AÑO 1089 DS


Partida #1 "Primera sangre"

Corría el año 1089 dS. e iban a cumplirse más de dieziocho años de guerra civil en el Reino de Atria. Pronto la Reina Loreta II cumpliría sesenta años, veintidós de los mismos llevando el peso de la Corona y habiendo conocido tan sólo cuatro años de paz. Los antaño poderosos territorios de Atria se encontraban en una situación crítica debido a las hambrunas, la peste y la guerra. Los caminos era lugares peligrosos, los monstruos y alimañas poblaban los bosques y la vida tranquila empezaba poco a poco a ser un vago recuerdo en los cuentos de posada.

Al noroeste del reino está el Ducado de Phaelor, una de las regiones menos castigadas por la guerra civil pues no existía ningún burgo o ciudad con gran cantidad de sillenitas o seguidores de Sire Martin de Kent, el aspirante al trono que contaba con el apoyo del Reino de Akenar. Allí, algo al norte de las montañas del Risco, había un valle donde estaba el castillo de Skai, una fortaleza que guardaba las tierras del reino de los humanoides que habitaban desde siempre en el montañoso Valle Umbrío. Años atrás se había descubierto oro en el valle y una fiebre de viajeros, soldados y aventureros habían probado fortuna fundado las villas de Minachica y Minagrande, y a muchos la Diosa del Destino, Istus, les había sonreído y habían encontrado el ansiado tesoro. Eso fue hasta el terrible año de 1083 d.S. -el año de la Luna Negra, le llaman- en el que una horda de trasgos arrasó Minagrande y sitió Minachica hasta que el propio hijo del conde, Sire Eneas Daron tuvo que acudir con tropas de reserva feudales y asistir a Lady Avice de Skai en la defensa del valle. Aquel terrible verano empezó la leyenda negra de Lady Avice, pues Sire Eneas murió en la batalla y la condesa perdió eternamente el favor de su señor, el Duque Roger Daron. A pesar de ello la muerte de Sire Eneas no fue en vano, ocho de cada diez trasgos encontraron la muerte en la celada de las tropas de humanos y enanos que, a pesar de que pagaron también un alto costo en vidas, obtuvieron el día. El líder de los humanoides, un orco tuerto llamado Narak'ar, escapó con vida. El duque ofreció la nada despreciable suma de diez mil piezas de plata por su cabeza y algún cazador de recompensas se ha adentrado en el Valle Umbrío a cobrarse las monedas, pero nadie ha regresado.

Tras aquel verano el Duque retiró toda la ayuda del feudo de Skai y subió los impuestos en la región, de modo que Lady Avice no tuvo elección. Eso, de manera indirecta, tuvo importancia para los jóvenes Roy y Sybil, dos muchados que habían sido criados en el horfanato de la Luz de Danley, donde el Prior Fríderic, a pesar de su mano dura, solía amparar a los niños que de vez en cuando aparecían abandonados en los caminos o cuyos padres y familia había fallecido al completo por alguna fiebre o azar de la vida. El priorato tuvo que empezar a pagar impuestos adicionales y al clérigo Fríderic no le quedó otra opción que poner a trabajar a los chicos mayores para poder cubrir las peticiones de la Condesa, que a su vez quería cubrir las peticiones del Duque. Los muchachos habían de trabajar desde el día que cumpliesen 10 años, aproximadamente, por un lustro. Luego serían libres.

El lustro, para Roy y Sybil, se cumplía en Abril de aquel año y serían liberados de sus tareas tediosas en el priorato que incluían ordeñar las cabras, limpiar letrinas de los pocos monjes que había allí (apenas once), trabajar en las cocinas, ayudar en verano con los cultivos, ayudar con los panales, hacer cerveza, cortar leña y picar piedra cuando era necesario algún arreglo. Sybil, con lo rara que era, no se libraba de una sola tarea -si la encontraban, porque pasaba muchas tardes soñando en el bosque, sobre todo cuando había que llevar las cabras a pastar-. Roy, sin embargo, era el favorito del Prior porque, según el clérigo, tenía huesos y podía llegar a ser caballero. Fríderic había enseñado a Roy los rudimentos de la espada y, cada vez que pasaba por allí un mercenario o aventurero, les daban pan y sopa a cambio de dar unas clases al muchacho. El Prior se disgutó un poco cuando el chico no quiso vestir los hábitos, pero acabó por aceptar que la Luz quizás tuviese otro plan en el mundo para el chico.

Un mes antes de que Roy y Sybil abandonasen el horfanato, llegó un svardo enfermo que uno de los pastores había encontrado vagando por las Colinas del Roble...

