taulak le espetó que tenía una deuda con ellos las bruja pareció irse pero en el último instante sacó un silbato de hueso de una bolsa que llevaba bajo la manta -aparte de eso iba desnuda y descalza- y le dijo a Taulak que si alguna vez necesitaba ayuda que soplase el instrumento y recibiría ayudada. Sólo una vez.

De hecho Jon, Diana y Enoch recibieron una visita de la bruja muy poco más tarde. Milanah durmió al pobre Pedrus y les esperaba en el salón. Habló con ellos y les dijo que quería saldar la deuda, así que viendo la enfermedad del frío que tenía el mago le dio un extraño bebedizo de ojos de sapo -según dijo ella- para que durante un año no pudiese padecer enfermedad alguna. El mago se curó al beberlo pero no imaginaba la nochecita que iba a pasar. Jon pudo elegir entre un objeto o información de interés. Eligió la información y la bruja le reveló que él había dejado de ser humano -aunque no se diese cuenta- y que se había convertido en un monstruo. No le contó más, a pesar de la insistencia del svardo. A Diana le dijo que le concedía el uso de la Espada de Callandor (palabra que en vilonio significa "espada brillante") durante un día. Para eso tendría que acercarse a un lugar con agua y llamarla (lo cual le hizo pensar a Diana que aquella vieja bruja era efectivamente la Dama del Lago de las viejas leyendas). La paladina intentó negarse a aquel presente y pedir a la bruja que curase al conde Rivery, pero la anciana le dijo que eso no estaba en su mano, que sólo un hombre en concreto podía hacer eso. Sin decir quién, se marchó saltando por la ventana al abismo.

Tras la visita, Enoch subió al estudio a investigar sobre la extraña máquina de Ordinus. Había notas por doquier así que no tardó en averiguar que era una máquina con efectos poco predecibles, destinada a la curación por un método muy poco ortodoxo: creando una copia del enfermo, pero sano. De todos modos su uso era más que arriesgado. También tuvo un rato para revisar las notas de Kurz y dejar las pociones sobre el escritorio para no olvidarse de inspeccionarlas más tarde -de hecho allí se quedaron:

"De Ordinus el Mago
Estimado amigo, me parece a mi que estáis jugando con fuego y que podéis llegar a quemaros. Me parece honesto advertiros de que os estáis metiendo en aguas profundas. Yo en vuestro lugar olvidaría esos grimorios y me iría a otro lugar, quizás a servir a un buen señor que pague bien vuestros servicios, o quizás a una ciudad grande como Tréveris, Westerdam o la propia Akenar, donde nunca falta gente que no tema al Arte. Os doy este consejo en honor a mi amistad con vuestro viejo Maestro, que Boccob lo tenga en su círculo eterno. Aparte de eso, espero que aquellas molestias se solucionasen con el irvino que os envié" (28 de Febrero de 1076 DS, firmado por Ordinus, carta en papel)

...

"Del Conde Antony de Tintagael al Abate Frederico
Señor Abad, han llegado a mis oídos escandalosas acusaciones contra la institución que regentáis. Presentaos de inmediato en el Castillo para explicar en persona dichos cargos. Os advierto que os enfrentáis a un castigo capital así que no os toméis a la ligera este asunto pues yo no lo haré. Por mucho que se trate de leprosos son parte de la Creación de Gah, según las Sagradas Escrituras, y puedo llegar a considerar como un asesinato la práctica que ha llegado hasta mis oídos. Convocado estáis". (6 de Octubre de 1079, carta en pergamino).

...

"De Ordinus el Mago
Estimado Kurz, si lo que contáis en vuestra carta es cierto quizás esté justificada mi ausencia por unos días del castillo y pueda acercarme a la isla a ver el Pozo y para que finalmente nos conozcamos en persona. No sé si Revery accederá a acompañarme, no me atrevo a sugerírselo pues las últimas pruebas han ido de mal en peor. Quizás el Pozo albergue algún secreto con el que podamos curar al muchacho ya que mi Astrolómico no ha funcionado como esperábamos y sus resultados son más que impredecibles. Tendré que esperar, eso si, a que la primavera se acerque un poco pues el frío está matándome con dolores de espalda y la leche de amapola me tiene adormecido gran parte del día" (13 de Diciembre de 1078, carta en papel)

...

"De Ordinus el Mago
Lamenté leer vuestra respuesta. En cualquier caso el conjuro del que habláis resulta escandalosamente caro y no creo que el conde accediese a pagar ni siquiera la décima parte de esa cantidad por la curación de su hijo. Con esa plata se puede compar un condado y medio" (Carta en papel)

...

 
"Del Conde Anthony al secretario Miguel"
Por la presente declaro la Abadía de la Isla cerrada y todos sus bienes y tierras requisados por su Señoría el Conde Antony Tintagael, por la autoridad otorgada por el Rey Leon III de Vilonia y la Madre Regente Lady Silvia de Ethelwald.
Las llaves de la Abadía serán entregadas de inmediato y la iglesia será clausurada.
Se urge a todos los religiosos que no estén implicados en el juicio a que viajen con la mayor celeridad posible a la ciudad de Artois y se pongan a disposición del Obispo.
Así se os ordena". (19 de Noviembre de 1079, legajo de pergamino)

...

"¿seguís vivo?" (papel pequeño, como de paloma)

 

Entretanto Jon había bajado a la herrería a ver a Gabriel y, de paso, encargar una puerta nueva para el estudio, bien reforzada. Taulak buscó al castellano, Sire Randon, al que encontró en la tediosa tarea de devolver los tesoros robados a los escuderos y sirvientes que los señores de los alrededores habían enviado para tal cometido. De hecho el propio Enoch fue avisado pues en el recuento se encontró que él había perdido un ópalo blanco. El mago se estuvo fijando a ver quién se llevaba el medallón de la casi desconocida Hermandad de la Mano, una sociedad semisecreta de magos de Westerre, en el continente de Draak, muy al oeste. lejísimos. Se enteró que el susodicho medallón pertenecía a una alta mujer rubia, ancha y fuerte, con aspecto de guerrera, que se llamaba Serra. La mujer se albergaba en la posada del castillo.

Tras la devolución de lo robado el cojo Sire Randon pudo hablar con Taulak, que estaba esperando para preguntarle por el Bosque del Arciano, pues estaba pensando en acercarse a encontrar el árbol ancestral. El castellano se mostró dispuesto a dibujarle un mapa, si es que ella podía leerlo, pues el camino albergaba ciertas dificultades y no era difícil perderse. Le dijo que de todos modos tendría que esperar a la primavera pues en invierno los ugornios estaban de mal humor; ante la cara de ignorancia de la svarda le explicó que son árboles que pueden moverse un poco y en ocasiones aplastan a viajeros desprevenidos y entierran sus cuerpos en el bosque para dar sustancia a los suelos. Ella, que nunca había oído nada parecido, decidió esperar a que pasasen las nieves.

Diana regresó a la herrería y cogieron las cosas para acercarse a la Torre del Bajel y medir la puerta que Jon había encargado por dos piezas de oro. El svardo había revisado las saquetas de oro de Kurz y se había encontrado nada menos que 2500 piezas de plata. En esos casos lo habitual es compartir el botín con el señor del lugar, pero ellos ignoraron un poco eso y se lo guardaron. Lo que sí que compartió Jon con Lady Enna fue un libro en blanco que se había encontrado. La noble le agradeció el gesto y luego le contó un poco sobre lo sucedido con el abad de la Isla de los Leprosos, al parecer había usado a aquellos pobres enfermos para tirarlos por un pozo mágico en aras de la ciencia. Cuando su padre se había enterado llamaron al Obispo de Artois y hubo un juicio, como dos años atrás. El abad fue declarado culpable y quemado en la hoguera, justo allí en el patio de armas de la fortaleza.

Ya había anochecido en el Gran Salón el conde estuvo cenando con Taulak, Diana y Jon. Enoch se sentó aparte con Lady Enna y siguió indagando acerca del fallecido abad. La chica le dijo que el que más sabía de todo aquello era el difunto Padre Umberto al que el perro de sobra había asesinado días atrás en el cementerio. Diana previno al conde de la posible presencia de una bruja en el castillo, Milanah, pero el noble debió pensar que se trataba de una broma para asustar a los niños. Taulak, de boca del propio conde, se enteró de que su compra de vestidos era la comidilla de los mercaderes y la soldadesca, y el bardo Gogolin le estuvo contando historias de la Puerta Verde, mentiras o ciertas -no se sabe- y compartiendo hidromiel con ella tratando de llevársela al catre. No lo consiguió. Siendo ya medianoche Diana insistió a Lady Enna -que la llevó a sus estancias, donde pudo ver que la chica era aficionada a leer y pintar- con el asunto de los leprosos. La chica reiteró su promesa de enviar ayuda inmediata a aquellos desgraciados y hablaría con Revery para ver si era posible abrir la abadía de nuevo -sobre todo ahora que el extraño pozo no estaba allí-.

La noche fue un infierno para Enoch al cual el bebedizo de la bruja había descompuesto. Jon tuvo la extraña visita de la bruja, que debió entrar por la ventana o sabe dios, buscando relaciones carnales con él. Al rechazarla, la mujer le dejó cucarachas en la cama, cosa que no hizo la menor gracia al svardo. Por su parte Jon dormía preocupado, las palabras de la bruja resonaban en su cabeza y pensaba que quizás con el cambio de luna a él mismo le pasarían cosas. Además, le habían examinado y habían descubierto que no se le oía el latido del corazón. Algo iba mal pero no sabía qué.

Llegó el momento de partir a Artoin. Por la mañana del mércades el mago estaba demacrado pero en cierto modo parecía que lo peor había pasado. Jon fue a despedirse de Gabriel y tuvo que forzarse para llevar una capa de piel contra el frío porque llevaba un par de días notando que no lo pasaba mal como antes si no se cubría el cuerpo como los demás. Para no llamar la atención se vistió como habría hecho normalmente. La hija del herrero consiguió unos segundos para estar con él a solas -antes de que apareciese el padre-. Los demás preparaban los caballos que Sire Randon tenía preparados al alba. Llevaban víveres para dos semanas, varios quesos, lonchas de carne, vino, algo de miel y grandes hogazas de pan y cebollas secas y un saquito de sal y especias vilonias. El grupo con el que viajarían estaba compuesto por diez caballeros -Sire Jeremías Tallen al frente-, varios escuderos y sirvientes y un cocinero enano llamado Belgo que viajaba en una mula cargada de alforjas.

En el castillo, según salían por las puertas, algunos campesinos  -a pesar del frío- montaban un discreto mercado para vender panes, galletas recién horneadas en las cocinas de Tintagael, castañas y vino caliente al estilo vilonio.

 

Tintagael


Luna

Seluna


Partida #17 "Malas noticias"

El viaje a Artois empezó de forma tranquila hasta que el enano Belgo se puso a indagar en la vida de todos y cada uno de los componentes del grupo. Fueron tres jornadas de aguantar al enano hablando sin parar y preguntando y malmetiendo aquí y allí. En cualquier caso mereció la pena ir con los caballeros puesto que el segundo día escucharon un cuerno en lo frondoso del Bosque de Canda, mientras avanzaban por la via imperial, y todo el grupo se puso nervioso por la amenaza de los bandidos. Pero como eran muchos y estaban armados, no los atacaron. Entre los soldados escucharon la historia de uno que contó que no muy lejos de Cruce Santo un primo suyo había capturado un gnomo, en las Colinas de los Duendes, y le había obligado a darle su caldero de oro.

 

Al tercer día llegaron a la ciudad y se despidieron. Jon iba preocupado porque en esos días de frío mientras todos se arropaban en sus capas de viaje y sus mantas, él no sentía nada apenas. Pronto sus peores miedos se verían confirmados de sobra.

 

La ciudad, a la que llegaron el sabbat 20 de Noviembre con todavía las dos lunas nuevas, se encontraba cubierta de escarcha y con el río ya a medio congelar. Buscaron la posada del Lobo Blanco con ayuda de un muchacho lugareño. El local era un mesón de viajeros burgueses, hombres ricos y bajos nobles, por el aspecto de sus caballerizas y la ropa más o menos limpia de sus mozos. Allí, en efecto, les esperaba Inman, Consejero Real de Akenar.

El mago quería hablar con Diana. Había viajado desde la lejana Akenar para verla y contarle una historia, pues la necesitaba para hacer algo de importancia vital para el Orbe. Les contó que el mundo estaba amenazado desde hacía tiempo por una presencia ajena al mismo, el Señor del Caos, que llevaba una temporada caminando entre los mortales y haciendo que el orden natural de las cosas se tambalease. Recientemente la reina Nanya y un grupo de héroes habían conseguido capturarle en una prodigiosa hazaña (pues no se le podía matar) y recluirle en una isla cerca de Atolón. Inman estaba preocupado porque sabía que el Señor del Caos tenía numerosos secuaces, clérigos y seguidores que intentarían rescatarle de su reclusión, y quien les lideraba no era otra que la hermana gemela de Diana, una mujer llamada por muchos nombres pero originalmente conocida como Eleanor.

Los padres de Diana nunca le habían hablado de que tuviese una hermana y menos una gemela. Recibió la noticia como un puñetazo en el estómago y más cuando el mago prosiguió. Eleanor había sido separada de Diana y educada en la senda del Caos. Dominaba la brujería, las malas artes, el asesinato y el engaño. Lideraría, sin duda, el rescate de su Señor. De hecho lo estaban fraguando en su guarida, donde preparaban un pequeño ejército del Caos para responder con contundencia. Inman necesitaba que fuesen allí, entrasen y matasen a todo el que encontrasen, en especial a Eleanor.

