Partida #6 (25/03/2016) "La gran resaca"
Cuando llegaron a Aran'da y se supo que habían acabado con el troll la
noticia corrió por las casas como si la llevase el viento. No tardaron
mucho los pescadores y vecinos en estar reunidos en la Posada de Eladio
escuchando una y otra vez el relato de cómo el grupo dio muerte al
monstruo que durante años había matado gente y hecho imposible llevar el
ganado a aquella zona o incluso usar el camino a Piedrahueca, una aldea
que estaba al oeste de la isla. Eladio y Thera, el matrimonio de
posaderos enanos, tuvieron que acudir varias veces a la bodega porque se
consumió aquella noche la provisión de cerveza y vino de un mes entero.
Todos los conocidos de Aran'da (salvo el tresio) estaban allí. La noche
fue larga, tanto que todos acabaron bastante borrachos. El viejo
caballero Olaf les dijo que ya que habían matado al troll quizás
pudiesen ayudar con otros asuntos pendientes en la isla y no sólo
hablaba del misterioso fuego que se veía al otro lado de la bahía sino
también de echar un vistazo en una casa "maldita" que había al lado de
la cantera. Les contó, bajando la voz, que la familia que vivía allí,
los Durst, llamaban al lugar la "casa del molino". Habían pasado cosas
extrañas y nadie había visto a la familia desde hacía tres años. Cuando
el joven Billy, el hijo de un pescador llamado Andrew, entró en ella,
jamás salió. Esto intrigó mucho a Kamorro que incluso buscó al pescador
para hablarle pero era un hombre triste que sólo hablaba de leyendas de
cuevas, sirenas y asuntos de la mar. Mientras pensaban en echar un
vistazo en la Casa del Molino pasó la noche y casi todo el mundo acabó
por irse a dormir. Antes de eso, Eladio invitó al enano a un poco de su
famoso aguardiente de hinojo de mar.
La mañana fue dura para todos debido a la resaca. Enderson y Arandor no
pudieron salir de cama y la pobre Mara se quedó rezando cuando Aya le
contó sus tropelías nocturnas mientras estaba bebida. Fuera había
empezado a llover y hacer viento. Kamorro, Aya y Thia se acercaron a la
herrería para ver si al pelirrojo Guillem le valían los huesos del troll,
según habían hablado dos días atrás. Mientras realizaban sus tratos, el
herrero les insinuó que había una forma de librar a la elfa Thia de la
ojeriza, que era como llamaban los pescadores a la mala suerte de
alguien que naufragaba y era el único superviviente: tendrían que hablar
con el caballero Olaf y pedir un juicio de armas. Si ganaban, sería que
dios les daba la razón; pero si perdían la ojeriza sería terrible.
Antes de ir a echar una ojeada a la Casa del Molino querían dejar dormir
un poco más a Enderson, Mara y Arandor así que para matar la mañana se
acercaron a la iglesia para hablar con Cormac "el Cebolla" e indagar
sobre la casa y, ya que estaban, sobre el monasterio de Rozas. EL
clérigo no fue de mucha utilidad, sólo recordaba que el anterior
párroco, un tal Tomás, llevaba un buen registro de todo lo que pasaba en
las islas, nacimientos, bautizos, muertes y además anotaba todo lo que
aconteciese fuera de lo habitual. Tomás había conocido al prior Hernán,
que él supiese el último clérigo en pisar el abandonado monasterio. El
problema es que Cormac había vendido aquel libro al tresio Urlio para
pagar unas botellas pues -como todo el mundo sabía, y sobre todo Aya- el
papel era un bien escaso y caro. Y el encuadernado aún más.
No tardaron ni un rato en presentarse en casa de Urlio el Tresio para
preguntarle por el libro. Lo tenía, en efecto, aunque lo había tratado
con alquímicos para borrarle la tinta. Lo vendía por la cifra
astronómica de cien piezas de oro. Les pareció mucho, tanto que ameritó
una visita al caballero Olaf en el torreón. Hablaron con el anciano y le
explicaron que si bien querían ayudarle con los problemas de la isla, no
podían costear el precio del libro y Aya creía que los datos de dicho
libro eran recuperables con algún conjuro. Olaf cedió y se ofreció a
pagar la mitad del monto. De paso los tres reclamaron un juicio de armas
y el viejo, sorprendido por la ocurrencia, también accedió. Se
celebraría a mediodía, bajo la lluvia. Así habría tiempo de que la gente
de la aldea se enterase y eligiesen a un voluntario para luchar contra
el elegido por Thia.
Regresaron a casa del mercader que se mostró muy contento por la venta
del libro de Tomás. El tresio les recordó que todavía estaba interesado
en que echasen un vistazo por la costa, si había suerte quizás
encontrasen los restos del barco naufragado y podría ser que hubiese
cosas que le interesasen a él. En otras palabras, que les compraría la
mercancía que encontrasen si ésta se encontraba en buen estado.
Se fueron a la posada a dejar el libro y ver el estado de los demás, que
seguían sin levantarse y por tanto se fueron los tres, dos elfas y un
enano, al torreón. En menos de dos horas se había reunido un buen grupo
de hombres, mujeres y niños, y resultó que el propio Guillem era el
elegido del pueblo para luchar el juicio de armas. Thia eligió a Kamorro
que felizmente se habría batido a muerte allí mismo pero el herrero, más
sosegado, le recordó que la pelea era a palos, no a hachazos. Entonces
Olaf dio comienzo al juicio que duró menos de un minuto y consistió en
una importante paliza del enano al herrero. Estaba claro quién era
guerrero y quién no. Fue así como Thia dejó de tener la ojeriza.
Satisfechos, regresaron a la posada para ver si el almuerzo había
despertado a los resacosos.
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Vilonia
Luna
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Seluna
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