 


 

 



 

 

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Partida #2 "Cerroduro"

Llegaron a la aldea de Urga cuando empezaba a ponerse el sol y vieron que el lugar era apenas un puñado de casas. Por si fuera poco un hombre de armas que vigilaba desde un torreón a medio caer vino a hablar con ellos. Se llamaba Malcolm y en realidad lo que quería era cobrarles una moneda por dejarles entrar. Discutieron un poco y finalmente Erik decidió dormir al descampado con tal de pagar a aquel imbécil. Sybil pagó y Roy entró igualmente ganándose -como se demostraría más tarde- la antipatía de Malcolm.

Fueron a la única posada del lugar, la Mula Muerta. Ellos ya sabían que los caminos estaban peligrosos por aquel entonces, pero la presencia de un guardia en una posada de mala muerte no hizo sino confirmar ese hecho. El hombre se llamaba Lucen y era el marido de la dueña de la posada, una mujer rubia llamada Nelly. Dentro de la posada no estaba sola la posadera sino que había otros tres hombres con aspecto peligroso cenando allí. Se trataba de un tal Sire Garril y dos soldados que estaban buscando a Gregor, que resultó ser el mercenario con el que habían combatido en el Puente de Arey (y cuya pira mortuoria no estaba muy lejos, con los huesos calcinados aún calientes). Sire Garril le preguntó a Roy si habían visto a su primo y el paladín, percibiendo con claridad que la cosa se podía poner peligrosa, no mintió pero ocultó la verdad al caballero. Lucen, cuando Nelly se enteró que el svardo se había quedado fuera de Urga, fue a buscarle por los alrededores pues según la posadera el campo era muy peligroso. Fue entonces de cuando entró Malcolm a tomar vino y, al ver a Roy, intentó aprovecharse de él y que le pagase la bebida. Discutieron un poco y el hombre de armas, acostumbrado a la violencia, le rompió una banqueta en la cabeza al paladín y lo dejó inconsciente. Fue el propio Sire Garril el que puso un poco de calma allí amenazando al vigía, que se fué de allí para evitar males mayores. Dejaron a Roy durmiendo tras la paliza.

Tras eso, el caballero Sire Garril se marchó con sus hombres para intentar encontrar a su primo lo antes posible. Lucen volvió a la media hora con las manos vacías.

 



Entretanto Erik se había ido caminando por los campos que rodeaban la aldea y se había buscado un árbol para dormir.

Pasó la noche.

Por la mañana recibieron la visita de una mujer llamada Ysgrid hija de Ofrén, una pelirroja hija del alcalde, que estaba interesada en ver qué tal se encontraba Roy y ver si podía encargarles una misión a los viajeros. Sybil salió de la aldea y fué a por Erik y finalmente pudieron hablar de negocios (tras algún que otro ir y venir). Resultaba que la aldea había sufrido recientemente el hostigamiento de unos trasgos que se habían ubicado en la vieja mina enana de Cerroduro. Les ofrecían una moneda de oro por cabeza de trasgo. El grupo aceptó, lo cual alegró mucho a las gentes del lugar que les regaló comida e incluso una vieja dió un anillo de la suerte a Erik.

Caminaron por las colinas durante varias horas hasta que finalmente vieron de lejos la zona de la mina. Como era mediodía, sabían que era probable que los trasgos estuviesen durmiendo de forma que se acercaron furtivamente hasta la entrada. Allí vieron numerosos huesos y calaveras que los trasgos habían acumulado para asustar a los improbables intrusos... pero eso no detuvo a los tres aventureros. Entraron en la mina, primero de forma sigilosa hasta que uno de los trasgos que estaba haciendo guardia usó un cuerno para despertar a todos. Hubo un duro combate donde muchos trasgos murieron pero los tres héroes estuvieron a punto de caer en varios momentos. Flechas, antorchas, golpes y todo para salir de allí con seis cabezas de trasgos y regresar al pueblo maltrechos. Les recibieron en la posada donde, además de recibir su oro, disfrutaron de un merecido descanso y unas rondas de cerveza a cuenta de la casa.

 

 

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Partida #4 "Huída de Urga"

Antes de nada registraron a los trasgos muertos y encontraron una llave de hierro en el cuerpo del líder trasgo, apuñalado por uno de sus propios esbirros.

Entraron con cuidado en la mina, si cabe con más prudencia que el día anterior pues los dos o tres trasgos que quedaban vivos podrían estar avisando a más en el interior aunque según las cuentas de los vecinos de Urga ya no podían quedar muchos más; además nadie había hablado de wargos que eran harina de otro costal, mucho más peligrosos que un simple goblin y por eso les habían cortado las cabezas para cobrar por ellas. Erik dejó su cepo de osos armado en la entrada por si alguien llegaba desde atrás o por si había que huir apresuradamente.