Según la Regla de Simpatía en la magia dos gemelos comparten conjuros de protección y salvaguarda. La guarida de los secuaces del Caos estaba protegida por una salvaguarda muy poderosa urdida por trece hechiceros. Ni siquiera Inman podría atravesarla sin morir; pero Diana si, pues era gemela de su hermana que, sin duda, estaba excluida de la protección. Inman los transportaría allí y ella "abriría la puerta" al grupo para poder entrar y causar el mayor daño posible.

Todo eso no tendría sentido si Diana no accedía a ayudar, claro. Les dio hasta la mañana para decidirse. La paladina bajó a beber al mesón, impactada por las noticias.

Enoch, aparte de todo, estaba emocionado de ver a un gran mago frente a él. Tenía muchas preguntas que hacerle pero hablaron brevemente sobre el Archimago Ranh Merion (y la traición del Conjuro de Almas) e Inman le recomendó al joven que fuese más cauto a la hora de tratar con magos, incluso aunque fuesen de la Orden de Magia (que no pueden mentir, pero si tergiversar). Inspeccionaron también la Caja de Sueños, que Inman abrió lo cual hizo perder el sentido a Enoch por más de una hora. Como se trataba de un objeto de otro mundo, Inman decidió quedárselo pues era peligroso, Enoch -una vez despierto- accedió.

Más tarde vino Jon con sus dudas. Le hablaron de la extraña máquina de Ordinus, que había sido considerado un loco entre los magos por sus extraños experimentos, según pudieron saber. Inman demostró a Jon de una manera drástica que el día que se había "duplicado" fue el Jon original el que desapareció más tarde. El que había quedado no era humano sino un cambiaformas, también llamados dopplegangers, unas criaturas ancestrales originalmente creadas como guardianes de magos que se descontrolaron y se desperdigaron por el mundo. Sus habilidades son muchas pero la más conocida de todas es la de alterar el aspecto. No poseen órganos sino una masa gris uniforme, de manera que no pueden morir de un flechazo en el corazón o de un golpe en la sien, como la mayor parte de las personas. Eso si, la mente de los cambiaformas, a pesar de ser conspicua, tiende a ser malvada y no es raro encontrarlos sirviendo como asesinos o robando y matando a viajeros en lugares insospechados -los pocos que quedan, pues los cambiaformas no se pueden reproducir, por fortuna-. Habría que estudiar, añadió Inman, si la mente del doppleganger acabaría por dominar a los recuerdos de Jon. Le aconsejó al svardo y a Enoch que estudiasen el asunto tras el ataque a los seguidores del Caos, si es que Diana aceptaba.

Tras el disgusto a Jon, vino Taulak a preguntar por su familiar desaparecido. Inman le dijo que probablemente no volvería a verlo nunca más puesto que esos pozos como el que vieron eran puertas al Otro Lado que últimamente se habían abierto por doquier, y eso estaba relacionado con la presencia en el Orbe del Señor del Caos. Tarde o temprano uno de esos pozos dejaría pasar algo que no le gustaría a nadie, criaturas, demonios o cosas peores. Debían tener éxito o todo estaría pedido. El mago lamentó contrariar a Taulak pero aquella era la verdad.

Así que al caer la noche sobre la posada del Lobo Blanco todo eran malas noticias e incertidumbres. Al menos habían deducido que Inman conocía a la nueva reina de Akenar, una niña llamada Lady Nanya, de la que apenas tenían noticias puesto que ellos habían pasado el último año viajando a la Torre del Dominio y las tierras de Erk, ahora miles de millas al oeste.

 

Artoin


Luna

Seluna


Partida #18 "Las alcantarillas del Caos"

Aún antes de que acabase la noche Diana se acercó a la habitación de Inman a que le hablase de lo que sabía de su recién descubierta hermana. Estaba algo ebria así que el mago no le dio demasiada conversación. El resto de la noche fue un
fundido en negro.

Amaneció un día frío en la ciudad con una ligera niebla. Se escuchaban ruidos de ciudad tras las ventanas, un campanario, voces, un gallo. Jon seguía preocupado por lo que le habían dicho y compartió sus miedos con Enoch sin demasiada
recompensa pues el joven ya tenía la mente puesta en los retos que les esperaban aquel día.

Desayunaron bien, Taulak se esmeró en tratar bien a su primo y se fijó que su terrible herida del pecho estaba cerrada. Bajó entonces Diana ya con la armadura puesta y con cara seria. Apenas tuvieron tiempo de hablar pues el mago Inman les
llamó.

Enoch sabía, en cualquier caso, que el mago Inman, aunque fuese Consejero Real, pertenecía a la Orden de Magia. También sabía que la Orden realiza lo que ellos llaman el Juramento, todos los magos que pertenecen a la misma han de viajar a
Azur para su ceremonia de aceptación. Juran sobre un árbol mágico llamado Zrekarion que nunca dirán mentira. Por lo que se sabe, dicho Juramento es inquebrantable. Así es como los magos de la Orden se han ganado con el tiempo la confianza de reyes y príncipes, pues no pueden mentir aunque quieran. Cierto es que pueden hacerte pensar que han dicho algo que realmente no han dicho y por eso es importante atender a las palabras de un mago de la Orden.

Inman, en cualquier caso, había dicho con claridad que Diana tenía una hermana gemela, que un grupo de héroes al que él ayuda habían capturado al Señor del Caos que se refugiaba bajo la identidad de Lucius el Alquimista (él le llamó el Traidor), al que el propio Enoch conocía de Akenar.

El mago lanzó un Globo de Silencio para ocultar lo que pasase en su habitación. Tras eso les obsequió con unas pocas pociones sillenitas para que pudiesen curarse si era necesario y les arengó sobre la importancia de que no mostrasen clemencia con los seguidores del Caos en las alcantarillas a las que les enviaba. Según dijo el Caos gustaba de los ambientes corruptos y no había ninguno mejor que las cloacas de una ciudad -de la que no dijo el nombre-.

Antes de abril el portal de teleportación le dijo a Taulak que podía llevarse su gato de siete vidas, un animal que había conseguido hacía siglos en las lejanas tierras de Sigia y sobre el que pesaba una maldición: no podía morir. Si lo hacía hasta siete veces, volvería a aparecer por ahí. Si moría la séptima vez, volvería al cambiar la Luna. Le dijo que se lo llevase con ella y la druida aceptó. Aunque -la advirtió- aquello era un gato, no un perro, y haría lo que le viniese en gana -como se acabó demostrando-.

Se abrió el portal y vieron una estancia larga de alcantarilla con varias puertas, rejas, aguas fecales y limo sucio en las paredes de piedra. Entraron.
 



Aunque hacía frío en las alcantarillas lo peor no era eso ni el suelo húmedo y resbaladizo; lo peor era el olor. Era una peste a orines, podrido, agua sucia y mierda de ciudad. Era imposible acostumbrarse al olor, pero a pesar de ello cuando entraron su atención fue para una estancia que había a la derecha. Diana se adelantó y aprovechando su parecido con su gemela habló con tres hombres que estaban allí sin que se percatasen de que no era ella -a pesar del Sol de Pelor en su armadura-. Los esbirros estaban torturando a un clérigo sillenita, un pobre desgraciado. Había varios muertos más en una de las dos habitaciones. Esto fue demasiado para ellos, así que acabaron a golpes con los tres villanos que se defendieron como pudieron, sorprendidos. Fue entonces cuando Enoch durmió a varios de ellos y Taulak los despertó para que el combate fuese justo. No duró mucho la lucha.

El clérigo, más bien el novicio, estaba siendo interrogado sobre el paradero de la reina Nanya que, según dijo, había huído de la ciudad fugada con el paladín Sire William, como todo el mundo sabía. El Rey la buscaba. Tras eso -y ser curado con una poción por Enoch- el chico se fue por unas escaleras. Al parecer le habían hecho comer unas bolas de hierro con el símbolo del Caos. Encontraron más de aquellas bolas en uno de los arcones. También algo de oro y plata, que se guardó Jon.

Al otro lado de la gran estancia encontraron unos símbolos mágicos guardando una puerta. Diana los cruzó y brillaron, pero no pasó nada. Avanzó, y cuando iba a cruzar otra puerta, el gato la siguió, con mortales consecuencias. El animal reventó por la protección mágica de la que Inman les había hablado. Al poco el gato apareció tras una esquina.

Diana, por lo que sabía, debía encontrar la otra mitad de la protección que, según Inman, debía encontrarse cerca; y borrarla. La encontró a unos pocos pasos de distancia, junto a dos trollocs. Por algún motivo los trollos se dieron cuenta de que ella no era su hermana y la atacaron casi al instante. La paladina no tuvo más opción que retroceder en combate por el pasillo, en el que resultó herida. Sin embargo Enoch ayudó durmiendo a los trollocs.

Con los enemigos abatidos, Diana borró los símbolos arcanos y la protección se vino abajo. Así pudieron rematar a los trollocs y avanzar. Enoch dedujo que quien hubiese puesto aquella protección sabría en aquel momento que había sido franqueada.

La alcantarilla maloliente estaba llena de puertas de madera húmeda. Eligieron una al azar, a la derecha, y bajaron por una larga falsa bóveda que daba a una estancia con una gran columna central. Cuando estaban llegando abajo una figura de melena blanca se asomó y, sin mediar palabra, les lanzó un rayo eléctrico que alcanzó de lleno a Diana y a Enoch de rebote. Diana cargó, Jon cargó. Trollocs cargaron. Y un engendro del Caos apareció por uno de los pasillos, tentáculos en ristre.

 

Artoin


Luna

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Partida #19 "Combates en las alcantarillas"

 

La escaramuza con los trollocs en las escaleras fue atroz. Golpes, sangre y fuego. Aparte de eso apareció un engendro del caos, una masa informe de carne y tentáculos que estuvo por comerse a Diana.

A pesar de las heridas y de que aparecieron más trollocs desde la parte alta de las escaleras, acabaron por derrotarles. En el proceso Taulak invocó a un lobo y el mago recordó que los trollocs y los lobos se odian, lo cual podría ser útil en el futuro. Diana acabó malherida, Jon acabó malherido, la druida, incluso el gato acabó mal. Se vieron obligados a usar las pociones de Inman y alguna que todavía les quedaba de Jonás (el curandero, padre del cobarde Olaf), de aquellos días que pasaron en las montañas de Hades y Kayholt que ahora parecían tan lejanos.

Avanzaron por las estancias y abrieron algunas puertas. Encontraron una sala llena de esqueletos colgando de cadenas, otra que parecía una prisión vacía, fue entonces cuando dieron con un gran caldero donde aparentemente los trollocs estaban cocinando algo. Escucharon un ruido en el interior y resultó que había un hombre dentro del caldo, que aún no estaba hirviendo. Lo sacaron, no sin grandes sospechas, y el hombre les dijo que era un cerero de la ciudad y que le habían apresado para comérselo, según creía. El gato de Inman no paraba de tratar de atacar al hombre, que dijo llamarse Rionne. Como nadie se fiaba de él, insistieron y el tipo acabó por revelar que Eleanor (o Ylena, como también se la conoce) le había encomendado la misión de estar pendiente por si cualquier contratiempo rompía el ritual que estarían llevando a cabo en aquellos momentos.
Rionne parecía confundir a Diana con Eleanor y estaba desorientado, pero eso no evitó que lo amordazaran y dejasen allí. Eso si, antes el hombre reveló que cuando habían escuchado un ruido había mandado a su compañero hechicero y a varios trollocs a ver qué pasaba; y ese había sido su combate de las escaleras.

Con Rionne atado prestaron atención a un cruce en el que se escuchaban cánticos y salmos, lejos, como si se encontrasen uno o dos niveles por debajo de ellos. Enoch había deducido que sería mejor subir para encontrar a Eleanor y sus estancias, pero quiso la casualidad que un mago del Caos les encontrase antes. El mago reconoció a Diana pero imaginó con rapidez que no era ella, trató de huir pero nunca lo consiguió. Dieron muerte al secuaz del Caos en unas extrañas estancias construídas a imagen y semejanza del símbolo del Caos de las Ocho Puntas. En cada extremo había un brasero ritual. Las salas se trataban de unas Salas de Invocación, para traer engendros del Más Allá, y Diana se dedicó a destruir todo lo que parecía dar poder a aquel lugar. Cuando estaba en ello apareció un monstruo terrible con unas enormes pinzas lanzando rayos. Lo mataron, no sin sufrir terribles quemaduras.

Por aquel entonces Enoch se había fijado en las reacciones del gato de Inman lo suficiente como para llegar a deducir que aquel animal no era exactamente lo que el mago había sugerido. Parecía que en realidad se trataba del familiar del Consejero Real y que lo había mandado, quizás, para poder espiar por algún tipo de vínculo.

Jon, pese a todo, se encontraba raro en las estancias de invocación así que salió de allí. Le siguieron todos bajando escaleras por un largo pasillo que pasaba sobre las cloacas -que apestaban-. Al fondo, tras una puerta, parecía que un gran número de personas realizaban un ritual.

Diana se acercó al portón. Entreabrió una ranura y miró. Se trataba de una estancia muy grande con aguas fecales al fondo, muros de piedra, arcos y fuertes columnas sucias y viejas, pero resistentes. Abajo había dos grupos de trece encapuchados a cada lado de un enorme círculo del Caos, pintado con sangre en el suelo. En el círculo había un gran número de guerreros del caos, armados hasta los dientes y con terribles armaduras con pinchos y yelmos siniestros. Tras ellos estaba Eleanor y un guerrero a su lado, observando el ritual. Había también un altar con algo brillante encima iluminando la estancia con luz fantasmal. Los cánticos lo llenaban todo.