Como esperaban, hubo flechas llegando desde varios sitios. Los trasgos aprovecharon la ventaja de la altura y falta de luz lo mejor que pudieron, Sybil resultó malherida. Erik acabó por subir por el pequeño barranco que defendían los trasgos y Roy, a pesar de sufrir varios flechazos certeros, también acabó por matar a sus hostigadores. El último de los trasgos viendo que todo estaba perdido y no había escapatoria trató de rendirse y durante un rato el svardo dio la impresión de aceptarlo. Zarandearon al goblin y entre los tres acabaron por sacarle que no quedaban más trasgos vivos en el cubil. Habían ocupado algunas habitaciones de aquella mina abandonada pero no tenían ni la menor idea de lo que había tras una puerta de piedra cerrada. Sybil examinó la puerta y supo que no era mágica, pero tampoco tenía cerradura salvo un diminuto agujero en el centro. Todo parecía indicar que se trataba de una puerta enana. El trasgo les condujo al interior de la guarida donde reinaba una pestilencia insoportable. Había paja y algunas pieles por los suelos, excrementos, comida, sangre e inmundicias varias por doquier. En una de las salas el goblin les dijo que sabía donde estaba escondido el dinero procedente de los últimos saqueos, bajo el colchón del jefe, una piedra del suelo se podía mover. Allí fueron y vieron que era cierto, había una bolsa de cuero con bastantes monedas dentro. Erik, que no se fiaba un pelo, revisó que no hubiese nada más y tras eso le dio una daga al trasgo para que este muriese en combate -y de hecho eso hizo-.

Fue en otra sala sucia en la que encontraron el cadaver de una mujer con aspecto de campesina, vejado el cuerpo en muchos sentidos. Horrorizados, la sacaron de allí para llevarla al pueblo donde quizás supiesen quien era o enterrarla como era debido. Salieron de la mina pero solo para darse cuenta que el sol no estaba ya tan alto y que si salían en ese momento no llegarían a Urga para hacer noche. Pensaron que lo mejor sería pasar la noche en la mina, en uno de los pequeños cuartos cercanos a la entrada. Dejaron las cosas y se pusieron a descansar, no sin notar que al fondo de la gruta había una sima con huesos de distintos tipos y las paredes se tornaban cristalinas. Pensaron que lo mejor era no ser demasiado curiosos y no avanzaron más por allí. Además los trasgos parecían evitar esa zona.

Sin saberlo, pasar la noche en la mina de Cerroduro seguramente les salvó la vida, como veremos pronto.

Tras una noche fría y nada silenciosa, pues Sybil se la pasó tosiendo y con algo de fiebre, salieron al alba. Roy había aprendido muchas cosas en el hospicio de Danley y le pareció que su amiga estaba enferma, de modo que alzó una oración por la muchacha y la examinó para descubrir horrorizado que había peste en el cubil de los trasgos y ella la había cogido. Normalmene esto la mataría pero tuvo la fortuna de que la fe inquebrantable de su compañero obrase un milagro y de un momento a otro estaba sanada. Nunca había visto a nadie obrar tal prodigio, ni siquiera a los clérigos de Danley.

Descubrieron al salir que los cadáveres de los trasgos y los wargos habían atraído a los lobos del lugar y estos, a su vez, a algo más grande que había matado a varios de ellos. Examinaron las huellas y el svardo supo que había pasado un ettin por allí. Ni Roy ni Sybil sabían lo que era eso de un ettin, pero en svardia los monstruos de sangre de gigante no eran muy infrecuentes y Erik los había visto alguna vez. Sabía sobre seguro que no era bueno encontrarse con uno a solas en un bosque de modo que cogieron el cadáver de la campesina, las cabezas de wargos y trasgos y se pusieron en camino.

A pesar de ir muy cargados volvieron contentos con la sensación de haber hecho un buen trabajo. A pesar de los peligros y combates habían salido bien y con una bolsa de oro. La felicidad, pese a todo, duró poco. Cuando el sol estaba en el mediodía empezaron a ver una columna de humo en dirección al pueblo. Cuando llegaron a Urga -pero antes de entrar en la aldea- pudieron ver que la posada estaba en llamas y un grupo de varios hombres, como una docena y tres de ellos con caballos, se encontraban en la plaza. El grupo se escondió de inmediato, por supuesto. Tras hablar unos segundos decidieron que Erik se acercase agachado para ver si se enteraban de lo que estaba pasando. Tardó el svardo un buen rato en avanzar unos mil pies a rastras por uno de los campos arados cerca del pueblo. Empezó a distinguir formas y le pareció que los hombres debían ser mercenarios por el atuendo y algunas armas que alcanzaba a ver; tenían, además, un par de perros. Parecía que había una discusión entre estos hombres y algunos vecinos. De repente los mercenarios se llevaron a dos de los paisanos, un hombre y una mujer, y los ahorcaron en un árbol cercano en la salida de la aldea. Quizás se trataba de Nelly, la posadera, y su marido. O Ysgrid y Malcolm. En realidad estaban demasiado lejos y no se podía saber. A quien sí distingió Erik fue a Sire Garril, el caballero que habían visto un par de días atrás. Eso aclaró las cosas, lo más probable era que el hombre de armas se hubiese enterado, sabe dios cómo, de la muerte de su primo a manos de Erik, Roy y Sybil y les buscase para vengarse. El caso es que la compañía de mercenarios empezó a moverse en dirección a Cerroduro, por lo que Erik se metió en una zanja de agua para evitar que le viesen. Roy y Sybil también se escondieron bajo un árbol caído y esperaron un buen rato a que los mercenarios pasaran -por cierto, bastante cerca de ellos-.

En cuanto los hombres de Sire Garril pasaron, Erik fue a reunirse con sus compañeros. Decidieron dejar el cadáver de la mujer muerta allí junto con las cabezas de trasgos y wargos, bajo el mismo tronco en el que se habían escondido. Ya no volverían a Urga, era demasiado peligroso y además muy poco probable que cobrasen nada por las cabezas de trasgos. No sabían qué hacer así que por lo pronto irían a Rallena, un pequeño burgo a orillas del río Dorado en el que ninguno había estado antes. Por el camino de Urga llegarían antes y tendrían una buena ventaja sobre los mercenarios. Según empezaron a andar, se puso a llover.

Llegaron a Rallena al atardecer, con todo el camino embarrado, después de tratar de evitar a campesinos e incluso a un calderero que vendía cosas, como era habitual. Tuvieron sus mas y sus menos con los guardias hasta que una capitana puso fin al problema; se trataba de una tropa feudal, vasallos de Lady Avice de Skai, que defendían la entrada del burgo, algo más grande que Urga. No tardaron en encontrar una posada, las Tres Ocas, un caserón de cuatro pisos nada menos, establos, un gran salón y dos plantas de habitaciones, la cocina aparte en el patio trasero para evitar incendios. Tuvieron que dejar las armas en la entrada y cenaron allí, aparte de conseguir un cuarto, el último disponible que tuvieron que compartir los tres. En la posada conocieron a unos trovadores que solían tocar allí, Sybil de hecho habló con un tal Ozil e intentó que le dejasen tocar un poco pero, por desgracia, no lo consiguió. De hecho no fueron particularmente corteses con ella.

 



Antes de dormir recibieron una visita de una gnoling llamada Azelais. Era alquimista y tras el mercado del día siguiente se dirigía a Minachica pero el camino era peligroso y necesitaba escolta. Les había visto entrar y por su aspecto parecían personas de mundo. Estaba dispuesta a pagar la mitad por adelantado. Eso si, hasta el jueves no partiría. Como era martes, tocaba esperar. La perspectiva de visitar el mercado con el oro recién conseguido tampoco les desagradó así que aceptaron la oferta de trabajo y, tras eso, se fueron a dormir. Erik, que no se fiaba un pelo de nadie, lo hizo en el suelo, frente a la puerta. Allí vio que la posada estaba plagada de ratas.

 

 

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Partida #5 "Escoltando a la alquimista Azelais"

El mércades era día de compras y ventas en el burgo de Rallena pero como amaneció tan llovioso hubo que esperar un rato largo para que empezase el mercado. Azelais llevó su carreta de alquimia a una esquina y poco a poco la gente de la ciudad y los que llegaban de alrededores empezaron los negocios. Se montaron como dos docenas de puestos; en algunos vendían comida -las famosas empanadas atrias de carne-, en otros vendían tela, herramientas, pan, cuencos, jabón, ropa, zapatos, un montón de cosas dispares. Había incluso un hombre que quitaba dientes, un pregonero, varios mendigos y tres tovadores. En una esquina unos hombres organizaban peleas y Erik al pasar cerca les llamó la atención y le ofrecieron una moneda por pelear. Aceptó y acabó a tortas con un hombretón local al que propinó una paliza sin mucho esfuerzo. Sybil estuvo buscando un laud y eso le llevó a conocer a Thula, carpintera enana que vivía en la ciudad. Le costó esfuerzo comprar el laud que se trataba de un laúd arcano.