Cerró la puerta y retrocedió sigilosamente hasta el grupo. Debían planear lo que hacer. Fue entonces cuando Taulak recordó que la bruja Milanah le debía un favor y decidió usarlo. La anciana le había dado un silbato y le había dicho que cuando la necesitase lo usara. Y eso hizo.

Largo tiempo hacía desde que ellos sospechaban que la bruja era, en realidad, la Dama del Lago -o al revés-. Esta sospecha se vino a confirmar de una manera extraña, pues vieron que la mujer salió de las aguas sucias del canal, maldiciendo a la druida por hacerle pasar por aquello. Malhumorada, escuchó las palabras de Taulak y accedió a devolver el favor que debía: le daría a la druida poder de Ao ilimitado, otorgado desde las entrañas de las aguas de aquellas tierras y los espíritus ancestrales que en ellas habitaban, y además le enviaría a cuatro elementales de agua para que la ayudasen en sus aprietos. Como condición, la druida había de beber una copa de agua sucia (no se sabe si esto era necesario para cerrar el trato o simple venganza de Milanah por la elección del lugar para invocarla). El caso es que Ao llenó de poder a Taulak hasta un límite de dicha que no podría olvidarse e incluso el gato de Inman se asustó. La Dama del Lago se fue, sumergiéndose en las mismas aguas que la habían traído allí. La druida tendría estos dones hasta que se fuese a dormir, le había dicho
la bruja.

Fue así como Taulak se acercó a los demás y susurró antiguos rituales de la tierra que les curarían y les harían más fuertes para luchar contra los secuaces del Caos y la hermana gemela de Diana, vestida con una armadura negra como su espíritu, tras la puerta podrida de aquella alcantarilla inmunda.

 

Akenar


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Partida #20 "La batalla entre hermanas"

 

Entraron en la estancia a sangre y fuego, Enoch lanzando bolas de fuego ayudado por la Especia, Diana y Jon aguantando los combates en la puerta y Taulak invocando lobos, fuego y controlando a los elementales de agua que le habían sido concedidos. Atacaron a los guerreros del caos primero, rompiendo el conjuro. Tras eso, combatieron a un Campeón del Caos, a dos veces trece magos lanzando conjuros de sueño y misiles mágicos, guerreros, un asesino que casi acaba con Diana y la propia Eleanor que dio cuenta de los elementales. En apenas un minuto la sala estaba repleta de cadáveres tendidos, sangre por doquier, y sólo quedaba en pie Eleanor que les atacó con las mandíbulas apretadas sabiendo que aunque sólo fuese una, quizás podría acabar con aquel grupo extenuado, Enoch sin poder, Taulak en el suelo, Jon sin poder ayudar y Diana frente a ella...

 

Akenar


Luna

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Partida #21 "Victoria sobre el Caos"

 

A pesar de ser una contra varios, Eleanor puso en peligro de muerte al grupo entero. Combatiendo llegó a tener agonizando a Diana y Taulak, derrotadas. Consiguió incluso que Jon se rindiese. Fue Enoch el que no lo permitió, derrotándola finalmente con el último aliento de magia que le quedaba. Muerta la mujer pudieron salvar a Taulak que, con los poderes otorgados por la bruja, empezó a hacer que todos se recuperasen. Fue enconces cuando Jon trató de hacerse con la Joya que llevaba la hermana muerta de Diana. Al tocarla recibió un chispazo mágico muy fuerte que dotó de vida de nuevo a Eleanor, y tuvieron que derrotarla por segunda vez. No prevenidos por esto, les sucedió una tercera vez cuando Taulak intentó hacerse con la Joya por medio del gato de siete vidas de Inman. Finalmente la Joya escapó usando el cadáver de Eleanor para caminar y lanzarse a las aguas fecales de la alcantarilla. Fue así como escapó la Joya del Caos.

Enoch encontró un laboratorio de alquimia que valía para embalsamar cadáveres y acabó por descubrir que las famosas bolas de hierro del Caos eran en realidad objetos malditos que condenaban a aquel que las tragaba a un final espantoso. No fue aquel el fin de sus problemas en las alcantarillas, a pesar de haber salido victoriosos en la batalla. De regreso al portal de Inman se encontraron no solo con un engendro sino con dos fados, unos temibles oponentes a los que derrotaron a pesar de recibir grandes heridas. Tras desandar los pasos llegaron al portal mágico y salieron destrozados pero contentos por la victoria recién conseguida.

Inman les esperaba en la Posada del Lobo Blanco. El mago les agradeció profundamente los servicios realizados no sólo a la Reina Nanya de Akenar sino al mundo entero. Les dijo que seguramente no se volverían a ver y que cuando desapareciese Enoch podría ir a su casa en Akenar -la Torre de las Tormentas- y hacerla suya. Inman se fue de sus vidas como había llegado, bruscamente.

Eso si, el mago dejó pagada la posada para unos cuantos días más que ellos se encargarían de aprovechar. Tuvieron que visitar las termas vilonias de la ciudad para limpiarse toda la mierda de las cloacas y pasarían días hasta que se recuperasen todos. El mago estaba muy débil y todas las noches descansaba sobre su alfombra mágica para recuperarse. Las heridas de los fados se fueron cerrando poco a poco. Taulak tuvo mareo y dolor de barriga, incluso algo de fiebre, por unos pocos días, aunque esto no impidió que indagase sobre el círculo de druidas de la zona. Le hablaron de un tal Ojo de Cuervo, un druida que rondaba la ciudad a menudo. Diana luchó sin éxito con el gremio de herreros para rebajar las reparaciones de su armadura. Enoch realizó compras en el mercado pensando en su laboratorio de alquimia. Pasaron los días y todos empezaban a estar más descansados. Incluso la Fiesta de la Leña fueron a las afueras de la ciudad a la romería de campesinos a comer pasteles de setas y beber cerveza e hidromiel. Podría decirse que lo llegaron a pasar bien. Jon, preocupado por su condición de monstruo y su virilidad encontró un prostíbulo -abundaban en las afueras y junto al río- y comprobó que seguía pareciendo un hombre. Eso a pesar de no notar frío en la nieve que empezaba a cubrir los tejados cada noche en mayor cantidad. En la ciudad muchos sillenitas rezaban y se escuchó que en una isla muy lejana, al sur, llamada Atolón, los obispos estaban eligiendo a un Papa para la Iglesia. Uno de los candidatos, Antelmo el Vilonio, era por el que rezaban allí... Por fin el martes día 9 de Diciembre, con la Luna creciente y Seluna menguante, cogieron sus caballos y se pusieron en camino de regreso al castillo de Tintagael, su nuevo hogar.
 

 

Akenar


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Partida #22 "De regreso a Tintagael"
 

Siendo martes, 9 de Diciembre del año 1081 DS, el grupo partía de la posada del Lobo Blanco en Artois en dirección a su nuevo hogar, el castillo de Tintagael, donde les esperaban muchos asuntos sin resolver. El invierno, pese a todo, estaba llegando y los caminos estaban fríos y nevados, por lo que les esperaban varias jornadas duras, en especial a Enoch que aún hacía poco que se había recuperado de una pulmonía que podía haberle salido cara.

 



Toda esa primera jornada cabalgaron hasta el atardecer y allí llegaron al pueblo de Canda. Hicieron noche en la posada local sin mayores problemas, aunque Taulak estuvo hablando con un posadero llamado Gervis preguntándole por Ojo de Cuervo, un druída local con el que quería hablar. Al día siguiente, bastante temprano, planearon llegar de un tirón a Eret, alargando un poco la jornada y forzando los caballos, pues no querían hacer noche cerca de los bosques supuestamente llenos de bandidos. Se econtraron en el camino a un enano de apariencia rara, cota de mallas, bien armado y con varias mulas. Les cometó que era un cazador de monstruos (que en algunas tierras llaman "cazabrujos" o "witchers") y que se llamaba Jeremías de Akenar, un nombre muy arcano para ser un enano, así que probablemente era falso. Les comentó que viajaba por la zona cuando escuchó formidables historias acerca de lo acaecido en Tintagael semanas atrás: el castillo entero se había sumido en un profundo sueño. Enoch, desconfiando del cazabrujos, ocultó su condición de mago. El enano no quiso ralentizar la marcha del grupo cuando le ofrecieron viajar juntos, ya que iban al mismo destino.

 



Quizás fue suerte o intuición de Jeremías pues horas más tarde, ya al atardecer, el grupo se encontró con el temido Joe el Cruel, un monstruo que según averiguaron más tarde habitaba en algún lugar de las Colinas de los Duendes y que quizás había salido a cazar algo fresco -ellos-. A pesar de los temibles ataques de Joe el Cruel, sólo mató a un caballo y ellos salieron vivos del encuentro. Cortaron la cabeza y saquearon al gigante que llevaba consigo una extraña cuerda que traería que hablar.


La villa de Eret, que había estado atemorizada por Joe el Cruel durante varios días -nadie se atrevía a ir al norte del río-, celebró con alegría la muerte del monstruo y el grupo fue tratado como verdaderos héroes. Cuando horas más tarde Jeremías (el cazabrujas) llegó al pueblo y por un rato llegaron a pensar que el enano estaba detrás de Jon. En la posada Enoch tuvio la oportunidad de hacer un truco de magia y copiar uno de los pergaminos del enano. Cuando estaban en sus habitaciones escucharon un ruido y llegaron a pensar que el enano estaba tramando algo, cuando en realidad el ruido venía de fuera y era un búho que trataba de entrar. Eh búho resultó no ser tal, sino el druida Ojo de Cuervo que había escuchado que Taulak le buscaba. No paredió muy amigable, y la conversación no fue muy larga: no parecía especialmente dispuesto a ayudar.

Por la mañana tuvieron una pequeña discusión con el enano y el malentendido casi desemboca en que los pueblerinos linchasen al cazabrujas, que tuvo que salir apresuradamente de la aldea... poco después partieron ellos. Así fue como a última hora del jueves, llegaron al castillo arrastrando con una camilla de ramas la cabeza del ogro derrotado. Sin duda esto hizo crecer su nombre y el propio Revery -el conde- les felicitó en persona y les invitó a un vino en el Gran Salón de la fortaleza. Estaban muy cansados del camino y se durmieron pronto aquel día, todos salvo Jon, que no podía esperar a ver a Gabriel, que le había esperado rezando día y noche por su regreso. Aldric, su padre, se mostró misterioso y al día siguiente intentó hablar con Enoch. Se había corrido la voz de que era capaz de "hacer cosas" y se preguntaba cuánto le cobraría el mago por desenamorar a Jon de su hija. El mago, cegado por el dinero, no se negó, aunque más tarde Diana tendría que decir al respecto de todo esto.




Diana pudo dar un paseo con la hermana del señor, Lady Enna, a la cual habían decidido servir. La muchacha seguía preocupada por su hermano y se había sorprendido al ver que había llegado un cazador de monstruos al lugar, atraído por la fama de lugar encantado que estaba adquiriendo el castillo. Se preguntaba si ellos podrían persuadir a Jeremías para que se fuese del castillo...

Taulak estaba algo inquieta pues entendía que debería esperar a que pasase el invierno para poder explorar de forma segura los bosques de los alrededores. Además se veía incapaz de ayudar a su primo con el terrible mal que le afectaba.

La noche de ese viernes recibieron dos visitas, todas de enanos. Los primeros dos borrachos con los que Enoch había tratado de negociar para que le tradujesen la hoja robada a Jeremías. No hubo trato. La segunda visita la del propio cazabrujas que venía a negociar con ellos. Quería comprarles la cuerda de Joe el Ogro puesto que, según les dijo, era una cuerda mágica que permitía acceder a la guarida secreta de Joe cuya localización él conocía -llevaba años deseando entrar allí, pero era muy difícil sin una cuerda mágica-. Por otra parte les dijo que en aquel castillo no había una sino varias presencias monstruosas, quizás refiriéndose a Milanah la Bruja, Jon o el propio Conde. Aparte de eso el enano mencionó algún misterio alrededor de la reliquia local -el pie de San Mirto-. Pero era tarde y todos querían dormir, así que el invitado se marchó y ellos dejaron que el sueño les venciese.




Esa noche Taulak soñó con un bosque extraño. Ella era un ciervo y la perseguían. En la huída encontraba una extraña cueva donde se guardaba algo, aunque no era invierno. Al despertarse se dio cuenta que aquello no había sido un sueño sino un mensaje de Ojo de Cuervo que, a fin de cuentas, no la había ignorado tanto como había dado a entender...







 

 

Tintagael


Luna

Seluna


Partida #23 "Misterioso asesinato en las perreras"
 

Pasaron la noche de ventisca en sus estancias en la Torre del Bajel, tras sendas visitas de los enanos. A pesar del viento y el granizo, todos durmieron como troncos salvo Jon, al que le estuvo doliendo la cabeza y el cuerpo toda la noche. Por la mañana del sabbat (día 13 de Diciembre) los despertó Petrus, rompiendo con un pico el hielo de la puerta de la torre y poniendo leña al fuego. Fue entonces cuando Jon se percató de que su mano estaba gris y que le faltaba un dedo. Asustado, corrió al estudio de Enoch donde el mago lo examinó y le pidió que se concentrase imaginándose que volvía a tener aspecto humano. Sin embargo, antes de ver qué sucedía, Diana los interrumpió y ambos ocultaron a la paladina lo que estaba sucediendo.