Existían tres tipos de laúd en aquellos tiempos, el arcano, el alino y el élfico. El primero tenía trastes y seis cuerdas. El segundo carecía de trastes (pues impedían ejecutar cuartos de tono, imprescindibles para la música alina), mástil más corto, caja de resonancia más grande y cuatro cuerdas. El tercero estaba hecho de una pieza únicamente de madera cantada, por lo que eran extraordinariamente raros. Al que vendía la enana Thula le faltaban las cuerdas, hechas de tripa las agudas y núcleo de tripa las graves. Sybil tuvo que ir al mercado de vuelta a conseguir cuerdas de los trovadores (que de nuevo fueron bastande desagradables con ella y la timaron un poco) para poder probar el instrumento antes de pagar por él. Finalmente lo encordó y tocó una melodía que maravilló al paladín Roy más que a la Thula y acabó por comprar el instrumento.

Erik, entretanto, conoció a Elissa la alfarera, una mujer muy apasionada que le llevó a su taller mientras el marido estaba en el mercado. El svardo nunca se había acostado con una arcana hasta el momento parece que le gustó.

Maese Randal, un clérigo de la Luz que cuidaba un altar en el cruce de calles de Rallena, aceptó una generosa donación de Roy. El paladín quizás pensó que debía realizar su juramento a la Luz lo antes posible pero aquel altar era de muy poca categoría como para tales menesteres.

Sybil trató de estrenar el laúd y casi acaba mal la cosa pues los trovadores locales, por tercera vez, fueron a meterse con ella y la cosa fue a mas, casi se produce una pelea.

Y bueno, entre compras y asuntos menores, pasaron el día de mercado. Al día siguiente, muy temprano, se fueron tras desayunar en las Tres Ocas.

A la velocidad que iban las mulas de Azelais y su carreta de alquimista tardarían dos jornadas en llegar a Minachica. Sybil fue con la gnoling pero Roy y Erik tuvieron que caminar todo el día, que pasó más o menos tranquilo hasta que llegaron al cruce de caminos entre Tour y Minachica. Como era habitual había varios criminales condenados en jaulas de hierro y un montón de cuervos dándose un banquete. El hedor era terrible y trataron de pasar rápido pero entonces se dieron cuenta de que uno de los condenados a morir de hambre (o sed) estaba vivo y les llamó para que le diesen un poco de agua. Para convencerlos les dijo que había visto a tres bandidos pasar una hora antes buscando un buen lugar para tender una emboscada y que fuesen precavidos. Le dieron un poco de beber a cambio y se marcharon.

No muy lejos de allí había un antiguo círculo de piedras druídico sobre una colina y como permitía ver bien alrededor les pareció buen sitio para hacer noche. Pararon allí la carreta y Azalais estuvo cuidando de las mulas mientras ellos hacían un pequeño fuego y comían algo. Erik, sin embargo, cuando las sombras eran ya muy largas, se escabulló entre los tojos de los alrededores por si acaso lo que había dicho el desgraciado era cierto. Resultó que si. Cuando ya estaba bien oscuro el svardo pudo oir unos susurros entre la vegetación y le pareció que una figura cruzaba el camino. Voló alguna que otra flecha en el campamento y Erik tuvo un combate a muerte a oscuras. Sybil no tuvo problemas en dormir al asaltante que estaba atacándoles, pero Erik realmente estuvo a punto de ser derrotado por el jefe de los bandidos que resultó bastante duro de pelar. Pero al final lo mató. Luego volvió colina arriba y dejaron inconsciente a la que resultó ser una mujer bandido para interrogarla por la mañana. El problema es que durante el combate la alquimista Azalais vió cómo Sybil usaba magia y se asustó mucho y llegó a acusarla de brujería. Roy trató de calmarla, sin mucho éxito. Registrando el cadáver de Luc, como luego supieron que se llamaba el jefe de los bandidos, Erik encontró una llave de hierro de pobre factura. Tras eso intentaron dormir un poco.