Se escuchó una campana sonando y Muriel, la doncella de Lady Enna, llegó corriendo para decirles que uno de los chicos de los establos llamado Loui había aparecido asesinado y todo el castillo estaba espantado. Todos salvo Jon corrieron allí para ver qué había sucedido. Cuando llegaron al Bastión Largo, que es donde estaban las perreras, decenas de personas, sirvientes, soldados e incluso el castellano Lord Randon también trataban de ver lo sucedido: en una de las esquinas de la perrera estaba el cuerpo mutilado de un chico, decapitado. El cuerpo presentaba algunas incisiones en el cuerpo pero no parecía que nada o nadie se lo hubiera comido, además el resto de los animales de las cuadras estaban vivos, aunque algo asustados. Fue entonces cuando apareció el cazabrujas, Jeremías de Akenar, a inspeccionar el sitio también, y el propio conde Rívery. El conde anunció que se encontraría al culpable con rapidez.

Una vez los soldados, por ordenes del castellano, despejaron el lugar, Enoch, Taulak y Diana pudieron inspeccionar la sala con calma. Se trababa de un edificio de piedra de paredes muy altas, olía profundamente a estiércol y paja y los animales caldeaban el ambiente. La sangre goteaba por los muros, como si alguien hubiese lanzado al pobre Loui contra el muro tras partirle en dos. No encontraron huellas de sangre y si había algún rastro se había perdido entre las pisadas de los curiosos y asustados habitantes del castillo. El encargado de las perreras, un tal Jayme que días atrás había conseguido un perro a Jon, tampoco sabía nada, aunque Taulak le pidió que consiguiese alguna prenda del muerto. Jeremías estuvo importunando a Enoch y Taulak. Trató de convencer al mago para que le dejase acceso a la biblioteca y le desveló que pensaba que Loui había muerto no por ser comida de ningún monstruo sino por ser el único ser vivo en la cuadra que podía reconocer a alguien o a algo. Eso pensaba el enano cazador de monstruos. Enoch, en cualquier caso, no fue muy amistoso con él.

Diana fue a hablar con Lady Enna que estaba destrozada por lo sucedido. Antes de perder la compostura dio permiso a Diana para indagar en los hechos encontrase lo que encontrase, incluso si su hermano era el que había hecho aquello. Por eso la paladina se fue a buscar al conde, al que encontró en la entrada del Gran Torreón, frente a la herrería, hablando con los guardias que habían pasado la noche vigilando el puente. Al pedirle audiencia, el Conde le sugirió que saliesen del castillo y hablasen en privado en el bosque. Aldric, que estaba pendiente, le dejó a la chica una capa de Gabriel.

De camino al bosque Rívery y Diana hablaron. Antes de que ella pudiese hacerle alguna pregunta el conde le desveló que, como bien sillenita, estaba un poco preocupado por los rumores de que Jon estaba teniendo relaciones carnales con la hija del herrero. La paladina le quitó un poco de hierro al asunto y aseguró al conde que no debía preocuparse demasiado por aquello. Siguiendo con el tema, el conde le contó que, hacía tiempo, había tenido una amada llamada Arabelle, pero como no provenía de familia noble y carecía de dote, su padre (el recién fallecido Lord Antoni) le ordenó que dejase de ver a aquella chica. Él obedeció pero ella, indignada, se escapó al monte y desde aquella se dedicó al bandidaje, según dicen para reunir dinero para una buena dote, algún día. Rívery le pidió que, llegado el verano y pasadas las nieves, Diana buscase a la chica y la capturase. Como no quería colgarla, habría que convencerla de que debía dejar aquellas tierras para siempre... De todos modos aquello no era lo que la paladina quería hablar, así que ella cambió de tema y le pregunto al conde si había sido él el que había matado a Loui, directamente. El conde se enfureció y tiró su espada a un árbol, pero acabo por responder las preguntas de Diana. Dijo que no, que no había sido él. Que había pasado una mala noche, nervioso, sin pegar ojo, y había paseado por las murallas del castillo a solas, pero que no había sido él. Luego relató que desde niño había padecido aquella enfermedad y que su madre le había dicho que era especial, desde que él guardaba recuerdos. Diana fue implacable y acabó por enterarse de que el mago Órdinus había muerto a manos de Rívery mientras el mago trataba de curarle, aunque él no se acordaba de nada. Lo mismo le había pasado en el campamento de bandidos de la Isla de los Leprosos. También le contó que se siempre que se acercaba la Seluna llena, se metía en un cuarto secreto en sus estancias y no salía en dos días, de los que apenas recordaba nada. Rívery le advirtió a Diana que si contaba algo de todo aquello se arrepentiría. Regresaron al castillo mucho más serios que antes, pero seguramente con la conciencia más tranquila si cabe.

 



Jon, que había permanecido en sus aposentos largo rato, acabó por ponerse un guante y bajar a las perreras mientras Enoch subía a la Torre del Bajel a empezar a organizar el laboratorio de alquimia que había robado en las alcantarillas de Akenar. Una vez abajo, Jon habló con Taulak y fueron juntos al Bosque de Dioses para ver si la bruja había dejado alguna huella en el lugar. No había el menor rastro. Cuando estaban rondando la entrada de la cueva de Milanah, ésta les habló desde la espesura de los áboles nevados. Les pidió que la dejasen en paz y que dejasen de tratar de acceder a su cueva, que si volvían a intentarlo se arrepentirían. Jon le preguntó si tenía la cabeza de Loui y ella bromeó de forma macabara, pero dio a entender que no, no se había comido la cabeza de nadie. Había pasado una noche horrible pero no sabía nada del asesinato. Eso si, pareció interesarse por la presencia de Jeremías de Akenar, el enano cazabrujas, e hizo un pacto con Taulak: si la druida se enteraba del verdadero nombre del enano, la bruja le conseguiría un bonito animal compañero. Tras eso, la bruja se volvió a insinuar a Jon, que volvió a rechazarla como de costumbre. Fue por poco que el padre Eustaquio no los pilló hablando con Milanah. El hombre los había visto pasar frente a la iglesia y veía a interesarse por los donativos del svardo. Tras eso se volvió pues estaban llevando los restos del muerto en una tinaja para que la gente rezase por su alma. Los intentos de Taulak de hacerse con alguna prenda del muerto no dieron fruto.

Enoch se enteró por Petrus que el viejo mago Órdinus no tenía su laboratorio allí sino en el antiguo taller pegado a la Capilla del Lago, bajo la Torre del Bajel, un lugar mucho más seguro para las sustancias alquímicas. Decidió ir allí a echar un vistazo y Jon lo acompañó. Tuvieron que salir del castillo y caminar sobre el lago Nym'ue, que estaba helado ya en diciembre. Una vez en la puerta de la torre vieron que haría falta trabajo para abrirla así que Petrus se fue a por picos. Entretanto bajaron al lago Taulak y Diana, y así todos se pusieron al día sobre las pesquisas y averiguaciones. Con Petrus volvió el enano Jeremías, que estuvo como siempre haciendo incómodas preguntas que no obtuvieron respuesta. El enano no era un experto haciendo amigos.

Petrus se volvió con Jeremías y ellos se quedaron a solas para inspeccionar la vieja torre que tenía un molino de agua en su base, en desuso. Casi todo tenía una capa de escarcha y polvo mezcladas. Fue al subir al viejo laboratorio cuando descubrieron unos horribles vasos cristalinos muy grandes que albergaban los restos de cuerpos humanos en un líquido amarillento. Enoch se percató del parecido de los restos con el conde Rívery, de forma que le pareció que aquello era parte de los experimentos con la máquina que había causado la transformación de Jon, que por cierto había intentado enseñar su mano gris a Taulak y Diana pero ésta había vuelto a su apariencia normal...

 



Allí liados con los nuevos descubrimientos acerca de las actividades de Órdinus, de repente Diana notó algo en su mano, una tela gastada con un símbolo negro en su interior. Era un conjuro de Marca del Caos, y no era la primera vez que lo sufría. Sabiendo los peligros que albergaba, alertó a todos. Breves instantes después, se escuchó un ruido profundo en la puerta del molino, que se vino abajo de un poderoso golpe de hacha.

En la puerta un espantoso Campeón del Caos la esperaba para darle muerte. El ser brilló con una luz etérea y, de repente, una nube de bruma los sumió en las tinieblas...

 

 

Tintagael


Luna

Seluna


Recordatorio PNJs
 

Como ha pasado algún tiempo, os refresco la memoria sobre quién es quién en Tintagael, el castillo en el que estáis viviendo al norte de Vilonia (que de hecho es un feudo del Reino Viejo de Vilonia, cuyo monarca es un joven llamado Leon III. Este mismo año acabó una larga Regencia de su madre, llamada Lady Sylvia. La capital está al sudeste, es la vieja ciudad de Nevesy, muy castigada durante la guerra con los orcos y gardios de Akgard, que acabaron estableciéndose en un reino vecino llamado Haldheim, al sudoeste.

Lord Antoni, vilonio. Era el anciano Conde de Tintagael que falleció apenas una noche antes de la llegada del grupo al castillo. Se sabe de él que era querido por sus siervos y que a pesar de ser sillenita, tenía cierto aprecio por Pelor. Nació durante la Guerra Civil, en tiempos del Imperio, cuando su padre Brandon luchó del lado perdedor (el de Robert de Praia), que pasó el invierno del 2007 DS en el propio castillo y fue asesinado por un tal Nicolás al año siguiente, al sur de Tintagael. Existen rumores que dicen que Lord Antoní quizás fuese hijo, en realidad, de Robert de Praia, que se había llevado demasiado bien con Lady Melissa, la esposa del Conde Brandon. Sólo es un viejo rumor. Lord Antoni, años atrás, abrió un hospicio en la Isla de los Leprosos.

Lady Morgase, vilonia, es bastante vieja pero mantiene parte de su belleza y, desde luego, el carácter altivo de siempre. Ha sido condesa de Tintagael por más de medio siglo. Por lo que se ha oído en el castillo, tuvo cuatro hijos, el primero de ellos murió al caerse en el foso hace muchos años. La segunda, una niña, la mató por accidente una carreta de vino. Los otros dos niños sobrevivieron, uno es el primogénito ahora Conde, llamado Revery, y la otra es su hermana menor, Lady Enna. Revery es un hombre extraño, con fama de humor cambiante. Fue capturado por unos bandidos recientemente y se liberó él sólo en extrañas circunstancias. Ha demostrado ser un hombre terriblemente fuerte y un caballero muy capaz en combate -derrotó a Diana sin despeinarse-. El grupo es conocedor de que algún problema afecta a Revery, pero aún no conoce la naturaleza del mismo. Su hermana, Lady Enna, muy aficionada a la lectura -lo cual es extraño-, ha conseguido convencer al grupo para que trabaje a su servicio, para lo que les ha dado unos anillos de bronce con un cisne labrado (que en heráldica arcana es el símbolo de la música, el arte, la literatura y la serenidad, aunque seguramente sólo Enoch o Diana se percatasen de ello). Se trata de una chica muy perspicaz e inteligente. Sólo se la ha visto llorar una vez, cuando el siervo Lui apareció muerto en la perrera en extrañas circunstancias. Ha encargado al grupo la misión de averiguar qué le sucede a su hermano. También les ha pedido que investiguen la aparición de un Sabueso de Sombra en el cementerio y, en último lugar, una puerta extraña en la Torre del Bajel que nunca ha visto abierta.

La doncella de Lady Enna se llama Muriel. Tiene cara de campesina vilonia, redondeada y guapa aunque de modales un tanto toscos y un poco bruta en lo que dice. En cuanto el grupo llegó al castillo la criada se acostó con Enoch pero no pareció darle especial relevancia, sobre todo desde que el grupo trabaja para su señora.

El que realmente lleva los asuntos diarios de Tintagael es el castellano vilonio Sire Randon, bastante entrado en años y cojo desde una mala caída de un caballo en una justa hace años. Muy experto en todos los asuntos de llevar un castillo, dicen que tenía a Lord Antoni como un segundo padre. Cuando el castellano, poco después de que llegasen, vio que Diana tenía símbolos heráldicos de Leon I el Traidor en su armadura, fue el que le pidió educadamente que evitase llevar aquello en público. A pesar del agravio involuntario, el castellano no pareció guardar el menor rencor y, por el contrario, se ha mostrado amigable con el grupo en todo momento. Al ser preguntado por Taulak acerca del Arciano de Hoo, desaconsejó a la druida que fuese en invierno (debido a los ucornos del bosque y otros peligros) y prometió hacerle un mapa, llegado el momento.
 

Sire Wace, arcano, maestro de armas de la fortaleza, es el capitán de los veinte caballeros y cincuenta soldados con los que cuenta el castillo. Se mostró hosco con Diana por el asunto de la armadura, pero la derrota del sabueso de sombra en el cementerio le hizo cambiar a mejor y, recientemente, la muerte de Joe el Cruel, parece haberle convertido en un buen aliado del grupo.

Sire Brian, uno de los caballeros del castillo. Cuando la cosa se puso fea, fue el único que se armó de valor para ayudar a Diana contra el Sabueso de Sombra. Como quedaron malheridos fue Sire Jeremy, caballero también, el que les hizo de cirujano cosiendo las heridas. Sire Dave es otro de los caballeros que conocen, viajó con ellos desde la Isla de los Leprosos mandando a un grupo de soldados que vigilaban el carromato de bienes robados por Kurz y sus compinches.