Por la mañana, muy temprano, Azelais quería salir lo antes posible. Mientras preparaba apresuradamente la carreta Erik y Sybil interrogaron a la mujer bandida, llamada Anna, y decidieron soltarla bajo promesa de no volver a dedicarse al robo; antes de eso les dijo que Luc solía hospedarse en la Posada del Barril, en Minachica. Roy, por su parte, regresó a donde estaba el moribundo prisionero, que dijo que se llamaba el Pulgas, para agradecerle que les hubiese advertido pero se encontró la jaula vacía. A pocos metros estaba tirado en el suelo puesto que otros le habían soltado aunque no tenía comida ni agua ni fuerzas. Roy le curó un poco, devolviéndole algo de ánimo y fortaleza para al menos llegar a Rallena. Fue entonces cuando el Pulgas le contó que le habían soltado tres soldados a caballo, dos mujeres y un enano, que habían preguntado por alguien como ellos (un svardo, una mujer y un joven atrio). No parecían muy amistosos y el Pulgas, no sabía por qué, les había mentido diciéndoles que les había visto tomar el camino de Tour, al norte. Y por allí marcharon. Sin duda les había hecho ganar unas pocas horas. Roy, en agradecimiento, le dijo que se fuese a la ciudad y preguntase por Maese Randal. Luego volvió corriendo al círculo de piedras donde Azelais ya sacaba la carreta al camino, asustada.

El resto de la jornada fue silenciosa y terriblemente lenta por culpa de la carreta de la alquimista. Finalmente a media tarde llegaron a Minachica, un pueblo con una alta empalizada de madera, soldados, mineros, algunas granjas y mucho barro. La gnoling ni se despidió de ellos. Preguntaron por un herrero para vender la ballesta y el par de espadas que les sobraban.

 

 

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Partida #6 "En Minachica"

Por lo que más tarde supo Sybil la pequeña alquimista no tardó mucho en ir a denunciarla a Agnes de Pontermarc, la señora de la ciudad. Por fortuna Lady Agnes era una mujer soldado de las montañas bien curtida con la guerra y poco apegada a las costumbres de Tréveris por lo que no organizó la caza de brujas que habría sucedido en el sur del reino. En vez de eso mandó buscarla a ella o alguno de sus compañeros. El que apareció resultó ser Roy, que había encontrado un templo de la luz llevado por un tal Raúl de Clermont, un clérigo con aires de noble venido a menos que pese a desconfiar inicialmente del paladín acabó por creerle y ofrecerse para que éste realizase su juramento de forma apropiada. Lady Agnes, pese a todo, sacó a Roy del templo "por las buenas" y lo llevó a la casona que dominaba la plaza central de Minachica. Allí le puso las cosas claras: no quería líos de brujería y quería que Sybil se personase allí.

Mientras tanto Erik y Sybil, que habían ido al barracón a vender algunas armas que les sobraban, estaban haciendo cuentas y pensaron que quizás podían emboscar a los perseguidores. Salieron del pueblo al atardecer y estuvieron revisando el camino con prudencia pues habían oído que los orcos estaban muy activos esos días y que se habían producido varios ataques. Al regresar se encontraron con Roy que pidió a Sybil que fuese a ver a la señora. Un poco a regañadientes lo hizo, sólo para recibir alguna que otra amenaza pero poco más.

Cuando las puertas de la ciudad estaban por cerrarse vieron pues que llegaban unos jinetes que habían sufrido un ataque de orcos. Eran dos mujeres y un enano lo cual hacía probable que fuesen sus perseguidores. Una de las chicas estaba seriamente herida por flechas con plumas negras. Mientras el svardo observaba eso, se le acercó un enano con pinta de querer algo. Era Reinaldo de Tréveris, jefe del gremio del oro de la ciudad, y venía a proponerle un trabajo. Como le había visto fuerte y con aspecto fiero había pensado que quizás fuese un mercenario: buscaba a alguien que protegiese a siete enanos prospectores que querían viajar por lo salvaje hasta un lugar llamado Collado gris. La paga era buena, muy buena.

La noche fue larga para el paladín, que tuvo que velar armas en el Templo de la Luz, bajo la atenta mirada del clérigo Raul. Para Sybil fue diferente pues se fue a la Posada Dorada y sin saberlo conoció a los enanos que escoltarían al día siguiente. Ella estaba tocando unas baladas y encandiló a la gente del local salvo a otro enano que andaba por allí, un tal Jos el Tuerto. Se trataba del enano que había llegado con las mujeres, trabajaba para Sire Garril en la Compañía del Oso. El enano quería dinero a cambio de no decir nada acerca de ellos, es decir, un soborno. Sybil se negó y él se puso violento pero en la posada no gustó y acabó por irse. Erik, entretanto, había conocido a un tipo llamado Pons que llevaba un prostíbulo llamado "La Potrilla". Pasó la noche con una tal Lorena y le gustó bastante.