El clérigo del lugar era un buen hombre, se llamaba Umberto. Llevaba dos décadas encargado de la Iglesia del Pie, que es como el pueblo llama a la capilla, pues allí se guarda el Pie Santo, lo que dicen que es una Reliquia. Por lo que han visto los personajes, parece un pie de hueso, pero el hueso no parece tal sino que tiene aspecto de madera. Podría incluso ser una rama con forma de pie o algo así. Está en una urna de fabricación enana que el conde Antoni, según dicen, se trajo de Aynea años atrás. La propia urna es mucho más increíble que la Reliquia, pues es una caja de cristal pulido y bordes de plata.

Cuando murió Umberto, el obispo de Artois (la mayor ciudad de la zona, visitada por el grupo recientemente) envió al padre Eustaquio, mucho más inexperto y dado a la bebida. Ha aceptado extrañas limosnas de Jon, que intenta hacerse pasar por sillenita con fines amorosos-sexuales.

Eso nos lleva a Aldric, el herrero vilonio de la fortaleza. La herrería está, para evitar incendios, apartada en la entrada del castillo. Allí vive este hombre de buen corazón pero celoso de su hija. Toda su vida quiso tener un hijo y como eso no sucedió, acabó por llamar Alvin a su primera hija y Gabriel a la segunda. Tuvo otros tres hijos pero murieron al nacer o los pocos días. Alvin se casó con un campesino del feudo y se fue. Ahora Gabriel ayuda a su padre en la forja. La chica, en edad casadera desde hace dos años, apenas tiene pretendientes por los celos de su padre. Esto no detuvo a Jon, que al ver que le gustaba a la chica no dudó en cortejarla y tener relaciones con ella. Todo el castillo lo sabe. El padre ha intentado contratar a Enoch para que encante a Jon y le quite el gusto por su hija. No parece haber cuajado la oferta. Gabriel, por su parte, incluso regaló a Jon una vieja espada que guardaban en la forja.
 

En la posada del castillo, donde durmieron los primeros días, conocieron a Igrán, un vilonio que sueña con conocer Akenar, aunque en realidad jamás ha viajado a más de diez millas de Tintagael. Mircea, la pelirroja, trabaja para él evitando los pellizcos de los lugareños. Fue en esa posada donde probaron por primera vez el famoso hidromiel de Vilonia, muy rico, y también donde conocieron a Kurz, el bandido mago que dirigía una banda de malhechores afincada en la Isla de los Leprosos y que acabaría siendo el causante del Encantamiento de Sueño que durmió al castillo entero. Moriría al sur, a manos del grupo.

Otro tipo que vive en el castillo y que ha echado el ojo tanto a Diana como a Taulak es Gógolin. Es un trovador que vive allí y que, a pesar de su aliento a ajo, tiene buen parecer y buena voz. En las noches largas suele cantar y tocar el arpa, amenizando las veladas del Gran Salón. Por lo que saben, lleva más de dos años viviendo de la caridad de Tintagael.

Pedrus, uno de los siervos del castillo, ha sido puesto como criado personal del grupo. Se encarga de limpiar la Torre del Bajel, de cocinar y limpiar la letrina un poco. Parece buen chico pero es la persona más torpe y asustadiza que existe. El chico está a las órdenes de Lina, el Ama de Llaves del castillo, una vieja gruñona que huele a lavanda y que tiene a los criados más tiesos que un palo. Lina es la única persona a la que los personajes han visto que la vieja condesa Morgase ha sonreído alguna vez. No se sabe cuál de las dos es más vieja. Otras sirvientas del castillo conocidas son Clara, cocinera de la Torre del Lobo, que dio unos pasteles de lamprea a Taulak.

Jayme es un siervo encargado de los establos y perreras, lo cual en un castillo de veinte caballeros es un puesto importante. Tiene una docena de muchachos a su cargo, uno de ellos -Lui- apareció muerto en la perrera.

Nathel, arcano, el barquero. El castillo, al encontrarse en una isla, tiene media docena de barqueros encargados de ir y venir con lo necesario desde la costa del lago Nym'ue. En invierno trabajan poco pues el lago suele congelarse. En esos tiempos son los encargados de romper el hielo de los tres pozos del castillo, tarea más ardua de lo que parece pues han de bajar con una escalera de cuerda y un pico y pasarse casi una hora allí en la sombra. En primavera y verano, reman. Nathel llevó al grupo al sur. Es un hombre gruñón y callado a la vez, de forma que va protestando sin cesar pero no se escucha bien lo que dice ni contra quién.

Arabella, arcana. Hija de unos campesinos del feudo, se enamoró del joven Revery. Al parecer esto fue recíproco, pero el Conde Antoni, hace años ya, mandó a su hijo cesar el romance de forma inmediata. La chica, que culpaba a su falta de dote la negativa del conde, se fue al monte y se dedicó al bandidaje. Han pasado más de cinco años desde aquello, y el problema va a más. El ahora conde Revery ha pedido a Diana que, en primavera, la capture con vida y se la lleve lejos de esas tierras.
 

Jeremías de Akenar, un nombre seguramente falso de un cazabrujas que se encontraron en el camino y que llegó a Tintagael atraído por diversas historias, entre ellas el conjuro de sueño y el sabueso de sombra. Parece saber mucho y decir poco. El conde no lo encuentra de su agrado y Lady Enna ha mencionado que estarían mejor sin él, pero es muy descortés echarlo sin un motivo claro. Enoch le ha robado un escrito acerca de los doppelgangers pero está escrito en enano y los dos que encontró en el castillo, Olin y Tolin, pidieron demasiado por traducirlo. Uno de ellos es carretero y el otro fabricante de tinta; son primos. El cazabrujas ha mostrado, además, un extraordinario interés por la cuerda mágica que encontraron en las pertenencias del ogro Joe el Cruel.

Ordinus, mago fallecido, probablemente a manos de Revery. Adorador de Boccob. Contratado por Lord Antoni para curar los males de su hijo, llegó a Tintagael y se instaló en la Torre del Bajel, donde reside el grupo ahora. En su estudio está la famosa máquina esférica que transmutó a Jon, así como una extraña estancia parecida a una celda. Poseía varios libros de magia, el primero de los cuales Lady Enna dio a Enoch. Prometió, la chica, enseñarle los otros según pase tiempo y ganen confianza. Ordinus, según se sabe, era también alquimista. Se deduce, por cartas encontradas, que conocía a Kurz y ciertos experimentos que se realizaban en la Isla de los Leprosos, regentada por un tal Padre Federico. La abadía fue cerrada por Lord Antoni debido a esas irregularidades.

Ojo de Cuervo es un druida de la región que habló con ellos en forma de buho, lo cual les hizo pensar que es un hombre con grandes poderes. Se mantuvo hosco y distante, pero ha enviado un mensaje de sueños a Taulak para indicarle cómo llegar a la Puerta Verde, en las cercanas colinas de los duendes.

Joe el Cruel era un ogro que llevaba varios lustros molestando a todos en la región. Se había comido a varios caballeros que lo habían buscado, y al menos dos docenas de mercaderes habían perdido caballos, mulas, o sus propias vidas. También atacaba granjas, molinos y casas de la región. Según el cazabrujas Jeremías, su guarida es accesible con la cuerda mágica.

Milanah, también conocida como la Dama del Lago, una bruja que vivía allí antes de que se levantase el castillo. Por desgracia, un mago llamado Kayn se enamoró de ella y al no ser correspondido se las apañó para hacerla prisionera. Estuvo siglos capturada. Cuando Kayn murió en Akenar, ella siguió capturada en las montañas de Hades, cerca de Kayholt, hasta que el grupo la liberó hace poco. Pesaba un poderoso conjuro sobre ella que la convertía en cabra si obraba magia de gran poder, conjuro que presumiblemente continúa en efecto. A pesar de ello, la bruja logró volver a su vida en su guarida. Pagó el rescate con favores, el único de los cuales queda pendiente es el de Diana, que tiene derecho a invocar a la espada Callandor si lo necesita (la espada mágica más famosa de todas las historias vilonias). Milanah les ha pedido repetidas veces que la dejen en paz. Ha hecho un trato con Taulak para que esta averigüe el verdadero nombre del enano Jeremías de Akenar. A cambio, la bruja le conseguirá un bonito animal compañero.
 

También recordemos que Ukka, el guardián que el fallecido Archimago Ranh Merion había enviado con Enoch, antes de abandonar el grupo regaló a Diana (por salvarle la vida) un anillo con los Tres Yunques de Reegarhallas (el símbolo de la familia real del reino enano que está en el lejano noroeste de Draak).

Entretanto, en la lejana ciudad de Akenar, Tenser espera a que Enoch cumpla su promesa de llevarle la Caja de Oro que éste guardaba en sus estancias en la Torre del Dominio y que el grupo encontró cuando escapaba del ataque de las hordas del Caos, las cuales no parecen haber perdonado a Diana el haber arruinado sus planes de rescate de Lucius, y que continúa enviando conjuros de Marca del Caos (y muerte con ellos). El mencionado Tenser es un muy poderoso Encantador de la Alianza, que es una asociación de magos mucho menos poderosa que la Orden de Magia, más orientada a servicios de mercenarios...

Serra, una mujer arcana rubia, ancha y fuerte, con aspecto de guerrera. Fue la que recogio el medallón de la Hermandad de la Mano que le habían robado durante el encantamiento de sueño. La Hermandad de la Mano es una asociación de magos semi-secreta de Westerre, al oeste de Draak. Enoch se fijó en este asunto, pero no sabe qué hace Serra en Tintagael o si simplemente es una viajera que pasaba por casualidad...

Inman, arcano, Consejero Real de Akenar. Un poderoso mago de la Orden de Magia. El grupo hizo una misión para él, que le dejó una llave de su Torre en Akenar a Enoch en agradecimiento por los servicios...

 

Tintagael


 


Partida #24 "En las puertas de la muerte"
 

El Campeón del Caos, con un halo brillante alrededor, se disponía a mandar a Diana de manera prematura a la presencia de Pelor, cuando Enoch salió de la nube de oscuridad invocada por Taulak y dijo en voz alta una palabra fuerte y sonora que dejó quieto al monstruoso enemigo. Jon aprovechó para apuñalarlo como pudo pero la armadura de hierro que rodeaba al Campeón era simplemente formidable. Diana dudó, se retiró, regresó, mientras Enoch repetía la palabra mágica con una voz que no parecía la suya. De repente, de la nada, la druida invocó un extraño animal que ellos jamás habían visto, alargado como un tronco aplastado con una enorme boca repleta de dientes. El monstruo atacó al Campeón del Caos, y luego apareció otro más. Esto les dio la oportunidad de salir corriendo de allí, tropezando con los trozos de la puerta reventada. Salieron al lago helado y corrieron por la superficie resbaladiza lo más rápido que podían, que no era mucho. El Campeón del Caos, finalmente liberado de la magia de Enoch, salió tras ellos y atacó a Jon, que esquivó la decapitación por los pelos. En unos instantes el enemigo alcanzó a Diana, que con la pesada armadura apenas podía correr, y durante un instante estuvo claro que de ahí no escapaba nadie. No con vida.

Enoch, de nuevo, les gritó que se apartasen e invocó una bola de fuego que explotó sobre el engendro del Caos, matándolo por fin. El hielo del lago se fundió bajo sus pies de forma casi instantánea, formando una enorme bola de vapor y fuego mezclada. Sin embargo antes de morir el Campeón se sacó de la nada una última energía para lanzar el hacha gigante volando hacia Diana, con una fuerza tremenda. El arma impactó a la paladina en la espalda y la tiró al suelo, pero no la mató. El Campeón del Caos se hundió en las frías aguas del lago.

En el castillo, como era de esperar, escucharon la explosión de la bola de fuego y varios hombres de armas se asomaron por la muralla e incluso varios bajaron al puente a ver qué pasaba. Jeremías, el enano, vino con ellos. Mientras Diana y Taulak regresaban al castillo, Enoch y Jon se volvieron al laboratorio de alquimia, más que nada para acabar de registrarlo y asegurarse de que nadie veía lo que Ordinus había hecho allí. Enoch subió a juntar papeles y notas, Jon se quedó en la puerta viendo como la paladina y la druida subían al puente hacia el castillo. Fue entonces cuando Ojo de Cuervo se acercó al svardo.

El druida sólo quería saber qué había pasado. Hizo dos o tres preguntas un poco difusas a Jon y luego se fue sin dar demasiadas explicaciones. A Jon no le extrañó demasiado pues sabia que muchos druidas son así, un poco raros. La soledad es lo que hace.

Taulak y Diana, de hecho, vieron a Ojo de Cuervo en la distancia, pero no sabían que era él. Al entrar en la fortaleza Aldric las ayudó a llegar a la Torre del Homenaje y allí sentarse a descansar. El castellano, Sire Randon, vino a hablar con ellas, pero Diana prefirió hablar directamente con el conde Revery. De hecho subió a las estancias del conde, que la invitó a tomar un poco de vino caliente y allí hablaron. Ella le contó los peligros de la Marca del Caos y él le quitó un poco de hierro y le pidió que ayudasen a encontrar al asesino de Loui, el mozo de las perreras, que era el problema más grave que tenían -un asesino desconocido que además de lo que había hecho podía seguir siendo peligroso-. Diana le habló de Jeremías pero el conde le dijo que no podía echarlo sin motivo, sólo por antipatía, y menos con aquel tiempo. Según dijo eso, se puso a nevar.

Al salir de la estancia se cruzó con Lady Morgase, que no ocultó cierto desagrado por ver a Diana. A pesar de que hacía poco que su marido había fallecido -y por lo tanto Diana le tenía un poco de compasión- parecía que su gesto de desagrado venía de mucho más lejos. A pesar de todo seguía siendo una dama y su descortesía estuvo medida con habilidad cortesana.

Enoch y Jon regresaron a la fortaleza y el enano cazabrujas estaba esperándolos en la entrada del Gran Torreón, mascando corteza de árbol -quizás para luchar contra el frío-. Les dijo que sabía que habían empezado con mal pie y quería repararlo un poco invitándolos a los cuatro a cenar en la posada, esa noche. Matarían un cabrito y beberían buen vino a costa de su bolsa, y así podrían charlar con un poco de calma. No mencionó su interés por la cuerda de Joe el Cruel ni ninguno de los asuntos turbios sobre los que había preguntado las otras veces, así que Enoch aceptó y Jon también. Dejaron allí al enano y se fueron a hablar con el herrero para que reparase la puerta rota por el Campeón del Caos. Aldric -les dijo- necesitaría la ayuda de Tom el carpintero, pero una puerta reforzada de metal y buena madera como la que querían podía costar hasta 50 piezas de plata. Ellos pensaron que el conde pagaría por ello (o Lady Enna) y el tema quedó pendiente. Tras eso, Enoch se fue a sus estancias a estudiar los papeles de Ordinus -muerto de frío y esperando que Petrus hubiese encendido la chimenea de la torre-. Jon se escondió tras las escaleras que llevaban a la torre y estuvo esperando a que Aldric saliese de la herrería en busca del carpintero. Por fortuna eso no tardó en suceder. Resistiendo una sonrisa pícara entró en la herrería en busca de Gabriel, que al verle se asustó y alegró a la vez. Tras un beso rápido le dijo que debía mostrarle algo que había encontrado en el segundo piso del Torreón de la Gleva.

No dijo qué, pero su expresión era seria. Agarró a Jon de la mano y salieron por la puerta pequeña de la herrería, que da al interior de la fortaleza.

 

 

 

Tintagael


Luna

Seluna


Partida #25 "Una semana tranquila en Tintagael"
 

Jon y Gabriel cruzaron el mercado de la Torreón de la Gleva hasta la chimenea cerca de donde los siervos solían comer. Allí había varias barricas de vino, propiedad de un gnoling tabernero, y una de ellas estaba rodeada de curiosos. Al parecer acababan de abrirla y sabía muy rara. Jon, después de todos los sucesos que habían acaecido en el castillo en las últimas semanas, se esperó lo peor y acertó: la cabeza del chico de las perreras, Lui, estaba dentro del vino.

 



El revuelo en Tintagael fue mayúsculo, hasta el Conde acudió para tratar de calmar a las gentes de la fortaleza. El clérigo Eustaquio se apuró a llevar los restos del mozo a la fosa común del cementerio y darle un buen entierro sillenita para evitar que los malos espíritus se revelasen finalmente.

Diana, que había pasado un rato en la posada y había acabado discutiendo con Serra, una guerrera que llevaba ya semanas en la fortaleza, fue a investigar también y estuvo revisando las barricas e incluso bajó a las bodegas de la torre a ver si encontraba algo extraño. Lo único realmente raro es que no había rastros de sangre en los alrededores de donde se encontraba el vino. Más tarde se les ocurrió que quizás alguien -o algo- escondió allí la cabeza para que la falta de sangre no fuese tan evidente debido al vino.

Enoch estaba en sus estancias cuando de repente Pedrus le anunció que tenía un visitante. Un hombre viejo con aspecto de druida que se presentó como Ojo de Cuervo. Hizo tres preguntas sobre Taulak, qué clase de persona era y esas cosas, y luego se marchó. Eso si, cuando vio que alguien más llegaba al puente se dejó caer. Por un instante Enoch pensó que se había vuelto loco y suicidado, pero no, claro.

 



Jon se había acercado a por el mago para que viese lo sucedido con la cabeza del muchacho. Con tanto revuelo se había olvidado de Taulak, que estaba esperando en el laboratorio de alquimia de Ordinus evitando que nadie entrase allí, aunque con el frío que hacía y la nieve rodeando el castillo hay que decir que era poco probable que alguien pasase por allí por error (encima teniendo que cruzar el lago helado). Jon y Enoch no llegaron a tiempo para inspeccionar la cabeza del chico, que había sido enterrada y cubierta con cal. Al menos Jon recordaba que el tajo que había decapitado al niño no era limpio, al menos nada propio de una espada o algo así. Más bien parecía arrancada, por lo que recordaba.

Diana, entretanto, también fue abordada por Ojo de Cuervo y también fue interrogada acerca de Taulak. Diana, que había tenido sus más y sus menos con la druida, fue honesta en sus respuestas. El viejo, tras las tres preguntas, se fue de su vista.

Como estaba atardeciendo y Jon y Enoch habían quedado con el enano cazabrujas, Jeremías, en la posada, se fueron allí. Diana fue también a la cita. Al menos Jon se acordó de su prima y se acercó a por ella justo antes de que se pusiese el sol entre las copas de los árboles nevados. El invierno ya estaba a unos días y el frío era bastante intenso, aunque Jon no daba muestras de notarlo (lo cual, sin duda, tenía más que preocupada a Taulak).

Se encontraron en la posada donde apenas había gente. Serra abandonó la estancia al ver a Diana, y sólo quedó el posadero Igrán para servirles. Oían a Mircea arriba en la cocina de la posada, cantando algo triste mientras cortaba zanahorias para el cordero que pidieron.

 



Jeremías, el cazabrujas, intentó hacer las paces con ellos y les dijo que habían empezado con mal pie. Él había venido a Tintagael a investigar los sucesos alrededor del conjuro de sueño que había dormido a todo el castillo pero, al llegar, había descubierto que al menos tres misterios mayores que ese se ocultaban tras las murallas. Como era su costumbre, perseguía siempre el mayor de los peces del lago. Y para eso quizás los necesitaba. Dio algunas vueltas, pero acabaron por entender que él quizás podía provocar -no explicó cómo- a la criatura para que actuase de nuevo. Deberían estar preparados para ello y aquella noche en realidad no lo estaban. Diana, sin ir más lejos, estaba sin armadura y malherida. Enoch apenas tenía poder mágico, así como Taulak. El único que se encontraba como siempre -impasible- era Jon, el doppleganger, al que la comida sabrosa había dejado de saberle a algo. Sentía hambre pero no disfrutaba ni un pelo de la comida.

Finalmente Jeremías les dijo que la noche del sabbat día 20 sería la que provocase al misterioso enemigo que estaba entre los muros. Dio la casualidad de que se trataba de la noche de Wee Jas, la Diosa de la Muerte, para los paganos. Cuando Taulak trató de sonsacar al enano (puesto que tenía un trato con la bruja Milanah, ésta le conseguiría un familiar especial si averiguaba el verdadero nombre de Jeremías) éste se declaró cansado y se retiró a sus aposentos.

Esa noche Jon se pasó por la herrería a preocuparse por Gabriel. Aldric, el herrero, poco menos que le cerró la puerta en las narices. Mientras él estaba fuera, Taulak, Enoch y Diana tuvieron un extraño encuentro con Ala de Cuervo en la posada. El druida les asustó apareciendo por la espalda cuando estaban solos. Venía a hablar con Taulak a darle la bienvenida a las tierras del norte del Reino de Vilonia donde, desde que el mundo era mundo, existía un Círculo de Druidas. Era bienvenida a unirse al mismo cuando éste se reuniese dentro de seis Lunas llenas (aproximadamente, dos años sillenitas). Pero como quería ser hospitalario, quería regalarle tres cosas como era costumbre de los druidas. Le dió una capa negra, una pluma de cuervo y una antigua moneda de plata. Taulak sabía, claro está, que la costumbre de los druidas es la de regalar tres cosas siempre. De todas, la menos valiosa es la más importante. Pronto supo por el mago que la capa la convertía en cuervo por unos breves instantes, así que imaginó que ese no era el regalo importante. Quedaba un pluma de cuervo y una moneda de plata que, según Enoch, no eran mágica.

Fue una semana tranquila la que pasaron hasta el sabbat. Nevó. Hizo frío. Las rutinas de un castillo hicieron que poco a poco la gente se fuese olvidando de los sustos sobrenaturales y la cabeza de Joe el Cruel en la muralla ayudó un poco a recordar que no todo lo que había pasado era malo.

Esos días Enoch estudió los papeles de Ordinus y finalmente tuvo tiempo de encontrarles sentido. La Máquina Esférica era un elemento transmutador, dedujo. Convertía algo en algo. Imaginó que estaba ideada para que una persona enferma, o con algún problema, entrase en contacto con ella y se transmutara en alguien sano. Pero la máquina tenía errores sutiles en los entramados arcanos más básicos y en realidad funcionaba al revés. Eso hizo que Enoch empezase a sospechar de Gabriel, que estaba con Jon el día que él se convirtió en doppleganger. Así se lo hizo saber a todos.

Además, durante esa semana, estuvo investigando en la biblioteca acerca de los dopplegangers. Encontró notas aclaradoras en el Bestiario de Aleppus, un sabio de tiempos vilonios, que decían:

"Poco tiempo después de la desaparición de Zoroastro sus seguidores y herederos de su legado arcano empezaron a acusar el problema de gestionar la legendaria biblioteca del Gran Maestro. No sólo tenían los habituales problemas del paso del tiempo sino que debían de enfrentar, debido a la fama del lugar, la afluencia de todo tipo de ladrones y buscafortunas. Las trampas mágicas durante un tiempo se mostraron efectivas pero pronto los saqueadores empezaron a afinar sus métodos y empezaron a ser capaces de sortearlas. Runas, ilusiones e incluso violentos conjuros de relámpago se mostraron ciertamente inefectivas a la hora de frenar a estas ratas avariciosas. Por eso mismo los nuevos maestros acabaron por crear a un grupo de guardianes formidables a los que llamaron iratii, que eran tres. Los iratii parecían hombres pero no tenían verdadero ingenio sino que obedecían órdenes simples, entre ellas combatir y, sobre todo, vigilar los tesoros de la inmensa biblioteca y sus miles de libros. Fue el famoso bandido Amadan-na-Briona, conocido por la popular Canción del Tonto, el que no sólo entró a robar libros sino que también robó a los iratii. Los magos se enfadaron mucho tras aquel suceso y decidieron crear a un grupo de guardianes que zanjasen el problema de una vez, así es como crearon a los cambiaformas, también llamados gemelos malvados o "el que camina al lado", aunque su nombre más común es en vilonio "doppleganger". Los doppleganger fueron dotados de una tremenda inteligencia y el poder de cambiar de forma, para lo cual, según las leyendas, necesitan al menos un trozo del cuerpo de la otra persona, su sangre o pelo. Los magos no sólo querían que los dopplegangers matasen a los saqueadores que cazasen dentro de la biblioteca sino que fuesen capaces de aniquilar a las bandas de los mismos al completo. Así, un doppleganger que acababa con un ladrón adquiría su apariencia y, si conseguía averiguar cómo, regresaba con el resto de ladrones (pues rara vez se trataba de uno solo, pues la biblioteca era gigantesca) y los asesinaba a todos y, si hacía falta, a sus ayudantes, a los comerciantes que los habían ayudado a llegar allí, a los que les habían vendido mapas, a todos los que tenían la menor relación con el robo.

Así fue como en menos de quince años la biblioteca de Zoroastro dejó de tener robos y se convirtió, según las canciones populares, en un lugar maldito de magia y engaño.

Los doppleganger, que habían sido dotados de inteligencia, también habían sido dotados de increíbles habilidades como guardianes. Veían en la oscuridad total. No necesitaban dormir. No podían aburrirse. Desconocían el miedo o el dolor, la ansiedad o cualquier pasión o sentimiento.

Ese fue el origen de los dopplegangers. Siglos después se los conoce como seres malévolos quizás por su avidez por encontrar objetos que les hagan sentirse humanos. No se trata de una maldad como la de un demonio o un fado sino de una falta absoluta de humanidad, amor, caridad, empatía, misericordia u compasión que son espeluznantes. Sólo se reconoce en ellos una pasión y es la avidez por llenar su infinito vacío interior."


También durante esa semana Enoch encontró un libro especial en la biblioteca, el Grimorio de Tarus. Se trataba de un legendario vademécum de Astrología que, entre otras cosas, detallaba paso a paso las piezas necesarias para montar un telescopio para observar las estrellas (su uso junto al libro desbloquea algunos conjuros arcanos de Adivinación que, por lo que sabía Enoch, estaban perdidos).

El jueves por la noche el grupo entero salvo Jon (que no duerme, sino que finge que lo hace, que no es lo mismo) soñó con algo bueno que acababa de suceder en el Orbe. Una gran amenaza había abandonado el mundo, quizás para siempre. Sintieron un gran alivio y se liberaron de un peso que no sabían que soportaban. Tras eso, escucharon la voz de Inman que les agradecía su inestimable ayuda evitando que Lucius, el Señor del Caos, hubiese sido liberado por la secta del Caos y la hermana de Diana, la fallecida Eleanor. Ahora el mismo Señor del Caos había sido exiliado. La paladina supo así que las Marcas del Caos que sufría -en castigo, quizás, por la ayuda brindada- nunca volverían a repetirse. Podría dormir un poco más tranquila desde entonces.