Por la mañana se juntaron los tres amigos y decidieron caminar hasta la "Taberna del Barril" donde se habían hospedado los tres mercenarios que les perseguían. Cuando llegaron resultó que estaban preparando los caballos para irse. Las mujeres eran una rubia de pelo corto llamada Raelin de Tyr y otra chica llamada Gabi Dosespadas, que había sido herida. Con ellas estaba, por supuesto, Jos el Tuerto. Se amenazaron un poco mutuamente (aunque de forma inopinada Roy ofreció curación a Gaby, a lo que Erik se opuso) y luego los tres jinetes se fueron de la ciudad, seguramente a avisar al resto de la compañía. Este hecho llevó al grupo a pensar que lo mejor era salir de Minachica pronto y por tanto decidieron aceptar la propuesta de Reinaldo de Tréveris. Caminaron apresuradamente a Posada Dorada y le encontraron con un montón de enanos. Aceptaron el trabajo y en menos de hora y media estaban saliendo de la ciudad rumbo norte.

Los enanos eran prospectores, liderados por Cornelio an Tak aunque el verdadero alma de la expedición era Odila que además de prospectora era cocinera. Luego estaban Tortón, Ralan, Malaquita, Rocco y Rimuldo, todos hermanos an Tak. Dos de ellos llevaban ballestas y a pesar de no ser guerreros todos llevaban algún otro arma, hachas de mano, dagas, puñales o espadas cortas. El trato era llevarlos a Collado Gris y defenderos de los peligros de las montañas. Por lo que sabían, unas semanas atrás otro enano había encontrado signos en una cueva de una posible veta importante y el gremio les había llamado para verificarlo. Necesitarían dos o tres días de trabajo duro para ello. Pagarían bien a los tres mercenarios por mantenerlos vivos...

Unas horas después de partir, con el sol primaveral en lo alto, después de llevar un buen rato subiendo cuestas y fuertes pendientes, dos trolls de las montañas atacaron al grupo.

 

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Partida #7 "El hijo de Narak'ar"

El combate con los trolls fue duro pero ahí se demostró de qué pasta estaban hechos todos. Los enanos, pese a no ser guerreros, se mantuvieron firmes y ayudaron en la lucha a muerte. Entre Erik, Sybil y Roy no tardaron en dar cuenta de los dos persistentes monstruos. Aunque los derrotaron, las dos bestias no se fueron al otro mundo sin hacer daño.

El resto del día fue tenso más bien porque ellos sabían que esas montañas eran peligrosas. Cuando se empezaba a poner el sol se confirmaron sus peores temores, notaron algunos indicios de movimiento entre la maleza escasa que crecía en las laderas. Se trataba de una emboscada de orcos, muchos, así que como estaban cerca de Collado gris (la cueva donde habían de hacer la prospección) trataron de alcanzarlo para poder luchar sin ser en campo abierto. No funcionó bien pues los orcos eran mucho más listo de lo esperado y se trataba de un gambito. Habían envenenado el agua en el interior de la cueva y cuando los enanos se quedaron encerrados en ella trajeron ramas y hojarasca e hicieron un fuego para ahumarlos. Los orcos sabían que los enanos -y los humanos, por extensión- mojarían paños para respirar mejor. La trampa funcionó perfecta.

Aquello era muy infrecuente y solo al despertarse vieron que se trataba del famoso Narak'ar, el caudillo orco que guerreaba a los atrios desde hacía años en el valle. El humanoide no quería matarles o saquearles como era de esperar. En vez de eso les contó que su hijo Rak'ar había sido capturado por un señor feudal humano, el castellano de Rocanegra, y hecho esclavo para trabajar en las minas de oro que había bajo el castillo. Habían atacado la fortaleza sin éxito, estaba muy bien defendida. Lo que quería de ellos es quedarse con los enanos como rehenes y mandarles a Rocanegra a rescatar a Rak'ar. Se harían pasar por mercenarios o algo así. Si lo lograban, Narak'ar les daba su palabra de que nadie tocaría a los enanos. Si fallaban, morirían de la peor manera imaginable.

Aceptaron el trato y partieron al castillo de Rocanegra cruzando el valle tras pasar la noche entre orcos, una velada más bien extraña. Conocieron al chamán Onfrii, un orco de pequeño tamaño que parecía ser la mano derecha de Narak'ar. Por la mañana se pusieron en marcha.

Tardaron toda la mañana en bajar las montañas y encontrar el puente antiguo sobre Riodorado. Luego les llevó hasta el atardecer el subir los montes hasta Rocanegra, una fortaleza bien plantada junto a una gran caída de agua.