Esa semana Diana se la pasó con Aldric y Gabriel en la herrería (a la que vigilaba de cerca desde las palabras de Enoch). Estuvieron reparando su armadura dañada y dejando que las heridas de la mujer se fuesen cerrando. Taulak la visitaba a diario con frutos que la ayudaban milagrosamente.

De hecho la druida estuvo bastante ocupada esa semana. Jon le pidió a Enoch que les prestase un libro de la biblioteca para empezar a enseñar a leer Común a Taulak. El libro elegido (al azar o no) fueron Los Viajes de Dorian Wright, un relato de aventuras acerca de un mago misterioso que escapaba de la Inquisición de Akenar y tras una tormenta acababa en la Isla del Grial, donde le contaba el secreto de la isla. Jon y Taulak se quedarían contrariados al final de la semana al ver que las últimas páginas del libro habían sido arrancadas. Aparte de eso, Taulak estuvo practicando con la Capa del Cuervo y tuvo un par de accidentes de pequeña importancia en la Torre del Bajel, pero finalmente comprendió los misterios y peligros de la capa. La druida empezó a dormir con su primo, preocupada por su evidente falta de preocupaciones y miedos.

Jon pasó la semana sin preocupaciones. Visitó a la hija del herrero varias veces pero nunca estaba sola. Una noche se dio cuenta de que veía perfectamente a oscuras, lo cual se hizo raro pero, al mismo tiempo, irrelevante. No pudo pegar ojo en toda la semana ni consiguió aburrirse.

Durante la semana vieron poco a Lady Enna que se pasó las tardes con su madre cosiendo vestidos para la Semana Santa sillenita, que es la que entra. Visitó a Diana para ver si se encontraba bien recuperada de sus heridas y poco más. La hermana del conde también hizo llegar al grupo una paga de una pieza de oro para cada uno y un paquete de tela con el segundo libro de magia de Ordinus (para Enoch). El conde practicaba a diario con la espada, hiciese frío o no, con alguno de los caballeros, al lado del pozo (algún día invitaron a Diana a unirse a ellos; a Jon no). Tom el carpintero acabó la puerta del molino y la pusieron el viernes. El sabbat nevó con más fuerza.

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Notas sobre Capa del cuervo: Transmuta al portador 1/día en cuervo, como acción instantánea. Dura tantos asaltos como nivel tenga el portador. La capa puesta da un bono circunstancial de +3 a Tasar. En forma de cuervo vuelas a una velocidad de 8, tienes visión en la penumbra y como es un animal menudo, tienes un +2 a la Defensa Base por pequeñaja.

Todos salvo Jon recibieron un punto extra de Confianza.

El uso de la biblioteca dió 54 PX extra a Enoch.

 

 

 

Tintagael


Luna

Seluna


Partida #26 "La caza"
 

La mañana del sabbat 20 de Noviembre cuando Diana se pasó por las habitaciones del conde a hablar con él. Le explicó que sería una noche larga y que si tenía la oportunidad de refugiarse (como ella entendía que hacía) pues era el momento de hacerlo. El resto de la semana se la había pasado en la herrería y, por lo que había observado, la chica Gabriel se portaba de una forma completamente normal.

Enoch, un par de días antes, le había hecho saber a la paladina que quizás pudiese reconstruir la máquina de Ordinus sin los errores que habían causado el desastre de Jon pero para eso necesitaba visitar una ciudad grande en la que comprar los materiales. Con ellos, sería una cuestión de un par de semanas, según dijo. También pasó bastante tiempo en su estudio leyendo el nuevo libro de magia que Lady Enna le había hecho llegar.

Jeremías, el enano, pasó por la Torre del Bajel a explicarles lo que harían. Al atardecer se juntarían en algún sitio -acordaron que fuese el Bosque de Dioses, idea de Taulak- y desde allí llamarían al monstruo sin que el cazabrujas explicase claramente cómo. Así que pasaron un día de espera que se hizo largo y tedioso, en medio de una nevada considerable. Muchos siervos del castillo estaban limpiando los tejados y abriendo caminos en los patios de armas. El criado Petrus tuvo que romper el hielo de las ventanas para poder abrirlas. Todo Tintagael estaba frío y blanco. La cabeza de Joe el Cruel, convertida en un bloque helado, seguía en la puerta de la fortaleza.

Cuando se empezó a poner el sol el grupo se juntó en el Bosque de Dioses. Taulak estuvo preparando unas trampas, acostumbrada al frío. Jon parecía no sentir la nieve en absoluto y de repente Enoch parecía que tampoco era afectado por el frío. Al final la que peor lo pasaba era la pobre Diana con su armadura metálica. El enano Jeremías vino envuelto en una poderosa capa de pieles. Enoch colocó unas velas mágicas que iluminaban todo el Bosque de Dioses.

Les avisó que iba a soplar un cuerno que despertaría a todos los monstruos en una milla a la redonda. Era un viejo asta de marfil oscuro, con runas pintadas en toda la superficie. Cuando lo sopló, nadie salvo Jon escuchó nada. El svardo, al contrario de los demás, escuchó un ruido atronador que le puso de mal humor de forma instantánea. De hecho fue a zarandear al pobre Jeremías. Al mismo tiempo, cosas raras empezaron a pasar allí. Unos lobos surgieron de la nada y les atacaron para luego desaparecer por mediación del mago. Luces volando. Y luego nada. Fue en ese momento en el que el cazabrujas les dijo que notaba una presencia poderosa en aquel Bosque de Dioses, que no había sido buena idea hacerlo allí. Ellos imaginaron que se trataba de la bruja Milanah pero nadie dijo nada.

Pasó un buen rato mientras esperaban pero la furia no se iba de Jon. Enoch, que se había refugiado en la Torre del Lobo, tampoco veía nada desde lo alto. Tras casi dos horas de espera Jon salió del área de luz y se fue hasta el pozo del castillo. Fue allí donde la bestia le atacó.

Se trataba de un gigantesco monstruo de más de dos metros de altura, con cuerpo bestial de venado pero con unas fauces temibles y unas garras afiladísimas. Además, poseía una fuerza sobrenatural. De dos golpes rápidos estuvo a punto de matar a Jon que, si no hubiese sido un doppleganger, habría muerto en el acto. Jon corrió hacia la luz pero la bestia no le siguió, quizás desconcertada por la ausencia de sangre. El svardo llegó gimiendo al Bosque de Dioses y sólo la rapidísima acción de Taulak salvó el momento. Salió corriendo y saltó al aire donde, bruscamente, se convirtió en cuervo. El ave desapareció en la noche para regresar en menos de medio minuto. La druida había visto a la bestia subida a la Torre del Homenaje, de modo que todos, incluido el pequeño Jeremías, salieron corriendo en aquella dirección, espadas en mano.
 

Entraron en tropel en el Gran Salón de la torre, donde Lady Enna jugaba a las damas con el castellano Sire Randon. Varios vasallos se asustaron al verlos entrar en aquella guisa, sobre todo cuando salieron corriendo escaleras arriba. En el piso superior, frente al cuarto de Lady Enna, encontraron el cadáver de una mujer bañado en sangre, un horror que levantaría al castillo en poco tiempo. Subieron sin detenerse a determinar la identidad de la desgraciada y fue en las habitaciones del Conde donde tuvieron el primer malentendido serio pues Jon quería entrar y Diana no quería que entrase, aparte de que el que parecía un criado de confianza de Lord Revery protegía la puerta (que acabó rota en el suelo). Ante la posibilidad de haber perdido el rastro del monstruo el cazabrujas Jeremías volvió a hacer sonar su cuerno. De nuevo Jon se enfureció y, no sólo él, sino algo que estaba en el piso de arriba. Sólo se podía llegar a ellas por unas precarias escaleras de caracol así que Taulak mandó a un lobo a ver qué había. Se escuchó un ruido tremendo y el lobo murió. Enoch invocó un león, que ninguno de ellos había visto en su vida, y se trataba de un formidable animal de grandes proporciones y temibles fauces y garras. El combate del león en la escalera se prolongó pero finalmente el monstruo mató al animal y, tras eso, se dio a la fuga.
 

Subieron todos, salvo Jeremías (que se había quedado en el puente con una ballesta preparada).

 

Tintagael


Luna

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Partida #27 "La carta de Morgase"
 

A pesar de que el gigantesco monstruo astado se internó en las sombras de la torre del homenaje del castillo, el grupo no dudó en perseguirlo escaleras arriba. Estaba oscuro, pero lo encontraron en uno de los almacenes del último piso, donde el monstruo combatió ferozmente con su prodigiosa fuerza hasta que le dieron muerte.

No se podían creer que hubiesen conseguido derrotar finalmente al monstruo que había asesinado a gente en el castillo -más tarde se descubriría que el cadáver de escaleras abajo se trataba de Muriel, la doncella de Lady Enna-. El cazabrujas Jeremías entró en la estancia y remató al monstruo con su extraña arma de trueno, lo que causó aún más revuelo en el castillo. Diana bajó las escaleras para calmar a todo el mundo y por eso se perdió el inconcebible espectáculo de ver cómo el monstruo con cuernos se convertía poco a poco en la vieja mujer del conde, Lady Morgase. Desnuda, ensangrentada, muerta.

No hace falta mencionar el terrible impacto que este descubrimiento causó en el castillo de Tintagael. La mujer se había casado con el difunto Conde Antoni hacía más de medio siglo y nadie sospechaba de ella en absoluto. Eso, para algunos como Diana o Enoch, resultaba difícil de creer.

Jeremías estuvo tomando algunas muestras de sangre con sumo cuidado y luego pidió especial cautela a la hora de levantar el muerto. De hecho la propia Diana acabó ayudando en la lamentable tarea. Entre ella y varios soldados llevaron el cuerpo envuelto en sábanas a una gran pira que los siervos prepararon en el patio de armas, a pesar de la nieve. Hacía tiempo que la medianoche había pasado cuando acabaron de preparar la pira. El párroco, Eustaquio, consideró oportuno esperar al amanecer para prender la pira pues aquella era la noche de Wee Jas y los paganos solían hacer hogueras en honor a la Diosa de los Muertos. No quería quemar un licántropo en esa noche en concreto pues algunos podrían haberlo confundido con una ofrenta. Enoch, Diana y Taulak durmieron muy poco porque habían acabado tardísimo y con el corazón a mil por hora, no fue tan simple como irse a la cama. Jon, por su parte, no echaba de menos el dormir.

En cuanto amaneció la mayor parte del castillo se reunió en el patio de armas, algunos por despedir a Lady Morgase y otros por el alivio de un terror derrotado. Decenas de personas en un amplio círculo. En Vilonia se solía hablar en los funerales pero éste fue una excepción. El Conde tenía los ojos cansados y se encargó en persona de prender la pira, con el castellano Randon a su lado, Lady Enna y todos los caballeros de Tintagael. Era dóminus, 21 de diciembre del año 1081 DS. Muy lejos de allí, al oeste, cruzando el Mar de Vain y entrando en el continente de Draak, en las tierras de la Campiña, en Saint Gall, ese mismo día el legendario Sire William armaba como Caballero de la Tabla al famoso Sire Hernán Muga. Por supuesto, este hecho no tenía la menor relevancia en los fríos muros del castillo de Tintagael.

Sí tenía relevancia el hecho de que Lady Morgase hubiese muerto aquella noche. Algunos habitantes del castillo parecían no dar crédito de la historia que les contaban, que la condesa se había convertido en un monstruo astado y era la que había matado al mozo de cuadra Loui y a la doncella Muriel. Por fortuna todos tenían demasiada presente la imagen de la cabeza del chico en los toneles de vino, esa no había sido una historia de taberna más pues muchos en persona lo habían visto con sus propios ojos, así que no necesitaban hacer el menor esfuerzo para creerla. Por todo esto el ambiente en la fortaleza era extraño aquel Dóminus, sonaban las campanas a duelo cada tres horas y la gente no sabía si debía alegrarse o sentir tristeza. Las miradas a Diana, Taulak, Jon o incluso a Enoch, eran también ambiguas. Y eso que la cabeza de Joe el Cruel aún reposaba sobre una gran pica en la entrada del castillo.

Descansaron hasta después del mediodía pues la noche había sido larga. Después de comer el clérigo Eustaquio hizo llamar a Diana a la iglesia, la paladina no tardó en ir. Al parecer la antigua condesa Morgase había dejado, en tiempos del antiguo párroco (muerto en el evento del perro de sombra, como Diana recordaba bien), una carta de confesión; supuestamente debía de recibirla el Conde o alguien de la familia pero dadas las circunstancias el clérigo no tenía claro qué debía hacer. Al regresar a la Torre del Bajel, la paladina comentó con Enoch y los demás lo de la carta. El mago no dudó en usar su Pergamino de Copia para asegurarse de saber qué ponía la carta. Cuando Diana se la llevó a Lady Enna, ésta se sintió perturbada por lo que contenía, pero no se la mostró a la paladina. Le dijo que hablarían esa noche.

De nuevo en las estancias, leyeron en la copia de Enoch lo que ponía la carta:

"Algún día alguien leerá esta carta y yo estaré muerta, que es el fin inevitable que le aguarda a los de nuestra especie. Ese día de justicia habrá llegado y yo podré hablar, desde el más allá, con la libertad que me fue privada desde el día mismo en que nací.
Mi nombre es Morgase. El apellido de mi padre es Mandrael, tal y como lo fue el de mi abuelo. Nuestras tierras están en el norte, en los Montes de Cir, tres días al este de la Torre de Caine.
No siempre fueron nuestras esas tierras. Mi tatarabuelo, Lord Valon, las consiguió gracias a una gran fortuna que había encontrado en un lugar antiguo en las montañas, unas ruinas abandonadas de tiempos ancestrales en el deshabitado valle de Igrain. Por desgracia no sólo consiguió oro y joyas en aquellas ruinas sino que además contrajo una enfermedad que pasó de generación en generación, la cual yo padecí toda mi vida y mi propio hijo padece. Mi hija Enna no es hija mía en realidad. Clara es su verdadera madre. Cuando me quedé embarazada por segunda vez el niño nació como un monstruo y tuve que matarlo. Ella, que hacía poco había dado a luz, lo cambió por su hija para que no hubiese preguntas raras en el castillo. Poco después contó la historia de que su niña había muerto en un accidente.
Siempre tuve la creencia de que en las viejas ruinas de las montañas se encuentra la desgracia de mi familia pero también quizás la solución. Por ello envié a Sire Randon hace años a encontrar el lugar, cosa que hizo sin conocer el motivo. Al intentar entrar se encontró con ciertos peligros que lo dejaron tullido de por vida. Siempre ha sido fiel y le agradezco, desde el más allá, sus eternos servicios.
Esta confesión la hago para echar luz sobre mi tumba. Quede mi alma tranquila eternamente por mis crímenes en vida. Que Gah tenga a esas víctimas en su seno y sea él quien juzgue mis actos.

Morgase."


De modo que Lady Enna no era hermana del Conde. No habían apenas hablado de qué hacer cuando recibieron dos visitas. La primera fue la propia Lady Enna, que les dijo que con lo que había averiguado por la carta de su madre, era de importancia que viajasen al valle de Igrain e intentasen a toda costa desvelar el origen de aquella maldición que había caído sobre su familia. Quería que partiesen lo antes posible, incluso antes de que acabase el año -faltaba una semana-. Quizás porque el ambiente en el castillo estaba enrarecido, aceptaron irse lo antes posible a pesar de la nieve y el terrible invierno.

Más tarde, a mitad de la noche, mientras pensaban en los preparativos para ir a investigar el valle montañoso de Igrain, la bruja Milannah entró por la ventana. Venía a agradecerles que, pese a haber estado con el cazador de brujas y en circunstancias de tensión, nadie hubiese dicho nada de ella. Les traía un hidromiel mágico que podría convertirles en otra persona. Un regalo de bruja. Luego se marchó por la ventana, como acostumbraba hacer.

La noche resultó ventosa. Antes de amanecer dejó de nevar. Se fueron a los establos aunque Diana quería hablar antes de irse con el Conde, del que sospechaba que tenía que saber que su madre era un monstruo. Debía preguntárselo mirándole a la cara pero el día anterior, de luto, no había sido apropiado.

Ese día, por cierto, empezaba la Semana Santa sillenita que anunciaba el final de año. El primero de los días se llamaba Lunes de Motín, rememoraba el viaje de los arcanos en el Arca y cuando más de la mitad de ellos se reveló contra el hijo de dios, Sillevan. Los sillenitas se reunían con velas blancas y negras que se cogían al azar de un cesto cubierto por un paño. Los que tenían las velas blancas eran los Justos y representaban a los fieles. Las velas negras eran los seguidores del Invisible, aquellos que representaban el mal en el mundo y la injusticia. Según palabras del sabio Giles Wolpe, profesor de la Escuela Palatina de Akenar, esta celebración sillenita representaba una prueba de fe para todos los buenos seguidores de dios, puesto que al que le tocase una vela blanca no podría comer carne en cuarenta días en compensación por tener el honor de representar a los Justos ante los ojos de Gah.

 

Tintagael


Luna

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Partida #28 "Preparativos para viajar al norte"
 

El último lunes del año, llamado día de Motín por los sillenitas, estaba el grupo en las caballerizas de Tintagael al alba ya dispuesto a ponerse en marcha cuando empezaron a darse cuenta de que con las emociones de la jornada anterior -la muerte de Morgase, el funeral, la carta- quizás habían decidido partir sin preparar el viaje de forma adecuada. Decidieron, pues, posponer al menos un día la salida al valle.

Con ánimo de informarse un poco mejor de lo que iban a encontrar, fueron a hablar con el castellano, Sire Randon, que era la única persona que conocía el lugar -que ellos supiesen-. Le encontraron desayunando con los sirvientes del castillo, los ojos cansados, y parecía esperarles. Cuando se quedaron a solas Sire Randon sacó de la pechera un viejo mapa que marcaba el lugar donde estaban las ruinas donde había sido herido años atrás. Lady Morgase le había mandado a investigar y había regresado tullido y sin nada. No dio muchos detalles de las ruinas salvo que se reconocían con facilidad pues la entrada era un rostro tallado en la ladera rocosa de la montaña. También se enteraron que, años atrás, había sido amante de Lady Morgase, como muchos otros en el castillo.

 



Taulak sospechaba que tendrían que enfrentarse a algún tipo de bestia con licantropía de modo que pensó en buscar luparia (llamada acónito en Vilonia) por los alrededores. Preguntó a algunos sirvientes y llegó a la conclusión de que no era tan común como esperaba. Alguien le dijo que la mujer que tenía hierbas raras allí en el castillo era Clara, la cocinera de la Torre del Lobo. Así que allí fue la druida y le preguntó a la señora por esa hierba. Clara se comportó de forma muy rara, la tuvo esperando más de una hora -eso sí, le trajo una sopa- y después de eso le dijo que no le quedaba acónito. Parecía un poco nerviosa.

Jon, por su parte, intentó hablar con Gabriel pero no pudo, su padre Aldric, de malos modos, le invitó a dejarla en paz. El svardo se quedó contrariado en la nieve, quieto, hasta que empezó a llamar la atención. Tanto, que el propio Jeremías vino a sacarlo de allí y se lo llevó a la posada para que nadie empezase a hacerse preguntas. Luego trató de sonsacarlo, pero no hubo forma.

Diana fue a hablar con el Conde Revery. Quería saber si él conocía el secreto de su madre y, tras una conversación un tanto amarga con él, se fue con la sensación de que no lo sabía. A lo largo de los años habían sucedido episodios extraños en el castillo y Revery había sospechado siempre que él era el causante de los mismos. Ahora sabía que no. Tampoco quiso saber el secreto de su hermana Lady Enna -que en realidad no era su hermana-. Se mostró agradecido con Diana, que tras eso fue a la herrería con un mensaje de Jon. Gabriel no sólo se alegró sino que le dijo que esperaría a Jon lo que hiciese falta.

Enoch se pasó casi todo el día en la biblioteca estudiando los hechos del valle de Igrain. Le pareció que alguien había buscado por el mismo tema antes entre los libros pues faltaban algunas hojas, algunos volúmenes y ciertas páginas de una copia más o menos reciente de las Crónicas Vilonias. Su estudio de ese día, junto con el mapa de Sire Randon, le permitió deducir que quizás en el lago de Nim'ue (donde está la isla con el castillo de Tintagael) existiese un portal que conectase el Plano Material con el Plano Elemental del Agua. Quizás eso explicase la presencia de la Dama del Lago, una especie de guardiana de esa puerta entre ambos mundos, y quizás algunos conjuros fuesen más poderosos de lo habitual en aquel sitio (o tuviesen un resultado inesperado, como por ejemplo los que habían creado la máquina de Ordinus con la que Jon se había convertido en cambiaformas). Encontró alguna lectura sobre el Pozo del Cayado, al parecer un lugar conocido por los campesinos del lugar, pero salvo alguna leyenda suelta que decía que su agua curaba las enfermedades de la piel (aunque olia mal), no supo más del tema.

Enoch fue interrumpido en su estudio por Serra, una mujer que llevaba unas cuantas semanas en la fortaleza y que planeaba pasar el invierno allí. Parecía una guerrera. Vino a hablarle de que sus maestros estaban interesados en él. Ella había deducido que Enoch era mago y se había puesto en contacto con sus señores de la Hermandad de la Mano. Le contó que la hermandad era una asociación de hechicería blanca que luchaba contra todos aquellos que hiciesen un uso malvado de la magia. Enoch y sus compañeros estaban empezando a hacerse un nombre en el reino de Vilonia, y le preguntó directamente si quería ingresar en la Hermandad. Enoch no se lo pensó ni un segundo, le contestó que no y la acompañó a la puerta. Desde los sucesos acaecidos con el Archimago, no se fiaba de nadie y menos de un mago.

Antes de caer la tarde Taulak regresó a sus estancias y le contó al mago que Ao le había otorgado un nuevo poder con el que podía cambiar de forma y convertirse en un animal. Iba a aprender a volar con forma de cuervo. La muchacha estaba un poco blanca pero el mago pensó que sería por el frío. De hecho fuera había una nevada importante de modo que antes de salir por la ventana encantó a la druida con una protección contra el frío que le duraría un día entero. Taulak se convirtió en pájaro y se fue volando. La sensación de ser un ave era indescriptible.

Pasaron las horas haciendo los últimos preparativos para el día siguiente. Cuerdas, comida, sacos, unas mulas, los propios caballos. Jon fue a comprar unas lonas para poder hacer unas buenas tiendas de viaje. Al caer la tarde Taulak no había regresado.

Cenaron todos juntos en la torre ligeramente preocupados por la druida. Se hizo noche y nada, no regresaba. Fuera seguía nevando.

Apenas pegaron ojo esa noche, inquietos.

Por la mañana debían partir y no sabían muy bien qué hacer. Quizás Taulak les alcanzaría o algo. Antes de salir, Jon se fue al Bosque de Dioses con la excusa de rezar una plegaria por su prima. En realidad llamó a Milanah, la Bruja, que curiosamente respondió a su llamada. El svardo le dijo que estaba preocupado por su prima. La bruja no podía hacer nada, aunque le dijo que si ella estaba tocando agua -o nieve- podía saber dónde estaba. Se concentró y, en efecto, la encontró. Supo también que había sido envenenada con amanita, una seta que crecía en la región, muy peligrosa. Podía darle un antídoto a Jon, pero todo tenía un precio. Jon accedió a tener relaciones carnales con la bruja, pero ella no quería eso. Le dijo que la druida tenía una moneda consigo; debía robársela -a fin de cuentas ella era una bruja y debía hacer el mal- y tirarla a un lago. A cambio, le diría dónde estaba y le daría un antídoto para el veneno mortal. Jon aceptó. Milanah hechizó entonces a un perro del castillo para que los condujese hasta la druida. El can se puso como loco a ladrar y salió disparado. Jon lo siguió corriendo, y al llegar a los demás montó en su caballo y persiguió al perro. Les gritó a los demás que le siguiesen -sorprendidos, pues no entendían qué pasaba-.

Siguieron al perro loco más de media hora. El animal se desvió del camino y corrió por la nieve. En medio del campo, escondida tras una colina, estaba Taulak, inconsciente en la nieve. Había perdido el sentido mientras volaba a gran altura. No se sabe cómo resistió la caída. El conjuro de Enoch la había protegido un poco del frío, aunque temblaba mucho. La cubrieron con mantas y Jon le hizo beber el líquido de Milanah.

Decidieron no regresar a Tintagael e iniciar de una vez el viaje al valle. A fin de cuentas Taulak era druida y se recuperaría mejor respirando aire abierto. El día de la Justicia sillenita es cuando hicieron noche en Artois. Por el camino Taulak descubrió que le faltaban dos de os tres regalos del druida Ojo de Cuervo, la moneda y el ala de pájaro. Preguntó al grupo (en especial a su primo) pero nadie sabía nada de ello.

El Día de la Justicia, es decir, el 26 de Diciembre, hicieron noche en Artoin. Esa noche los sillenitas, vestidos de blanco, hacen hogueras para representar la quema de los malos. En Akenar era tradición, en tiempos del Imperio, que el Emperador perdonase a un delincuente encarcelado en las mazmorras y le dejase irse, como representación de la huida del Invisible, que escapó de los Justos.


Notas sobre la pluma y la moneda: Enoch tiene la sospecha de que la pluma de Taulak contenía un conjuro de "caída de pluma" encima, eso explicaría la desaparición del objeto. Respecto a la moneda no tiene ni idea de qué se podía tratar, lo único que se le parece un poco es la canción de las Dos Monedas de Veledin (que eran dos, no una). Es una canción de posada común en Vilonia que cuenta que hace unos años un labriego de la región llamado Veledin se encontró un tesoro de gemas y oro enterrado en un caldero mágico en una colina. Cuando lo llevaba a su casa en una carreta, se le apareció un hada llamada Aarial de pelo largo y dorado que quería las gemas que Veledin había encontrado. Él, que había perdido a su mujer hacía unos meses y aún estaba triste, le pidió algo con lo que traer a su mujer del más allá. Aarial le dio las Dos Monedas. Le dijo que si las posaba sobre las cuencas vacías del esqueleto de su mujer, ésta regresaría con él. Así fue como Aarial se volvió a lo profundo del bosque con todas las joyas de Veledin. El hombre, por su parte, regresó a su morada pero tuvo la mala suerte de que una de las Dos Monedas se le fue a caer sobre el tesoro, sin que se enterase. Se dio cuenta cuando visitó la tumba de su mujer con intención de usarlas. Era tarde, ya había gastado parte del oro y aunque probó con todas las monedas que le quedaban, su mujer permaneció muerta. Quizás había gastado la moneda mágica o había sido engañado por Aarial. Nadie lo sabe. Veledin murió sin saberlo, al menos, muchos años después, siendo noble y rico, en su castillo cerca del Bosque Espinoso.
 

 

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