 



Lo cierto es que no les costó mucho trabajo pasar por mercenarios. El castillo estaba bastante revuelto por los ataques orcos de las últimas semanas y por la necesidad de capturar prisioneros para trabajar en las minas, de modo que muy pronto llegaron a un acuerdo. Conocieron al Señor Falwik, vasallo de Lady Avice de Skai, un tipo con bastante mala reputación. Tenía en el castillo a cinco caballeros y unos veinte soldados. Mucho peor era la de quien le acompañaba, el famoso Lautrec, un caballero renegado con fama de asesino, violador, bandido y traidor. Por lo que supieron, Lord Falwik había prometido a Lautrec el interceder por él en la corte de Tréveris para conseguir un indulto Real. Lautrec era el líder de la Compañía del Grifo, con unos veinicinco hombres a su cargo. Y había otra compañía mercenaria contratada, los Siete Gatos, liderada por Jon Cruel y seis hombres de armas. Ni Erik, Roy o Sybil pudieron explorar la fortaleza y de hecho al sía siguiente los enviaron con la compañía de los Siete Gatos a buscar esclavos. Según los cálculos de Erik esa noche pasada sería en la que Sire Garrill estaría por llegar a Minachica, pero el svardo confiaba en que no tuviese con él un adivino o algo así; de cualquier otra forma, no tenía manera de encontrarles. Salieron de caza un lunes temprano y no volvieron hasta el mércades. Obviamente no pudieron saber nada de Rak'ar en ese tiempo pero necesitaban ganarse la confianza de los soldados. Por fortuna no encontraron ninguna banda de guerra orca de modo que la salida fue un fracaso para el castillo pero buena para evitar riesgos.

 



El jueves continuó su racha de buena suerte pues les asignaron la vigilancia de la mina junto al capataz Maffeo, un cabrón desgraciado. Durante toda la noche fueron pacientes hasta que entre los numerosos esclavos encontraron vivo a Rak'ar. Se enteraron que los esclavos muertos los tiraban al río sin más y decidieron fingir que se moría el joven orco y llevarle fuera, darle un cuchillo y dejarle escapar. Al final se encargó de jugársela al svardo Erik. Todo el asunto pasó desapercibido.

Pensaban irse por la mañana pero no contaron con la desconfianza de Falwik que malinterpretó sus ganas de irse como si fuese cierto interés de informar a Lady Alice de Ski acerca de las buenas sumas de oro que generaban las minas -y por las que a buen seguro el castellano no estaba pagando los impuestos a su Señora feudal-. Tras un desagradable encontronazo con él -que los humilló un poco- les dejó marchar. Estaba bien claro que no les dejaría ir muy lejos y que había pensado cazarles como animales en cuanto saliesen por la puerta. No contaba el Señor con la presencia del chamán Onfrii que aparentemente tras la libración de Rak'ar se había ocultado en las cercanías de Rocanegra para ver qué pasaba con los tres humanos. Eso les salvó la vida. El orco les ayudó a ocultarse en una grieta en el camino de bajada al valle y luego usó su poder para despistar a los perros que Lord Falwik mandó junto a ocho jinetes bien armados. Onfrii también temía que algún orco de otro clan les encontrase pues si eso sucedía no podría prestarles ayuda; contra los suyos no.

Pasaron todo el dóminus escondidos en la grieta muertos de sed pero no debían moverse. Hasta el amanecer del lunes no salieron de allí y bajaron corriendo la montaña. Horas más tarde llegaron al río sanos y salvos y por la noche estaban de regreso en Collado Gris, rezando por que Narak'ar cumpliese su palabra. Donde esperaban encontrar un campamento orco encontraron a los enanos prospectores libres e ilesos, incluso con sus equipos. Cornelio, el jefe, les agradeció mil veces lo que habían hecho por ellos, así como la cocinera Odila y los esforzados Tortón, Ralan, Malaquita, Rocco y Rimuldo. Cornelio les prometió una buena recompensa del Gremio del Oro.

Esa noche, mientras descansaban, se levantó una espesa niebla. Roy hacía guardia cuando de repente escuchó un ruido por lo que despertó a Sybil y a Erik. Entonces apareció Narak'ar. Venía a agradecerles personalmente el haber salvado a su hijo y les juró que su clan, los Cuervos de Sangre, jamás les atacaría ni a ellos ni a los enanos de Collado Gris. Finalmente traía un presente conseguido años atrás, la espada de Sire Eneas Daron, hijo del Duque de Phaelor, Lord Roger Daron. El joven caballero había muerto en el año 1083 AD en la batalla de Minagrande en combate singular contra el propio Narak'ar. El orco pensó que era honorable devolver la espada a los humanos para que hicieran con ella lo que estimasen oportuno.

Luego se fue desapareciendo en la noche y la niebla.

 

Reino de Atria


Luna

Seluna